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opinión

La escuela de Rosario

En La tradición alemana en la filosofía, Alain Badiou y Jean-Luc Nancy mencionan el interés de Jean-François Lyotard por Adorno.

1-11-2020-Logo Perfil
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El público siempre se renueva, así que puedo repetirme sin problemas (en verdad, en relación con esta columnita, más que renovarse creo que disminuye, huye, sale despavorido). Pues entonces puedo volver a decir algo ya dicho aquí mismo hace años: si en lugar de Rosario (en torno al Centro de Estudios de Teoría y Crítica Literaria, pero derramando mucho más allá) fuese alguna ciudad europea, a la escena de la crítica literaria rosarina ya se la nombraría como Escuela de Rosario, como se habla de Escuela de Ginebra. Allí se llaman Jean Starobinski o Albert Béguin, y aquí Sandra Contreras, Sergio Cueto, o la siempre recordada Adriana Astutti, entre muchos otros. No es de extrañar entonces que de allí mismo surja Barthes en cuestión, libro recién publicado que reúne un ensayo inédito de Paul de Man sobre Barthes, más una impecable introducción de Judith Podlubne (en coedición entre Nube Negra, de Rosario, y Bulk Editores, de Santiago de Chile, en la colección Discusión, dirigida por Alberto Giordano, nombre, como el de Podlubne, también clave en esa escena crítica). 

Imposibilitado, en los 2100 caracteres que me quedan, de dar cuenta a fondo de la discusión entre De Man y Barthes, prefiero rondar en diagonal sobre un par de aspectos, seguramente menores, que no dejaron de llamarme la atención. El primero es esta frase de De Man: “Los maestros indisputables del género son Walter Benjamin y Theodor Adorno, y aunque Barthes fue un partidario temprano de la obra de Brecht en Francia, dudo de que haya conocido bien a Benjamin y Adorno”. Es cierto, Barthes casi no salió del dominio francés, salvo en las citas precisamente a Brecht y a los románticos alemanes, sobre todo en Fragmentos de un discurso amoroso. Alguna vez Sarlo escribió un artículo notable sobre por qué Barthes evitó escribir sobre Borges, habría ahora que pensar la ausencia de Benjamin, textos con los que seguramente tiene más de un punto en común. Pero luego Benjamin alcanzó gran repercusión en Francia, en autores como Derrida, Didi-Huberman, etc. No fue el caso de Adorno, quien hasta hoy permanece en un lugar secundario. En La tradición alemana en la filosofía, Alain Badiou y Jean-Luc Nancy mencionan el interés de Lyotard por Adorno (notorio por ejemplo en Heidegger y “los judíos”) y no mucho más. Es curioso. También habría que reflexionar sobre esto (tengo agendado comprar el número 871 de Critique, dedicado a “Adorno: suites françaises”, es decir, a la recepción de Adorno en Francia). 

El otro tema aparece en las notas al pie. En cada cita de Barthes, como corresponde, la edición menciona al traductor de sus libros. Al verlos uno tras otros, el elenco da un efecto notable: José Bianco, Héctor Schmucler, Ramón Alcalde. A los que habría que sumar Nicolás Rosa, Oscar Terán y Alan Pauls. Traducir a Barthes, para casi todos ellos, antes, o mejor dicho, al mismo tiempo que una labor profesional, fue una operación literaria. ¿Vale esto también para Bianco? No lo sé. En verdad, poco conozco sobre las razones y pormenores de su traducción de Crítica y verdad, de 1972 (fui a buscar información en La constelación del sur, de Patricia Wilson, pero obviamente no encontré nada, las traducciones que analiza de Bianco son literarias y de décadas anteriores). Supongo que me enteraré cenando con mis amigos, cualquiera de estas noches.

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