Este martes 3 de julio se cumplieron 135 años del nacimiento del gran autor checo Franz Kafka. Argentina ha sido uno de los lugares donde más repercusión se ha dado a su obra, y esto se debe no solo a que Jorge Luis Borges cumplió un papel central en su difusión y traducción, sino también a que Kafka parece interpelar todo el tiempo a los argentinos. Su absurdo, la sensación de extrañeza permanente en todo tipo de situaciones cotidianas y en especial en las que interviene el Estado, su humor trágico, la presencia fuerte de lo siniestro, todo lo que no puede ocurrir y sin embargo ocurre, y su novela El Proceso, que parece un calco de la tan criticada Justicia argentina, hacen inevitable que el autor checo tenga una influencia mayor que en otros lugares.
Bioy Casares (o Carlos Mastronardi) habrían dicho: “Si Kafka fuera un autor argentino, sus novelas serían catalogadas como costumbristas”, de ahí el arraigo en nuestro país.
Este año encaré una lectura colectiva en Twitter del autor checo con el hashtag #Kafka2018. La intención de juntar literatura y redes sociales sin apoyo institucional alguno parecía difícil, aunque no imposible. Transformar aquello de lo que estoy convencido de que es una cloaca, como lo es Twitter con su anonimato, en un lugar de lectura colectiva tiene sus dificultades. Lo kafkiano, si entendemos esto como una atmósfera enrarecida y absurda, no tardó en llegar.
Twitter bloqueó mi cuenta por dos días sin dar explicaciones, su algoritmo entendió que era un bot (un robot que reproduce automáticamente contenidos en la red) y bloqueó la visualización. Gracias al reclamo de todos los lectores y sin mediar explicación por parte de la empresa, volvieron a dar visualización normal. El algoritmo de Twitter es una gran caja negra que no tiene transparentadas sus políticas, lo que hace difícil un tráfico en cantidad para actividades genuinas. Todo muy kafkiano, según nosotros pudimos graciosamente identificar, tomándonos estas dificultades de manera positiva y priorizando el debate y la lectura de los textos.
Sin embargo, esto debería llamar la atención sobre las políticas que Twitter impone a los que usan su herramienta. La no transparencia de sus propias reglas, su famoso algoritmo y la dificultad de encontrar cualquier canal de comunicación real que dé algún tipo de respuesta levantan una alerta importante sobre el control total y la falta de regulación estatal de cualquier tipo de que disponen todas las redes sociales, por las que cada vez más nuestros contenidos circulan y la gente interactúa.
Esta lectura colectiva ha podido sortear estas dificultades y cierto hostigamiento habitual que diversas cuentas de Twitter producen, y continúa adelante.
Kafka no solo nos interpela como argentinos desde lo absurdo y lo trágico de nuestra vida cotidiana, sino que ha influido en muchísimos autores rioplatenses que hoy podemos disfrutar. Obviamente la influencia sobre Borges, pero también sobre Aira, Levrero, Strafacce y varios nuevos jóvenes autores. La lección que nos deja esto es que, aunque Twitter sea usado como una cloaca, también hay chances de que pueda ser usado generando un contenido útil.
*Coordinador de la lectura colectiva #Kafka2018.
Autor de Jungla 3.0. Trolls: información y desinformación.