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crisis de las democracias

La diabetes de América Latina

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Temer. El presidente más impopular de una región con poca fe democrática. | AP
Los servicios de “inteligencia” han tenido muchas veces información que les indica la posibilidad de un ataque terrorista: varios de ellos han fallado en saber cuáles son las informaciones que se transforman en hechos.
No menos sucede con los fenómenos sociales. Hoy las ciencias sociales están inundadas de información, con todo tipo de hipótesis y teorías sobre lo que nos sucede, pero ¿cuál es la que nos indica qué es lo que nos sucederá, o el camino que estamos construyendo?
En el análisis de la democracia en América Latina, la transición trajo consigo una ola sobreoptimista de la senda evolutiva del proceso de consolidación. Esta se instaló en el imaginario de la academia, así como de actores políticos y sociales. Muy tempranamente, sin embargo, supimos de luces amarillas y rojas que indicaban puntos complejos de resolver, a los que no se les dio suficiente atención.
Hoy, al mirar la evolución de la consolidación de la democracia en la región, vemos con claridad que hubo tiempos mejores y que, aproximadamente desde 2010, vamos en franco declive. Esta es la cuarta medición con datos sostenidamente negativos para la democracia de la región y pareciera, al mirar la agenda informativa, que sólo prestamos atención cuando ya no se puede dejar de reaccionar, como en Venezuela.
Los otros 17 países de la región tienen democracias en declive, lenta pero sostenidamente se han perdido 8 puntos porcentuales en el apoyo a la democracia y 14 puntos porcentuales de satisfacción, los gobiernos han perdido 22 puntos porcentuales de aprobación desde 2009 y, en promedio, tres de cada cuatro latinoamericanos estiman que se gobierna para los intereses de unos pocos, aumentando 14 puntos porcentuales desde 2009. A ello se le agrega que en seis países de la región la corrupción como problema principal es superior al 10%. Lo que ha aumentado de manera exponencial es cómo se instala la corrupción como problema principal en los países de la región. Está inundando los sistemas políticos, afectando los partidos, la legitimidad de los Parlamentos, los gobiernos y también la moral social. Hay percepciones altísimas de soborno a policías, a jueces, a funcionarios de ministerios, afectando la confianza y la legitimidad de las instituciones.
No menos importante es el nivel de conflicto percibido de al menos seis de cada diez latinoamericanos, entre ricos y pobres, hombres y mujeres, empresarios y trabajadores, y la violencia desde la intrafamiliar hasta la verbal, que muestran una región que en las tres décadas de transición no ha logado desmantelar ni una de ellas.
No es de extrañar que esté en declive la democracia. Lo que funciona y se desarrolla es la economía. La región ha aprendido a crecer, ha construido una clase media y sacado al menos 100 millones de personas de la pobreza. Nunca antes tan pocos habían tenido dificultades económicas, pero sigue siendo cerca de la mitad de la población los que miran cómo a los otros les va bien. El éxito de la economía y el crecimiento van en dirección exactamente opuesta a la evolución de la democracia, que lentamente se desconsolida.
Ninguno de los problemas mencionados se manifiesta de una manera que produzca alarma pública. Se trata de fenómenos invisibles, que penetran en la manera como se relacionan unos con otros, llegando a una baja histórica de la confianza interpersonal, donde en algunos países, como
Brasil, ha dejado de existir ese tipo de confianza en 93% (desconfianza) de la población. Pero no nos engañemos, esto no es un problema brasileño: el promedio de desconfianza interpersonal en la región alcanza el 86%. Ello cambia la manera como se interactúa dentro de la sociedad. Cambia el comportamiento.
Este declive de la democracia es como la diabetes, una enfermedad invisible, que no invalida. La enfermedad, sin embargo, avanza hasta terminar con la vida del paciente, afectando lentamente otras funciones.
La democracia en América Latina está enferma, con una enfermedad invisible que no levanta voces, como la diabetes, avanza sin meter ruido. Estos datos son iguales a los enviados a los catalanes antes del ataque en la Rambla, hay que saber identificarlos para poder actuar a tiempo, antes de tener que sufrir las consecuencias.

*Directora de Latinobarómetro.