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Regímenes autoritarios

La derrota del imperialismo

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Talibán. Es un grupo de la minoría pastum, surgido de las escuelas religiosas. | cedoc

China, Rusia, Irán, Turquía, Pakistán, Venezuela y Cuba celebraron la retirada caótica de los Estados Unidos y sus aliados de Afganistán. El Grupo de Puebla redactó un enigmático tuit citando a Simone de Beauvoir. Solo faltaría el comentario conspicuo de Hebe de Bonafini para cerrar el círculo de opiniones virtuosas sobre la caída de Kabul y el control del país por el Talibán. La foto del ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi, junto al líder talibán, Mullah Abdul Ghani Baradar, al igual que las noticias sobre la reunión en Moscú de la delegación encabezada por Shahabuddin Delawar, recorrieron el mundo para indicar el apoyo de ambos países al Talibán aun antes del avance definitivo sobre la capital afgana. 

Todo lo que huela a derrota del “imperialismo” puede celebrarse sin importar el significado y sus consecuencias. El gobierno talibán será teocrático y aplicará la ley islámica como lo hiciera durante su experiencia en 1996-2001 con la creación del Emirato Islámico de Afganistán. No existirá democracia y las mujeres volverán a ser reservadas para servir, masturbación y procreación de la especie. Todo atisbo de cultura occidental será prohibido porque corrompe las mentes e impide plena dedicación a los principios del islam.

La situación en Afganistán repite los sucesos de Irán en los años 70 con el regreso del ayatolá Khomeini en febrero de 1979. El regreso, la revolución contra el sha Reza Phalavi y la fundación de la República Islámica fueron festejados por el progresismo de todo el mundo, incluyendo el renombrado Michael Foucault, porque terminaba con el régimen autocrático apoyado por Estados Unidos. En poco tiempo, los fundamentalistas aniquilaron a las facciones democráticas y crearon un estado militar para asegurar la aplicación de las leyes religiosas. El actual presidente de Irán, Ibrahim Raisi, está acusado de avalar la matanza de prisioneros políticos en 1988.

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El Talibán es un grupo religioso perteneciente a la minoría pastum, surgido de las escuelas religiosas conocidas como madrazas después de la retirada de la Unión Soviética. Arabia Saudita proveyó la financiación para expandir el islam sunnita. Esta participación facilitó los contactos mantenidos en Doha entre Estados Unidos y el Talibán para firmar el Acuerdo para Traer la Paz el 29 de febrero de 2020 con el compromiso de retirar las tropas norteamericanas a cambio de impedir que Afganistán se convierta de nuevo en un santuario para el terrorismo. 

Donald Trump asumió el compromiso de terminar la guerra durante su campaña electoral y  Joe Biden retomó esa promesa ante el cansancio de la opinión pública de continuar apoyando una guerra lejana sin avizorar un horizonte. Los atentados a las Torres Gemelas, que fueron la excusa para la intervención en 2001, ya no justificaban el enorme nivel de gastos para apuntalar un régimen acusado de corrupto. En esta oportunidad, como lo fuera durante la Guerra de Vietnam, la opinión pública norteamericana espoleada por los grupos pacifistas fue la que jugó un papel determinante en la decisión de abandonar la batalla y dejar librados a los aliados a su suerte. En Vietnam, al igual que en Irán, los vencedores desataron campañas de terror contra los colaboracionistas. En ambos casos, los mismos grupos que condenaban las atrocidades del ejército americano permanecieron callados ante los crímenes de los triunfadores. 

El Talibán no es un gobierno legítimo elegido por el pueblo. Los integrantes de este ejército irregular pudieron arrollar a las fuerzas afganas porque se creen portadores de un mandato divino que les ordena instaurar la ley de Alá y destruir a los infieles. La caída de Afganistán muestra una vez más la debilidad del mensaje de igualdad de la democracia ante la creciente coalición de fuerzas externas que favorecen los regímenes autoritarios, con la complacencia de los detractores internos conocidos como idiotas útiles en otras épocas.

*Diplomático.