Hace veinte años entré con cierta timidez en una librería-café de Palermo que se llamaba Crack-Up. Allí me enteré de que los Crack-Up eran también una editorial y que habían lanzado el libro de Scott Fitzgerald, pero también una antología de poemas llamada Cer dos con prólogo de Carlos Gamerro y contratapa de Fogwill, pero sin los nombres de los autores. La librería desapareció con el tiempo, pero la editorial continuó publicando y cada tanto me cruzo con los Crack-Up en alguna feria.
La última vez fue en la FED 2025, cuando pasé por el stand y creo que me contaron por enésima vez que la librería no existía más y me regalaron dos libros. Uno de Walter Lezcano titulado Los puentes salvajes, que es una empalagosa hagiografía de Roberto Bolaño. El otro es Primitivos, de Damián Stinifker, una novela que trata sobre una banda punk homónima de Quilmes que llegó a grabar un disco en los años ochenta, cuando tuvo una existencia efímera y cierto prestigio en la zona sur. La narración sigue a Lucas Virasoro, el cantante, que ahora tiene mujer y dos hijos y se dedica a atender la ferretería que era de su padre después de la disolución del grupo.
La novela empieza cuando a Lucas lo invitan a un par de programas de radio local y recibe calurosos mensajes de los oyentes. Poco después se contacta por Facebook con el bajista y el guitarrista de la banda (el baterista se fue a vivir a Europa) y empiezan a pensar en reunirse para volver a tocar en público. Snitfiker va contando la vida de Lucas en paralelo con los preparativos para el retorno al escenario. Allí descubrí que el libro viene con un QR que permite acceder a una playlist compuesta por veintitrés testimonios sobre los Primitivos a cargo de músicos conocidos en el ambiente (tanto que hasta yo conocía a algunos). Hay un vigésimo cuarto testimonio que no es de un músico sino del director de cine Néstor Frenkel, quien dice haber intentado en su momento hacer un documental sobre Primitivos. Allí empecé a sospechar que el libro hablaba de una banda realmente existente pero, tras una escucha atenta de las entrevistas, me di cuenta (bastante tarde, debo decir) que la banda no había tenido una existencia real y que cada entrevistado inventaba una historia o se la atribuía a la banda. Así, Primitivos resulta una versión escrita de This is Spinal Tap (Rob Reiner, 1984), el famoso documental sobre una falsa banda de rock.
De todos modos la novela sigue su curso, contando la reunión de Primitivos y explicando las razones que habían provocado la separación del grupo en el pasado. Así se llega, con algo de manipulación por parte de Snitfiker, a una nueva crisis dramática y a un final feliz. De todos modos, me quedé pensando, para seguir la lógica cinematográfica, que ahora correspondería hacer el making of de la novela. Me gustaría saber cómo armaron el proyecto el autor, los editores (siempre tentados por lo apócrifo) y Frenkel, que parece haber filmado los testimonios, tal vez como camino hacia el documental que nunca se realizó. Tal vez ese nuevo libro (o acaso una película), que también podría contar una historia falsa, ya esté en preparación. En cualquier caso, Primitivos tiene el mérito de volver sobre un tema inagotable, sobre todo en tiempos de inteligencia artificial: el complejo estatuto de la verdad.