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tras el 14N

La Argentina que viene

Con la única certeza de la incertidumbre, el lunes comienza una nueva etapa del país.

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Bancas. | Pablo Temes

Las especulaciones sobre lo que pasará en la semana posterior a las PASO son múltiples y, en muchos casos, auguran los mil demonios.

Desconexiones. Es claro que los problemas del día lunes serán exactamente los mismos que los del domingo. Si se agravan o no, dependerá de la dirigencia política, económica y social. En estos sitios solo se observan déficits, en todos los despachos oficialistas u opositores y en los grupos de whatsapp se construyen muchos escenarios, unos más fantasiosos que otros.

Uno de los mayores problemas que enfrenta el país es la indecisión sobre cómo encarar los desafíos que aparecen todos juntos y a todos los niveles. Si para reducir la inflación rápidamente se debe contener la emisión monetaria (un componente evidente de la inflación) el Estado tiene que eliminar los programas sociales y reducir aún más las jubilaciones y pensiones que consumen gran parte del presupuesto público en forma de gasto social. Esto sería intolerable para la base social más empobrecida del país, precisamente enojada porque los planes (para decirlo en forma genérica) son fundamentales para la supervivencia por más que hayan sido devorados por la propia inflación, la que se podría reducir si se emitiera menos. Hoy la AUH según figura en la página de la Ansés es de 6.582 pesos, lo que alcanza para algunos paquetes de yerba.

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Otro tema similar aparece en el horizonte: los subsidios a la energía eléctrica y que algunos calculan en cerca de diez mil millones de dólares para el presente año. Es una cuenta en rojo furioso en el erario público, pero se sabe del impacto que resultó para la imagen de Mauricio Macri la puesta en marcha del Excel del ex ministro Juan José Aranguren. También, y con lógica meridiana, se demanda que las fuerzas de seguridad detengan a los delincuentes en pleno ascenso de robos con violencia, pero no se acepta que se invierta dinero en nuevas cárceles o se hagan programas de reinserción a quienes salen de las prisiones, y que en forma casi indefectiblemente vuelven al mundo del hampa. Podríamos extender la lista para observar que en cada tema sensible surgen las contradicciones sociales.

Empates pírricos. Las disputas políticas y su reflejo mediático terminan en definitiva generando la sensación de inviabilidad, ya no se trata de un empate hegemónico entre fuerzas económicas contrapuestas, sino un laberinto de trabas, regulaciones sociales y jurídicas, y una sociedad que, como descree de la dirigencia política, le va otorgando y quitando el poder a cuentagotas. Este hecho se puede observar en el historial de elecciones desde 2001 a la fecha. Aunque la sensación es que el kirchnerismo ha tenido un poder fenomenal, fue derrotado prácticamente en todas las elecciones intermedias desde 2009.  

El último presidente que ha tenido en gran medida “el poder del Gran Otro” fue Carlos Menem, pero no solamente por dominio electoral, o gran mayoría en las Cámaras. En 1989 apenas llegó al 48% de los votos aventajando por diez puntos a Eduardo Angeloz, en unos resultados no tan diferentes a los de Alberto Fernández contra Mauricio Macri.

Pero Menem adquirió un poder social emergente de la propia descomposición del país fruto de la hiperinflación y los saqueos. Solo en ese escenario pudo privatizar a prácticamente todas las empresas estatales, liquidar a otras (como ELMA), desregular a gran parte de las actividades, y descentralizar la salud o la educación que pasaron a ser responsabilidades de las jurisdicciones subnacionales. Incluso pudo reprimir a los alzamientos carapintada hasta con elegancia.

Tal el poder de Menem y sus ambiciones de reelección que forzó una reforma constitucional (acordada con Raúl Alfonsín en el Pacto de Olivos) cuando parecía que podía generarla en sus propios términos. Esa reforma tiene muchos problemas y deberá ser revisada en algún momento.

Renglón aparte corresponde a la eliminación en los 90 de gran parte de la red ferroviaria, y que como burla del destino llevó al potente crecimiento de las empresas de transporte y el incremento del poder de los camioneros, al punto de que su hijo pródigo Pablo Moyano, encabece a partir de esta semana el triunvirato de la renovada CGT junto con Héctor Daer y Carlos Acuña. Si entre los años 60 y 70 la conducción de la CGT estaba en manos de metalúrgicos (UOM) y mecánicos (Smata), hoy el trío de la conducción de la central gremial proviene de la sanidad, las estaciones de servicio y de los camioneros.

La era del antitodo. Cuando se mira el escenario a partir del lunes 15 de noviembre la conclusión general es que nadie tendrá mayoría electoral o legitimidad social para generar los cambios profundos que la Argentina necesita en forma imperativa. Por supuesto, tampoco hay acuerdo sobre cuáles son los ejes sobre los cuales deberían generarse esas reformas, pero sí se puede observar el crecimiento de las plataformas antiEstado y antipolítica. La otra cuestión medianamente clara es que difícilmente las fuerzas de la oposición apoyen un programa que pueda implicar una mejora ostensible de la situación y que finalmente pueda favorecer a su adversario político.

Aunque parezca difícil, este nuevo escenario puede favorecer a Alberto Fernández si se declara prescindente de las elecciones de 2023 y construye un gobierno técnico, como sucede en Italia cuando no hay mayorías parlamentarias. Ese gobierno podría plantear una hoja de ruta con un gabinete compuesto por figuras de prestigio validado parlamentariamente y aplazar la lucha política presidencial por dos años, un poco como cuando en las carreras de Fórmula 1 luego de un accidente aparece el safety car (ajeno a la competencia) que prepara la pista para que los autos puedan volver a competir en un marco de seguridad. Con la única certeza de la incertidumbre, el lunes comienza una nueva etapa de la Argentina.

 

*Sociólogo (@cfdeangelis)