La educación pública está perdiendo cada vez más alumnos, incluso en el interior del país, el último gran bastión de la escuela laica, libre y gratuita soñada por Domingo Sarmiento, debido a que los padres perciben que sus hijos tendrán más días de clase y mayor calidad en los colegios privados, aun en un contexto de subas en el costo de las matrículas.
Estadísticas oficiales y estimaciones del sector aseguran que más padres transfirieron este año a sus hijos a escuelas primarias o secundarias controladas por privados, una tendencia iniciada durante la década de 1990 que, según las proyecciones, provocará este año que por primera vez en la Ciudad de Buenos Aires existan casi tantos chicos estudiando en instituciones privadas como en escuelas públicas: 318 mil (49,7%) contra 322 mil (50,3%), sumando todos los niveles educativos. El panorama es muy diferente a del interior del país, donde casi ocho de cada diez jóvenes todavía asisten a establecimientos estatales, aunque el número en los institutos privados viene creciendo.
En concreto, la cantidad de alumnos secundarios y primarios que estudian en el sistema público cayó un 1,3 por ciento entre 2000 y 2007, mientras en el sector privado se incrementó un 14,1 por ciento, indican datos del Ministerio de Educación de la Nación brindados a PERFIL.
Las proyecciones del sector indican que entre 2000 y 2010 la escuela pública habrá perdido casi 2 por ciento de alumnos, mientras que el incremento en la privada será superior a 20 por ciento.
El avance de las escuelas privadas está cambiando fuertemente el panorama educativo: en la Ciudad, uno de cada dos chicos estudia en una escuela privada, en la provincia lo hace uno de cada tres, y en el interior uno de cada cinco. En promedio, en el país lo hace uno de cada cuatro, cuando veinte años atrás era uno de cada siete, advirtieron fuentes oficiales, sindicales y asociaciones consultadas por PERFIL.
“La matrícula en los colegios privados aumenta de manera ininterrumpida entre un 3 y un 5 por ciento por año desde 1997, y lo hace porque los padres eligen para sus hijos no sólo una escuela sino un proyecto y quieren que tenga continuidad: lo anotan en el jardín sabiendo que podrán terminar el secundario en el mismo lugar, y esa confianza no la encuentran en lo estatal”, explicó a PERFIL Perpetuo Lentijo, a cargo de la Asociación de Entidades Educativas Privadas (Adeepra).
Añade que en la expansión de lo privado se da también en el interior (“sobre todo en Santa Fe y Córdoba”) y da su explicación “conceptual” del fenómeno: “La educación privada es paidocéntrica, porque se organiza alrededor de las necesidades de los alumnos; en cambio la educación pública es magistrocéntrica, ya que prioriza las necesidades del docente”, entre ellas las sindicales.
Según los especialistas, hay cuatro premisas que explican este movimiento, aunque pueden no ser aplicables a todos los casos: las escuelas privadas tienen una mejor calidad educativa, aseguran más días de clase ante las frecuentes huelgas docentes, ofrecen acompañamiento educativo y cuentan con edificios en mejores condiciones.
“Indudablemente hay desigualdad entre las instituciones educativas públicas y privadas, pero asegurar que las escuelas públicas no ofrecen educación de calidad es faltar a la verdad”, dice a PERFIL la senadora entrerriana Blanca Osuna, presidenta de la Comisión de Educación y Cultura de la Cámara de Senadores. Los especialistas consultados coincidieron en que el panorama es más complejo que una simple oposición de sistemas, ya que entre las instituciones pagas hay que diferenciar las subvencionadas por el Estado y aquellas, de matrícula mucho más elevada, que no cuentan con ningún apoyo económico público. Según datos de Adeepra, cerca de la mitad de los colegios privados bonaerenses, unos 5.500, tienen subsidiados por el Estado el salario de sus docentes.
“Las escuelas privadas muy buenas son las muy caras”, añade Adriana Puiggrós, quien preside la Comisión de Educación de la Cámara baja y estuvo a cargo del área educativa bonaerense. “Esas escuelas son mucho mejores que las públicas y proporcionan enseñanzas adicionales, pero con el resto no se puede generalizar”, explicó. De todos modos, a muchas instituciones privadas el hecho de cobrar una cuota mensual les permite ofrecer apoyo extracurricular. En las escuelas públicas, estas actividades son escasas.
Mitos y conflictos. A la hora de elegir una escuela también influyen los problemas que presenta la propia educación pública. Claudia Mario, vocera de la UTE, gremio docente de la Capital, admite que “la escuela estatal está atada al conflicto social; más se empobrece la población, más se empobrece la escuela en recursos económicos”. También para la legisladora Osuna, “los docentes se han quedado en el circuito de la demanda y reclamo; han utilizado los paros como la forma privilegiada de protesta”.
Esta discontinuidad pedagógica, entre otras situaciones que impiden un desarrollo normal de las clases –como día de desinfección, caños rotos, falta de personal o de gas– hacen que muchos padres prefieran pagar una cuota y asegurarse mayor continuidad.
Para el especialista Hugo Labate, en cambio, los problemas no pasan por la situación gremial y sus reclamos, sino por las dificultades en el acceso a los conocimientos y capacitaciones de docentes. “Éstas cuestan dinero y no siempre están disponibles los recursos tecnológicos”, argumentó.
El salario también influye. Sobre eso opina Virginia González Gass, rectora del Colegio Nacional Buenos Aires: “El docente, al necesitar varios cargos para gozar de un sueldo razonable, dicta clases en varios establecimientos y así se transforma en profesor-taxi”. Esto, reconoce a PERFIL, le quita tiempo para actualizarse.
Existen creencias generalizadas según las cuales la disposición de los docentes cambia según en qué tipo de escuela esté dictando clases. Sin embargo, para el pedagogo Ariel Zysman la sensación de que “en las escuelas públicas se puede hacer cualquier cosa y en las otras no” no es tal, sino que los maestros cambian su actitud de acuerdo con las propuestas pedagógicas de las escuelas, sin importar qué tipo de gerenciamiento tengan.También existe la idea de que los hechos de violencia se desarrollan en las públicas y no tienen lugar en las privadas. “Se supone que son lugares más controlados, menos heterogéneos y, por ende, disminuye el índice de conflictividad... (pero) no hay estudios que demuestren eso”, dijo Zysman. Se estima que 300 mil alumnos se pasaron en la última década al sistema privado; sin embargo, la escuela pública sigue atendiendo a 75 por ciento de los estudiantes.