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La danza del salvavidas

Scott Bessent
Scott Bessent | Bloomberg

Si Scott Bessent quiere ayudar, mejor que controle sus palabras: un hombre de Estado no puede ser ambiguo. Por un comunicado sostuvo que empezarían las tratativas de aportes al país después de las elecciones y, ante la especializada agencia Bloomberg, aseguró que la asistencia a la Argentina “es un puente hasta las elecciones de octubre de 2026”. No es precisamente lo mismo, obvio, y el secretario del Tesoro norteamericano no ganó precisamente el título de hábil declarante: confunde más que aclara, por encima de que cualquier gobierno de la región disfrutaría de esos respaldos monumentales que prometen Bessent y su líder mayor, Donald Trump. Una inyección anfibológica que, al menos para los mercados, se revolucionó a la suba el pasado lunes y martes, para luego pasar al jueves y viernes con lúgubres expectativas para esta semana. Inestables, al menos.

Pero lo que ha sido frustrante en materia económica, y merece precisión sobre la intencionalidad, en cambio encontró alivio para la política: los anuncios de Bessent y el mismo Trump abortaron otras complicaciones institucionales —por ejemplo, la posibilidad de convocar a una asamblea legislativa para remover a Javier Milei— surgidas a partir de los rechazos mayoritarios en el Parlamento a los distintos vetos del Presidente. Y a la maníaca costumbre de los rivales por mofarse de las debilidades ajenas y aprovechar equívocos y soberbia del contrincante. Al entusiasmo de esa campaña destituyente la promovía una variada oposición, hasta con nombres y apellidos para reemplazar al mandatario, según el gobierno. Hay algo curioso en la doble intervención oral de la administración norteamericana, en su resultado práctico: lo que iba a ser un empujón balsámico para las finanzas perdió luego energía y solvencia, mientras en su lugar hubo un refuerzo para la situación política del oficialismo. Bessent, quien fuera amigo y ganara dinero en Nueva York con Luis Caputo y Alfonso Prat Gay ejerciéndose en fondos, todavía no debe entender lo que provocó la influencia de sus declaraciones. Y, en este caso, tal vez se equivocó de tronera al pegarle a la bola con un taco de billar. A menos que, por estar en la cúpula del poder y tener expertise en la multiplicación de billetes, también se haya convertido en un mago de la política.

Los anuncios de Bessent y de Trump abortaron complicaciones institucionales.

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El gobierno, inquieto por las encuestas en territorios clave y en franca rebeldía con un Congreso cada vez más intenso en sus ataques, viene anunciando algo más que un tufillo en su contra para desposeer a Milei del bastón. Antes o después del comicio del 26 de octubre, fantaseaban los opositores con desalojarlo mediante un juicio político. Hubo legisladores que lo manifestaron y diversos tránsfugas de la Libertad Avanza se anotaban en esa intriga. Ni hablar de la vice Victoria Villarruel. Bastante silencioso el peronismo: hay que dejar que el gobierno se siga equivocando y que no prenda como un éxito en la audiencia la baja de la inflación, también de la pobreza o el equilibrio del gasto público. Un medidor de la sensibilidad de la crisis es que el riesgo país osciló entre 700 y 1.500 puntos, temperatura variable, copia de lo que ocurrió con Fernando de la Rúa para sacarlo del sillón de Rivadavia.

Al emerger Trump y Bessent con un declarativo salvavidas de auxilio, parece disiparse esa fronda adversa. Un éxito. Hasta la Casa Blanca habló de una reelección de Milei en 2027, como si fueran vendedores de chucherías en el Ferrocarril Sarmiento. Sirvió para que la orquesta opositora guardara los instrumentos para otra ocasión festiva, aunque continuara tarareando la melopea del golpe. No fue lo mismo con los cálculos de ayuda, ni siquiera está clara la lista de condicionalidades para los aportes económicos prometidos desde EE. UU. —bueno, comprar dólares es uno—; en los mensajes también parece anotarse una demanda política: constituir una alianza con otros sectores de filiación semejante, ampliar la base de sustentación del oficialismo en el Congreso, abandonar la insistencia por conservar una identidad partidaria de escasa edad. Más exigencias que detalles a tener en cuenta, reclamados por un norteamericano que gobierna y negocia todos los días con los legisladores.

Además de hablar hace unos meses Trump con Mauricio Macri, reunión en la cual más de uno infirió que se abocaron a lo que luego iba a ocurrir en Venezuela —el envío de la flota a sus costas para “combatir el narcotráfico”— es probable que el ingeniero boquense haya insistido entonces con su pregón sobre la necesidad de revitalizar la unión electoral del PRO con Milei en algunas provincias y capturar, de paso, otros dirigentes hambrientos que en el desorden político se empezaron a cambiar de camiseta. Están registrados más de un nombre en Diputados y Senado. Esa prédica dispersa en todas las reuniones a las que asistió, Macri jamás pudo etiquetarla con el Presidente, al que no ha podido ver desde hace un año. El tema de la identidad del mileísmo, la pertenencia, la propiedad del título y los votantes, los separaba sin consulta; en rigor, el propósito de la Libertad Avanza fue siempre devorarse a Macri & Cía., cooptar todo su equipo para exponerse como único adversario del cristinismo. Al revés de Cronos o Saturno, pretendía comerse a sus predecesores, según la mitología que uno elija. Igual, Macri siguió sosteniendo la sociedad con el Presidente, algo afectada por dilectos de su cuño que también se trasvasaron a la hora de votar.

Casi seguro, la próxima semana Milei invitará a Macri a una charla política.

Ahora, Macri se endulza con una invitación: casi seguro esta semana Milei, si no lo ha hecho ya, convocará a una charla al jefe del PRO. Parece hoy más interesado el Presidente en ese encuentro que el mismo Macri. Costumbristas, no se sabe si apelarán a una cordial comida con milanesas, menú repetitivo pero en el que ambos comulgan. Si se presume que el invitado a Olivos irá con una hilera de reclamos, no solo para cimentar el connubio, sino también para ampliar una frágil base electoral que, de acuerdo con las encuestas, ha perdido oxígeno en varias provincias (en Córdoba, como modelo histórico de amor por ambos, en lugar de los 4 o 5 diputados que las Fuerzas del Cielo pensaban cosechar, ahora los sondeos lo bajan a tres, perdiendo uno y medio que tenía hace dos meses a favor de Juan Schiaretti y uno a Natalia De la Sota, avalada por un Sergio Massa que jamás olvidará que Schiaretti le impidió ser Presidente de la Nación).

Lo de Macri se asemeja a lo que sugiere Trump. O al revés. Y si el grandote puede cambiar todos los días, subir o bajar los aranceles según el rostro del vecino, estar unos días más amigo de China que de Rusia, o viceversa, ¿cuál es la razón de que en la periferia un simpatizante suyo insista con la pureza partidaria, con el control absoluto de su agrupación, cuando en el Congreso su equipo pierde todas las semanas por goleada y padece el riesgo del juicio político? Macri pedirá un cambio de estrategia, antes o después de la prueba comicial del 26, al margen de otro detalle precioso: si le proponen cercanía con gente de su espacio para el gobierno, no la suministrará por el momento (tampoco tiene demasiado para ofrecer). A menos que haya cambios de nombres en la gestión, dicen. También a él ahora se le da por mantener la pureza propia o por desconfiar de la sustancia política de la Casa Rosada. Todo cambia. A más información, pobre sin duda, no ha llegado este cronista.