Toda lucha, por justa que sea, trae consigo excesos y parcialidades. La feminista no escapa a las generales de la ley. Por supuesto, tampoco PERFIL, que ha asumido la responsabilidad de abrir una columna de “Defensora de Género”, en la que se comentan y analizan las noticias y opiniones sobre el tema, pero que, a mi criterio, se desliza hacia lo insustancial y secundario.
Centraré pues este artículo, solicitado para una cobertura especial, en algunos de los comentarios de Diana Maffía sobre mis opiniones, vertidas en varias columnas anteriores. Una respuesta a su “Defensora…” es buen recurso para responder al pedido de PERFIL, ya que se trata de cotejar opiniones expresadas en estas páginas, pero de universal vigencia, sobre un asunto política, social y culturalmente decisivo en el combate global por la igualdad.
Ya he apuntado anteriormente algún detalle, pero el último es el comentario de Maffía sobre mi columna “Desamparo ciudadano” (Perfil, 17-2-19): “Carlos Gabetta adopta una buena estrategia de lenguaje inclusivo: habla del ‘desamparo ciudadano’ (una forma de eludir hablar de los modos sexuados y binarios ‘la ciudadana’ o ‘el ciudadano’). Relata el protagonismo de una colega jubilada en el vía crucis cotidiano para lidiar tanto con el sector público como con el privado. Y en un precioso rulo narrativo final admite la sospecha de que él mismo sea esa jubilada, porque ‘podría ser cualquiera de nosotros’. Hay por supuesto un punto de verdad, porque nadie es solo su género. Muchas condiciones de subalternidad las compartimos varones, mujeres y trans: la vejez, la necesidad económica, la enajenación del mercado son algunas de ellas. Pero aun en esas condiciones, una diferencia en el análisis revelaría que los géneros subordinados la pasan peor. Ni siquiera en las penurias compartidas la vida es igual para cualquiera de nosotrxs...”. Fin de la cita.
Me acusa de servirme de “una forma de eludir hablar de los modos sexuados y binarios”. Pero ¿qué hubiese alegado si el título fuese “Desamparo de una ciudadana” y me hubiera ahorrado el “rulo narrativo”? Maffía nada quizá, pero algún hombre podría haberme hecho la misma acusación.
Esto porque, en la situación precisa que el artículo describe –la atención al público presente– no había ninguna diferencia de trato según el género. En cambio, en el salario femenino, por lo tanto en el de las jubiladas, sí las hay, y notables. Pero a Maffía, como a toda una corriente feminista, la más vocinglera, señalar eso les parece “politizar” la lucha feminista y, para colmo, desde una perspectiva “de clase”.
Esta corriente del feminismo no considera la opinión de otras feministas sobre esas “mujeres, poderosas y antifeministas”, que militan en la extrema derecha. Al admitir que también hay mujeres política e ideológicamente adversarias del feminismo, esas mujeres “politizan” la lucha, pero en el buen sentido.
No obstante, la excelente cobertura sobre el tema en PERFIL del 3-2-19, en la que se expresan varias mujeres, no mereció comentario alguno de Maffía. Otro tanto sobre la escasa reacción de católicas –y por supuesto católicos– a los escándalos de pederastia y violaciones de monjas en la Iglesia. Es cierto que las denuncias aumentan, pero el feminismo, salvo minoritarias excepciones, no se pronuncia con el vigor y la unanimidad que la magnitud numérica y planetaria del asunto exige.
También aquí no se pasa de la denuncia, sin indagar en las causas: el celibato, la sumisión al sacerdote y la renuncia sexual, aceptada por las monjas…
En fin, que se trata de no quedarse en la espuma de las cosas; en suponer que el feminismo es la única lucha, o que solo mujeres la llevan adelante. Maffía concluye así su columna del 10-2-19: “Varones pidiendo igualdad de trato. No creí llegar a verlo...” Para enterarse, no tiene más que empezar, por ejemplo, leyendo el último parlamento de Emilia, la criada de Desdémona, en Otelo, de Shakespeare, obra escrita por un hombre a finales del siglo XVI.
*Periodista y escritor.