COLUMNISTAS
Acero vs. acero

La Batalla de Kursk

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Batalla. “Fue el destructor temprano de los parámetros democráticos”. | cedoc

El año 1943 fue uno de los más oscuros para la historia militar alemana. Febrero comenzó con una catástrofe: la victoria soviética en la Batalla de Stalingrado, la primera derrota del Ejército alemán en tierra europea en la Segunda Guerra Mundial. A partir de allí, el retroceso de las fuerzas del Tercer Reich se agudizó cada vez más, llevándolas en poco tiempo a combatir dentro de sus propias fronteras. Mientras tanto, en Africa las cosas iban tan mal que las unidades lideradas por el mariscal de campo Erwin Rommel tuvieron que abandonar el continente en mayo, dejándoles abierta a los Estados Unidos e Inglaterra la puerta de entrada a Europa a través del sur de Italia, región que invadieron dos meses después.

Sin embargo, habría una página más para escribir en esta historia: a mediados de ese año se desarrolló la Batalla de Kursk, el mayor combate de tanques de la historia. La “Operación Zitadelle” –tal como la nombraron los nazis–, duró cincuenta días, desde el 5 de julio hasta 23 de agosto, y en ella participaron alrededor de 6 mil tanques repartidos entre 3.600 carros soviéticos y unos 2.700 alemanes, aproximadamente. Ambos ejércitos movilizaron una vasta cantidad de recursos humanos y bélicos a la zona, entre los que se contaron soldados, aviones, artillería, transportes, etc. Gran parte del destino posterior de la guerra se definió en ese campo de batalla que hoy es parte de Rusia.

En Kursk, las fuerzas alemanas buscaron asestar un golpe mortal al Ejército Rojo para frenar sus avances en la reconquista de territorios iniciada en febrero. Las tropas de Stalin habían producido una saliente en el frente sur, convirtiéndose en el punto obvio para iniciar cualquier combate en el futuro inmediato. En el caso de los soviéticos, la derrota hubiera significado un duro traspié, pero nunca una situación de crisis grave. Para las fuerzas de Adolf Hitler, en contraste, la derrota les abriría a las tropas soviéticas el frente sur y les permitiría envolver a un gran número de soldados alemanes que se encontraban luchando en el centro de la línea de combate, una región formada por partes de las actuales Bielorrusia, Ucrania y Rusia. Una eventual victoria soviética, entonces, podría hundir el frente de batalla principal de la guerra en el Este hasta la frontera con Alemania, algo sumamente peligroso y que traía consigo el fantasma de la derrota.

Como lo hizo siempre en el frente oriental, el régimen nazi puso en Kursk lo mejor que tenía y más aún: trasladaron especialmente a sus mejores divisiones de caballería blindada, junto a otras de infantería, artillería y de las SS; se desplegó lo más avanzado de la tecnología bélica germana del momento, como eran los tanques Königstiger VI o el Panther; allí estuvieron algunos de los mejores generales del Ejército alemán como, por ejemplo, el mariscal Erich Von Manstein (el cerebro detrás de las conquistas de Polonia y de Francia en los “tiempos dorados” de la Blitzkrieg o “guerra relámpago”); también fueron convocados varios de los míticos “aces de los tanques” como, por nombrar uno, Michael Wittman.

En esta batalla que ya en ese tiempo cobró un tono épico, los alemanes fueron derrotados y perdieron la mayoría de sus carros de combate. Las tropas soviéticas también colocaron lo mejor de sus fuerzas y probaron su gran capacidad de fuego, resistencia y destrucción. Según algunas crónicas, los alemanes chocaron contra un “muro de acero” conformado por una línea defensiva de miles de tanques, artillería pesada y soldados que combatieron hasta el último aliento. De esa forma, Hitler perdería para siempre cualquier posibilidad de iniciar una ofensiva de proporciones en el Este, quedando condenado a resistir frente al Ejército Rojo, una fuerza militar que estaba profundamente sobrecargada de un ánimo de revancha, venganza y odio contra el invasor alemán, definido como un enemigo absoluto.

Los tanques soviéticos hicieron temblar Europa y presagiaron un futuro negro para las fuerzas del Eje. Luego de Kursk, la derrota de Alemania sería una cuestión de tiempo. Los combates en el frente oriental se extendieron durante todo 1944 y para comienzos de 1945, las tropas soviéticas ya se encontraban peleando dentro del territorio alemán. Su objetivo era llegar a su capital, Berlín, derrotar a Alemania y capturar a Hitler. La Batalla de Kursk abrió el camino a la victoria soviética en el Este, el escenario principal de la Segunda Guerra Mundial donde se definió gran parte de la historia del siglo.

*Becario Posdoctoral. Idaes/Unsam/Conicet).