El escándalo de esta semana en Diputados es un paso más de la dramática comedia entre las dos Coreas argentinas que volvieron a declararse la guerra. Tan explícita es la fractura, que ese día sesionaron dos parlamentos: uno de la oposición, en forma presencial; y otro del oficialismo, de modo virtual.
Al día siguiente, el Presidente dijo que la Cámara no había sesionado y todos entendieron que se había equivocado. Sus funcionarios después reconocieron que sí había habido sesión y que los legisladores que sesionaron en forma virtual (el país de los peronistas) incluso habían aprobado las leyes de reactivación del turismo y de pesca.
No creo que Alberto Fernández se haya equivocado tanto. La del martes no fue una sesión del Congreso nacional. Fue la puesta en escena de dos subpaíses, la caricaturización del debate, la cerrazón argumentativa de los representantes de la polarización.
Escenas de las dos Coreas. Elisa Carrió acusando de traición a la Patria y de golpista al presidente de la Cámara, Sergio Massa; este recibiendo amenazas a sus hijos; el senador Parrilli acusando al embajador estadounidense de “formar parte de la mesa judicial de Macri para perseguir opositores”; la diputada oficialista Cecilia Moreau creyendo que Macri era capaz de cortar sus últimas horas en Suiza para romper un eventual acuerdo entre las bancadas. Y un actor cómico como Alfredo Casero desatado en la puerta del Congreso insultando al Presidente.
No son outsiders, son representantes de sectores sociales que se sienten bien reflejados en esos bordes.
La oposición se había presentado a sesiones presenciales advirtiendo que de seguir haciéndolo en forma virtual corría riesgo la República. La pregunta es si no habría más riesgo en juntar, en plena pandemia, a 257 diputados, más sus asesores y los trabajadores del Congreso que deberían asistirlos.
El Gobierno muestra un supuesto “non paper” suscripto con la oposición que acordaba la forma de sesionar
El problema de fondo no eran las leyes de turismo ni de pesca que se irían a debatir ese día, sino la controvertida reforma judicial que se espera tratar en las próximas semanas. Por eso, más allá de lo debatible del argumento opositor, la movida dejó al descubierto una pregunta clave: ¿por qué el apuro oficialista por aprobar la reforma judicial en medio de esta situación límite económica y sanitaria? ¿Por qué no esperar a que se retomen las sesiones presenciales, tratándose de algo tan importante y controversial?
En el Gobierno muestran un “non paper” (un escrito sin firmas ni sellos) que supuestamente habían suscripto días antes con la oposición. Ahí se habla del compromiso de extender por treinta días las sesiones remotas, en las cuales no se incluiría el tratamiento de temas delicados como la reforma judicial ni la del sistema previsional. El “non paper” ni siquiera lo decía, pero de palabra también se habría acordado no sesionar en forma virtual para debatir el decreto que considera a las telecomunicaciones como servicios públicos y que volvió a recrear la pelea con el Grupo Clarín.
De eso Alberto Fernández habló en Olivos con el histórico operador radical Coti Nosiglia, después de que este fuera a pedir un acercamiento del jefe de Estado con el titular de la UCR, Alfredo Cornejo.
Equilibrio o mesura. Y así como cerca del primer mandatario consideran a Macri, a Patricia Bullrich y al diputado “lilito” Maximiliano Ferraro como responsables de romper ese acuerdo; en la oposición explican que fue Máximo Kirchner, por orden de su madre, quien a las 19.15 del martes pasado informó que avanzarían con el tratamiento virtual de leyes como la reforma judicial porque “una minoría no nos va a marcar la agenda”.
Un diputado oficialista, amigo de Alberto y de Cristina, entiende que tanto en el Gobierno como en la oposición existen dos tendencias: “Convivimos entre los moderados y los fundamentalistas. Lo que pasó en Diputados fue un triunfo de los fundamentalistas, pero tengan claro que Alberto no va a romper con Horacio (Larreta) ni Horacio va a romper con Alberto”.
Entre los “fundamentalistas” de la oposición, el legislador incluye a Héctor Magnetto, como si hiciera falta algo más para entender que las heridas del pasado siguen igual de abiertas.
Por su lado, el ex presidente de la Cámara de Diputados por Cambiemos, Emilio Monzó, no está de acuerdo con ese rol de “moderados” que se atribuyen y se les atribuyen al Presidente y al jefe porteño. Lo ve así: “Una cosa es el equilibrio y otra la mesura, la moderación. La mesura necesita un posicionamiento, con la moderación necesaria para sumar a los demás, pero tomando partido y liderando. El equilibrista en cambio intenta estar bien con todos y ahí termina su juego. Horacio juega al equilibrio con Macri, con Carrió, con Patricia, con Alberto, con Frigerio, con Lousteau. Alberto hace lo mismo, aunque ahora está rompiendo ese equilibrio por la complicación de la realidad, y se inclina a uno de los extremos”.
Bustos. El 31 de agosto, Cristina regresó por primera vez a la Rosada después de nueve meses. Tras ingresar por la explanada principal, se paró frente al busto de su marido y lo tocó con su mano izquierda. El busto de Néstor Kirchner se encuentra, junto al de los otros presidentes constitucionales, en lo que se llama el Hall de Honor o Galería de los Bustos. Están hechos en mármol de Carrara y el primero fue realizado en 1883 por encargo de Roca. En mayo de 2016 fueron reubicados por orden cronológico.
En el Gobierno afirman que Alberto es tan equilibrado como moderado y que una demostración es que está avanzando con la idea de completar ese salón con los bustos que faltan: los de Isabelita, Menem, De la Rúa y Duhalde (con él había alguna duda por no haber sido electo por las urnas). Lo dicen como una muestra de unidad y una reivindicación de la institucionalidad, por los ex mandatarios y por lo que ellos representaron para sus votantes.
Como signo de unidad, planearían inaugurar en la Rosada los bustos de los presidentes que faltan e invitar a Macri
Señalan, además, que sería una oportunidad de invitar para la ocasión a todos los ex presidentes vivos incluyendo, claro, a Macri y a Cristina, como signo de concordia.
Lo que no estaría definido es si ese día también se inauguraría el busto de Cristina. En principio le correspondería porque su primera presidencia concluyó en 2011 y la norma contempla que se lo haga pasado dos mandatos.
La Argentina se debate entre las promesas albertistas de reunificación de los dos países, las huellas del cristinismo y las advertencias opositoras de que “vamos hacia Venezuela”.
Todos somos responsables de que existan dos Coreas dentro del país, pero siempre el más responsable es quien ocupa el gobierno. El responsable fue Cristina, fue Macri y el responsable hoy es Alberto Fernández.
Él es quien tiene que encontrar la forma de sentar al otro a dialogar y de convencerlo de que todos vamos a perder si no se pone punto final a este juego de suma cero que tanto daño nos hace.