COLUMNISTAS
Asuntos internos

La banalidad del beso

16-4-2023-Logo Perfil
. | CEDOC PERFIL

Hay una nouvelle de Arno Schmidt con serias reminiscencias de Guillermo Cabrera Infante –en realidad, debería decir lo contrario, pero odio corregir. Alejandro o qué es la verdad, de 1949 –es decir treinta años antes de La Habana para un infante difunto, donde un largo pasaje hace pensar que el cubano había leído al alemán, aunque esas semejanzas en literatura ocurren–, narra en primera persona los tribulaciones de un enviado de Aristóteles que a mediados del año 323 a.C. emprende un viaje por el desierto en dirección a Babilonia acompañando una compañía de teatro, con el fin de entregar a Alejandro una misiva del filósofo de Estagira. Y como casi siempre ocurre en los relatos de viajes, el narrador se enamora.

Recordaba esa nouvelle ayer viendo en Netflix Alejandro Magno: La creación de un dios, una miniserie dirigida por la británica Lucy van Beek, y que despertó una larga serie de controversias en Grecia a raíz de ciertas afirmaciones triviales acerca de la sexualidad de Alejandro. Y son triviales porque la cuestión, en la serie, se resuelve en sí misma, y eso llevaría a creer que resultaría imposible que despertara una controversia. La ministra de Cultura griega, Lina Mendoni, definió a la serie como “narrativa de escasa calidad, de contenidos pobres y llenos de inexactitudes históricas”, y a su voz siguieron otras de personalidades políticas y del llamado “mundo de la cultura”, que siguiendo su ejemplo la comentaron negativamente, sobre todo por un motivo: encontraron relevante lo mismo que yo encontré trivial, esto es, la relación homosexual entre Alejandro Magno y su fiel compañero Hefestión.

La sexualidad de Alejandro siempre fue objeto de debate entre los historiadores, muchos de los cuales opinan que plantearse una pregunta de ese tipo carece de sentido, porque la homosexualidad y la heterosexualdiad son construcciones modernas, que no formaban parte de las normas culturales de la antigua Grecia. Según Lina Mendoni, la versión de Alejandro que se puede apreciar en la serie es demasiado estereotipada, lo que hace sospechar que la ministra solo vio el primer capítulo, porque todo en la serie es estereotipado, percepción que excede a los personajes y que se ajusta incluso a lo que dicen y a cómo se mueven. Lucy van Beek dedica algunos segundos a mostrar un beso entre Alejandro y Hefestión en el primero y en el sexto y último capítulo, pero la sospecha de que la ministra no siguió viendo la serie –es más: no continuó viendo el capítulo– reside en que poco después el docente de Historia Antigua de la Universidad de Cardiff (Gales), Lloyd Llewellyn-Jones, dice algo que tira por tierra cualquier controversia: “Las relaciones entre personas del mismo sexo eran bastante comunes en todo el mundo griego: los griegos ni siquiera tenían una palabra para indicar la homosexualidad”, cosa que para ellos simplemente representaba una mera “cuestión sexual”.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

El escándalo hizo que la Agencia Reuters corriera a recoger testimonios de académicos, historiadores y escritores, y todos respondieron más o menos lo mismo, que era absolutamente plausible que Alejandro Magno tuviese relaciones con otros hombres, simplemente porque no había razón para que no las tuviera. Uno de ellos, Philip Freeman, profesor de Ciencias Humanas en la Universidad Pepperdine de Malibú, en California –que además escribió una Biografía de Alejandro– dice que “en el mundo griego antiguo, las relaciones homosexuales eran tan normales que no resultaban extrañas a nadie”, cosa que la propia Van Beek pone de manifiesto cuando el primer beso entre Alejandro y Hefestión es interrumpido por Ptolomeo, que se comporta como si los hubiera encontrado jugando al Scrabble: una banalidad a la que nadie, salvo Mendoni y sus secuaces, da mayor importancia, porque sencillamente no la tiene.