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Michal Kalecki 20230203
Michal Kalecki | CEDOC

En la entrevista extensa que se publica hoy a Ricardo Pignanelli, el sindicalista industrial más exitoso de Argentina –las fábricas de autos resistieron la desindustrialización de los 90– da su propia explicación a una pregunta que recurrentemente realizo a los agentes productivos sobre por qué una parte significativa de los empresarios argentinos prefieren votar candidatos antiperonistas si con el peronismo ganan más dinero.

La síntesis de la explicación empírica de Pignanelli es que con el peronismo ganan más pero tienen que trabajar más porque los gobiernos peronistas promueven el pleno empleo, lo que también les genera más conflictividad gremial. En Brasil sucede lo mismo con Lula, y los empresarios que nunca ganaron más dinero que con él votan en su contra. 

“Con el peronismo los empresarios ganan más pero tienen que trabajar más”, ironizó Ricardo Pignanelli

En columnas anteriores sobre esta cuestión, que me resulta existencial para el futuro del desarrollo del país y que recurrentemente abordo, hipoteticé sobre posibles cuestiones de clase, hasta estéticas y/o de falsa conciencia que les pudiera hacer decidir lo opuesto a lo que les convendría. Y tras una de ellas, un amigo me envió el siguiente mensaje: “Te mando este documento. Es un escrito de Michal Kalecki, un economista polaco, contemporáneo de Keynes (nació en 1899 y murió en 1979), que descubrió lo mismo pero mejor fundamentado y que tuvo la mala suerte de escribirlo en polaco. El voto del empresariado contra el peronismo no es necesariamente una falsa conciencia. Se explica por la diferencia entre la masa de ganancia y la tasa. Recomiendo mucho su lectura”.

Extiendo su recomendación a los lectores de esta selección de párrafos del texto de Michal Kalecki titulado Aspectos políticos del pleno empleo.

- “Una considerable mayoría de los economistas opina ahora que, aun en un sistema capitalista, el pleno empleo puede alcanzarse mediante un programa de gastos del gobierno, siempre que haya planta suficiente para emplear toda la fuerza de trabajo existente y siempre que puedan obtenerse dotaciones adecuadas de las materias primas extranjeras necesarias a cambio de exportaciones. Si el gobierno realiza inversión pública (por ejemplo, si construye escuelas, hospitales y carreteras) o subsidia el consumo masivo (mediante asignaciones familiares, reducción de tributación indirecta o subsidios para mantener bajos los precios de los artículos de primera necesidad); si, además, este gasto se financia con préstamos y no con impuestos (que podrían afectar en forma adversa la inversión privada y el consumo), la demanda efectiva de bienes y servicios puede aumentarse hasta un punto en que se logre el pleno empleo. Tal gasto del gobierno aumenta el empleo, hay que advertirlo, no solo en forma directa sino también indirecta, ya que los mayores ingresos que genera se traducen en un aumento secundario de la demanda de bienes de consumo y de inversión”. 

- “Sin embargo, hay indicaciones más directas aún de que una cuestión política de primera clase se encuentra en juego aquí. En la Gran Depresión de los años 30, las grandes empresas se opusieron sistemáticamente a los experimentos tendientes a aumentar el empleo mediante el gasto gubernamental en todos los países, a excepción de la Alemania nazi. Esto se vio claramente en Estados Unidos (oposición al Nuevo Trato), en Francia (el experimento Blum) y también en Alemania antes de Hitler. No es fácil la explicación de esta actitud. Es claro que el aumento del producto y el empleo no beneficia solo a los trabajadores, sino también a los empresarios, porque sus ganancias aumentan. Y la política de pleno empleo antes descripta no reduce las ganancias porque no implica ninguna tributación adicional. En la depresión los empresarios suspiran por un auge, ¿por qué no aceptan gustosos el auge ‘artificial’ que el gobierno puede ofrecerles? En este artículo trataremos de resolver este interrogante difícil y fascinante”.

- “El mantenimiento del pleno empleo causaría cambios sociales y políticos que darían nuevo ímpetu a la oposición de los líderes empresariales. En verdad, bajo un régimen de pleno empleo permanente, ‘el cese’ dejaría de desempeñar su papel como medida disciplinaria. La posición social del jefe se minaría y la seguridad en sí misma y la conciencia de clase de la clase trabajadora aumentaría. Las huelgas por aumentos de salarios y mejores condiciones de trabajo crearían tensión política. Es cierto que las ganancias serían mayores bajo un régimen de pleno empleo que su promedio bajo el laissez faire, y aun el aumento de salarios resultante del mayor poder de negociación de los trabajadores tenderá menos a reducir las ganancias que a aumentar los precios, de modo que solo perjudicará los intereses de los rentistas. Pero los dirigentes empresariales aprecian más la ‘disciplina en las fábricas’ y la ‘estabilidad política’ que los beneficios. Su instinto de clase les dice que el pleno empleo duradero es poco conveniente desde su punto de vista y que el desempleo forma parte integral del sistema capitalista ‘normal’”.

- “En la depresión, bajo la presión de las masas o aun sin ella, la inversión pública financiada con préstamos se realizará para impedir el desempleo en gran escala. Pero si se intenta aplicar este método para mantener el alto nivel de empleo alcanzado en el auge subsiguiente, es probable que surja una fuerte oposición de los ‘líderes empresariales’. Como hemos mencionado, el pleno empleo duradero no les agrada en absoluto. Los trabajadores se ‘saldrían de control’ y los ‘capitanes de la industria’ estarían ansiosos de ‘enseñarles una lección’. Además, el aumento de precios en el auge es desventajoso para los pequeños y grandes rentistas y hace que ‘se cansen del auge’”.

“Ganarás el pan con el sudor de tu frente a menos que tengas medios privados”, ironizó Kalecki

- “En esta situación es probable la formación de un bloque poderoso entre las grandes empresas y los rentistas, y probablemente encontrarían a más de un economista dispuesto a declarar que la situación es manifiestamente inconveniente. La presión de todas estas fuerzas, y en particular de las grandes empresas –por regla general influyentes en algunos departamentos gubernamentales–, induciría con toda probabilidad al gobierno a volver a la política ortodoxa de reducción del déficit presupuestal. Seguiría una depresión donde la política del gasto gubernamental volvería a resultar aconsejable”.

Finanzas versus producción. La orientación al mundo financiero de varios economistas que cumplieron papeles importantes en distintos momentos de los cuatro años de Macri generó tensiones con el sector empresario más productivista. Uno de los casos paradigmáticos fue el de una de las empresas modelo del país, Arcor, que es competitiva y exporta a 127 países, cuando su CEO y nieto de su fundador, Luis Pagani, criticó en 2018 la política de libre importación de todo tipo de productos como tomate en lata.

Otro ejemplo fue el del presidente de la Unión Industrial, Miguel Acevedo, quien en la despedida a Macri en 2019, en su discurso, remarcó que “en cuatro años caímos 17% y perdimos 150 mil empleos”.

¿Tiene Horacio Rodríguez Larreta una orientación aún más financiera que Mauricio Macri? Pregunta que se formulan algunos empresarios que ya sufrieron las consecuencias de la economía PRO. Pero aun así la aversión al peronismo es en muchos más fuerte y no se trata solo de un prejuicio argentino, como lo explica Michal Kalecki en su texto sobre el pleno empleo.

Sin un acuerdo entre el capital y el trabajo mutuamente beneficioso, no se alcanzará el desarrollo sustentable que el país precisa imperiosamente para resolver el enorme problema de la pobreza.

 

Continúa mañana: Rawls