Casi inmutables, quienes integran la Corte Suprema de Justicia evalúan diferentes hipótesis de conflicto tras la extendida diatriba que les dedicó esta semana la vicepresidenta de la Nación. No les resultó indiferente que a esa escalada se subiera parcialmente Alberto Fernández.
Cristina Fernández de Kirchner dio a conocer su filípica el miércoles 9, cuando caía el sol. Carlos Rosenkrantz, Horacio Rosatti, Elena Highton, Juan Carlos Maqueda y Ricardo Lorenzetti le dedicaron al tema apenas unos minutos en el Zoom matinal habitual de los jueves.
Con diferencias entre algunos de ellos que perduran (y acaso no se esfumen nunca), coincidieron en mantener silencio. Y en esperar, mientras continúan con sus labores. Porque creen que la renovada ofensiva oficial no se limitará a las palabras.
Uno de los escenarios que imaginan en el máximo tribunal del país es que el kirchnerismo vuelva con la idea de ampliar la composición de la Corte.
Según circula en el cuarto piso del Palacio de Tribunales, a CFK le quedó atragantado que el Consejo Consultivo de juristas que presidió su abogado Carlos Beraldi no recomendara aumentar la integración cortesana.
En esas mil páginas que le entregaron al Presidente, los y las juristas sugieren cambios procesales para que cualquier juicio no tenga que resolverse sí o sí en la Corte. “Eso mismo venimos pidiendo nosotros hace mucho tiempo”, comenta con una sonrisa irónica un experimentado habitante del piso 4.
Otra de las especulaciones judiciales respecto de lo que puede venir es el juicio político a toda la Corte o, en su defecto, a alguno de sus miembros. Fuentes gubernamentales dan como favoritos en las apuestas a Rosenkrantz y Lorenzetti, justamente los dos integrantes que se dispensan mutuamente los mayores enconos.
En el oficialismo, al actual presidente de la Corte le endilgan identificación político-ideológica con el macrismo, además de vinculaciones muy estrechas desde su actividad privada con poderosos intereses económicos. Al ex presidente Lorenzetti, lisa y llanamente lo tildan de traidor.
Por las dudas, el viernes 11, el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, salió a aclarar que el Gobierno “para nada” estaba pensando en impulsar el juicio político a la Corte. Si él lo dice debe ser así.
La tercera opción que se plantean como posibilidad en los Tribunales es la más temeraria. Se analiza si en caso de un triunfo amplio en las legislativas 2021, el Frente de Todos podría obtener los dos tercios del Senado y mayoría propia en Diputados como para encarar nuevas aventuras. Una reforma constitucional, por ejemplo.
Amén de las elucubraciones, en la Corte Suprema entienden, aunque no justifican, el encono de Cristina. “Vuelve a su agenda 2013 de reforma judicial. Y recargada por su default judicial 2020: no pudo parar un expediente ni proceso de los que tienen ella y sus hijos”, explica una fuente calificada. Y prosigue: “Se la debería agarrar con Alberto o con Wado (De Pedro, ministro del Interior y habitual interlocutor con el alto tribunal), pero prefiere agarrársela con la Corte. Por ahora”.
Tal vez esto explique por qué De Pedro y su hermano del alma Gerónimo Ustarroz, su hombre en el Consejo de la Magistratura, empezaron a ver cómo viejos operadores judiciales del kirchnerismo volvieron a recorrer, despachos, llevan y traen. El caso más notorio es el de Javier Fernández, muy cercano a un tal Jaime Stiuso. No es el único regreso.
Suena el silencio cuando se consulta sobre los puentes albertistas con la Justicia, que brillan por su ausencia. Incluso alguno reciclado del macrismo, como Daniel Angelici, que ofreció sus servicios.
Nada ni nadie hasta el momento evitó que la Corte Suprema confirme las condenas en los juicios a Luis D’Elía, la tragedia de Once y Amado Boudou. O que rechazara los recursos presentados por los ex funcionarios K Julio De Vido, Ricardo Jaime, José López, Jorge Mayoral, Lisandro Salas, Roberto Baratta y Rafael Llorens, entre otros, en distintas causas.
Cristina ya tiene más de una docena de recursos ante el máximo tribunal, además de juicios orales en marcha y por marchar, que se terminarán resolviendo en la Corte, claro. Eso es lo que ve CFK, que otros no ven o prefieren no ver. Y por este presente continuo, ella vislumbra su futuro judicial imperfecto. Por eso la guerra, que aún no empezó de verdad.