Lawrence Washington, medio hermano de George –el primer presidente de los Estados Unidos– fue una de las personas que más influyó en su vida. Jiang Qing, su última esposa, en la de Mao Tse Tung. Manuel “Barbarroja” Piñeyro en la del comandante Fidel Castro. Barack Obama eligió para su primera nominación a Rahm Emanuel; lo erigió en jefe de staff de la Casa Blanca. Estas influencias pueden ser permanentes o contingentes. Por lo demás, no siempre los primeros son los definitivos ni los definitorios, ni siquiera los que definen. Pero en cualquier caso, constituyen un prisma a través del cual observar a los hombres convocados a ocupar un lugar en la historia, para saber más sobre ellos y sus conductas futuras.
Rahm “Rahmbo” Emanuel es diputado por Illinois, el presidente de la bancada demócrata en la Cámara de Representantes y la cuarta persona en importancia dentro de su partido. Definido como un “hiperactivo e irreverente perro de pelea”, alguna vez dijo sobre esa característica: “... hay mañanas en las que despierto odiándome yo también”.
Sus simpatizantes dicen que su personalidad aplanadora lo transformará en un inigualable arquero agazapado bajo los tres palos que anteceden al Salón Oval, donde recibe el presidente, a lo que deben sumarse su conocimiento acerca del toma y daca inherente a los legisladores y sus inspiraciones para la recolección de dinero de campaña. Casado con Amy Rule, a quien conoció en una cita a ciegas, estudió ballet en la Escuela Superior, le amputaron el tercio superior del dedo medio de su mano derecha, sirvió en la Casa Blanca como consejero de Bill Clinton, es un judío practicante, y las personas informadas aseguran que Joshua “Josh” Lyman, el personaje de la serie El Ala Oeste (donde se ubica el Despacho Oval y las oficinas de los principales miembros del equipo del presidente) representado por Bradley Whitford, tuvo en Emanuel su fuente de inspiración.
Barack Obama y Rahm Emanuel recorrerán –con las elecciones a sus espaldas– los 120 mil pies cuadrados de oficinas que la Administración General de Servicios puso a su disposición en el centro de Washington. El nuevo jefe de staff le recordará al próximo presidente un compromiso: hay que redimensionar a las agencias de seguridad e inteligencia, fijarles una misión clara, repasar el costado humano del espionaje e imponerles términos fijos acerca de quién es el presidente y qué decisiones está dispuesto a tomar. Obama reflexionará acerca de lo difícil que será disciplinar a más de una decena y media de instituciones. Recordará una anécdota: en cierta ocasión, cuando un encuestador lo hizo enojar, Emanuel le envió envuelto en papel de diario húmedo un pescado muerto. Concluirá en que no va a estar solo en la tarea que tiene por delante.
Aunque el presidente de Irán lo desmintió, aduciendo sentirse apenas cansado, circulan versiones de que está enfermo, y de que no se presentaría en las próximas elecciones. El ex embajador iraní en Italia, Abolfazi Zohrevand, declaró hace poco que en la residencia donde se alojaba Ahmadinejad durante su estancia en Roma, fue detectada una creciente concentración de radiación de alta intensidad. Las relaciones con Irán son una de las cuestiones centrales en la política exterior de la Administración Obama. El padre de Rahm Emanuel, Benjamin, durante 1930/40 fue miembro del “Irgun”, una organización sionista que hostigó hoteles, estaciones de tren y otros edificios en Palestina. “Por supuesto que va a influir en el presidente para que sea pro Israel”, declaró sobre su hijo, “¿... por qué no habría de hacerlo? ¿Acaso qué es, un árabe? No fue fichado para limpiar los pisos de la Casa Blanca”. Es posible que una caminata entre Obama y Ahmadinejad en el Jardín de las Rosas, entre manzanos, tulipanes, prímulas y jacintos en Washington, o en el Palacio Golestan (curiosamente, el Palacio del Jardín de las Rosas, en farsi) deba postergarse. O que en primera instancia, la diplomacia tenga que hacerse cargo. No la preferida por George Bush, para quien un embajador probable hubiera sido el general George Custer y un escenario suficientemente heroico la batalla de Little Big Horn, sino la que imagina Obama, más activa, profesional, persuasiva e inclinada a los programas de ayuda al extranjero.
Según el periodista David Swanson, Barack Obama no está a punto de resolver por sí solo los problemas del país y del mundo, pero existe la posibilidad de que sienta la influencia de la opinión pública y se trata de un político que responde a la presión ciudadana. “Esto es algo esperanzador, y allí está el rol de los ciudadanos norteamericanos”. Rahm Emanuel es un político muy apegado a responder a las promesas previas. Su manera predilecta de comunicarse con los votantes consiste en interpelarlos en los ingresos a los supermercados. Respecto de la necesidad que tendrá Obama de cumplir con sus ofertas de campaña ha dicho: “... hay que mostrarle a la gente que puedes gobernar. Envíales lo que les dijiste que les ibas a enviar”. No faltarán ni adrenalina ni heterodoxia ni vigilia en la nueva administración. El consultor David Axelrod, refiriéndose a los llamados al alba que le hacía Emanuel durante la campaña legislativa de 2006, suspiró: “... ya no deseo un reloj despertador”.
El Congreso de los Estados Unidos dispone de un sistema, al alcance de cualquier usuario, que permite conocer las intervenciones más salientes de sus integrantes, a través de algunos párrafos significativos de sus exposiciones. Rahm Emanuel propuso un plan llamado “Bienvenidos a Casa” destinado a los combatientes que regresan del frente y afrontan una transición a la vida civil, semejante al que ideó el presidente Roosevelt para los veteranos de la Segunda Guerra mundial (“G.I. Bill”). Pensar en programas de salud, educación y entrenamiento laboral y fondos para la adquisición de viviendas supone un horizonte en el que el abandono de Irak será progresivo y los Estados Unidos se centrará en la lucha contra el terrorismo global. Sin cárceles como las de Guantánamo.
A lo largo del proceso electoral, el presidente electo habló regularmente con el secretario del Tesoro, Henry Paulson, sobre la crisis financiera. Aunque la situación requiere que lo que vendrá exhiba signos inequívocos ante lo que se está yendo, existe el riesgo de que un excesivo protagonismo de Obama lo hilvane con George Bush. Su incuestionable lealtad al presidente y su experiencia e instinto sobre cómo hacer que funcione la Casa Blanca, le dan a Rahm Emanuel la posibilidad de formar parte del sistema de toma de decisiones en esta materia, aunque para ello Obama deba apartarse algo de su promesa de tomar distancias del “hábitat Washington”.
Si Emanuel termina siendo lo que parece que va a ser, hay algunas pistas para imaginar cómo Barack Obama va a abordar parte de su extenuante agenda.
*Ex canciller.