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La economía determinada por la política

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Banco Central de la República Argentina. | CEDOC

En la antesala de las PASO, el dólar permanecía estable, el Banco Central, al margen del mercado de cambios –aunque con una tasa de interés elevada– y la inflación perforaba el 2,5% mensual. Como si esto fuera poco, las licitaciones con el sector privado de Letras del Tesoro se renovaban casi en su totalidad, aunque sus vencimientos difícilmente excedían al 10 de diciembre próximo.

En contraposición, en la última semana el tipo de cambio avanzó 7% y acumula una suba de 30% desde las PASO. Para peor, el Banco Central vendió más de US$ 1.200 millones de reservas y la tasa de interés escaló otros 10 p.p., llegando a 85% y, como si esto fuera poco, las licitaciones de Letras del Tesoro quedaron desiertas, aun en los plazos anteriores al 10 de diciembre.

Evidentemente, el cambio de expectativas que provocaron las elecciones abrió un desenlace fatal. Ahora bien, ¿por qué llegamos hasta acá? Y, más importante aún, ¿qué nos esperará?

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Respecto de la primera pregunta, la respuesta está en la liberalización financiera de los últimos años. En pos de imitar a las principales economías del mundo, y de esa manera atraer inversiones, la gestión de Cambiemos desarmó la mayoría de los controles a los flujos de capitales impuestos en los años anteriores.

Sin embargo, y como cualquier indicador económico señala, este intento no funcionó; o solo lo hizo de manera parcial y durante poco tiempo. Principalmente porque las inversiones que llegaron fueron casi todas financieras y, en su gran mayoría, de corto plazo. A contramano, la inversión extranjera directa, que posee un impacto directo sobre el entramado productivo y provee un influjo de divisas más sostenible, arribó con cuentagotas. Además, al desregular la cuenta capital se cometió un exceso, eliminando también varias medidas macroprudenciales, recomendadas incluso por el propio FMI, en el afán por atraer la mayor cantidad de capitales –financieros– en el menor tiempo posible. El problema fue que esta atracción veloz, reflejada en la fenomenal apreciación cambiaria de 2017, se transformó rápidamente en una salida veloz, dando cuenta de las crisis de 2018 y 2019.

Concretamente, los temores del mercado estriban en qué políticas aplicaría un eventual gobierno del Frente de Todos para recuperar a una macroeconomía muy golpeada.

Partiendo del final del segundo gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, que terminó con un control estricto a la compra de divisas, un default selectivo con holdouts y precios relativos extremadamente desalineados –a modo de ejemplo, entre 2007 y 2015 el dólar y las tarifas subieron la mitad que el nivel general de precios–, estas dudas tienen un fundamento.

Consciente de ello, y en pos de evitar esta dinámica de crisis, Alberto Fernández moderó su discurso durante parte de la campaña pre PASO e intentó garantizar que estas medidas habían quedado atrás. Sin embargo, la reacción de los mercados fue clara y al otro día de su triunfo los indicadores financieros y cambiarios de nuestro país se derrumbaron. Para frenar este deterioro, problemático para todos, los dos candidatos parecían haber decidido cooperar, calmando a los mercados en la semana y media siguiente. Lamentablemente, y como es sabido, la cooperación se rompió esta semana y el pánico de los primeros días post PASO recrudeció, no ya sobre una economía que estaba recuperándose de manera muy lenta, sino sobre una absolutamente frágil.

En consecuencia, sus efectos negativos sobre el sistema financiero y la economía real serán tan significativos como persistentes. Por lo tanto, la aceleración de la inflación y la consecuente caída del salario real con su impacto sobre una demanda interna totalmente deprimida se agravarán y es probable que la cadena de pagos, en estado de máxima tensión, termine por romperse. Como resultado, el consumo profundizará su rojo y la inversión seguirá cayendo a dos dígitos, por más tiempo y a mayores tasas de lo esperado días atrás.

Para evitar esta crisis, la tercera de magnitud desde la vuelta de la democracia, serán necesarias algunas señales que provengan de la política y logren frenar la corrida. A juzgar por las declaraciones –y silencios– de la última semana y una campaña electoral tan al rojo vivo como el dólar (aun cuando su resultado principal está casi resuelto, faltan definir gobernaciones y la composición de parte de las cámaras legislativas), la esperanza parece tan perdida como el valor del peso.

*Economista jefe de Ecolatina.