COLUMNISTAS
El matrimonio presidencial despues de la derrota

La fuerza de la realidad

Néstor Kirchner y su esposa han hecho de su Gobierno un Titanic en busca de su iceberg. Y el domingo pasado chocaron contra él.

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Néstor Kirchner y su esposa han hecho de su Gobierno un Titanic en busca de su iceberg. Y el domingo pasado chocaron contra él. Desde el renacer de la democracia en la Argentina en 1983, sólo un gobierno experimentó una pérdida similar de poder al que sufrió el de los Kirchner: el de Fernando de la Rúa.

El mensaje de las urnas ha sido claro:

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No a la destemplanza.

No al maltrato desde el atril.

No a los Moreno.

No al “vamos por todo”.

No al concepto de que el opositor es un enemigo.

No a la idea de que quien critica es destituyente.

No al manoseo de las instituciones.

No a la subestimación de las capacidades del ciudadano.

Las crónicas han sido abundantes en la narración de lo que ocurrió en la que, para el Gobierno, fue la fatídica jornada del 28 de junio. En el comando de campaña del Hotel Intercontinental se vivió una noche dramática. En el piso en el que estaba el ahora diputado electo Néstor Kirchner, hubo un reguero de furia, enojo, insultos, gritos y reproches.

“Yo se lo advertí, pero jamás me escuchó” confesaba alguien que, encuesta en mano, supo hablar con el ex presidente en funciones en medio del fragor de la campaña. En esos días Néstor Kirchner maltrataba, como es su costumbre, a todo aquel que no le acercara números que coincidieran con su creencia, fantasiosa, de que ganaría por casi 10 puntos.

Tampoco le sirvieron al matrimonio presidencial las institucionalmente disparatadas candidaturas testimoniales. Al final, su única utilidad fue la de hacer más evidente la brusca caída de la imagen de Néstor y Cristina Kirchner. El corte de boleta era algo casi cantado. La ciudadanía apoyó a aquellos intendentes cuya gestión valoriza y castigó al Gobierno. Los intendentes lo veían venir y por eso pusieron fichas en las dos listas del justicialismo. “Los reproches de Néstor hacia ellos es fuerte y se concentra en tres: Gustavo Pulti, intendente de Mar del Plata, Pablo Bruera, intendente de La Plata y el jefe de Gabinete, Sergio Massa” reconoce alguien que camina los pasillos del poder. Es el mismo que agrega que “el discurso de Néstor del domingo por la noche estaba dentro de un marco de calentura. Era previsible. Por eso esperábamos algo distinto para el lunes. La Presidenta, Massa y Randazzo estuvieron reunidos en Olivos desde temprano. Cuando anunciaron la conferencia de prensa, teníamos una expectativa positiva. Pero cuando Cristina empezó a hablar no podíamos creer lo que estábamos escuchando. Nos dimos cuenta de que los Kirchner no habían entendido nada de lo sucedido el domingo. No acusaron el golpe; están mirando otra realidad. Inmediatamente después del discurso, se encendieron las luces de emergencia y se abrió un fuerte debate interno entre aquellos que forman parte del séquito kirchnerista”.

Las alarmas están encendidas en los despachos de muchos ministros. Uno de ellos reunió a su gente a la que, sin tapujos, le dijo: “el domingo hablaron las urnas, no Clarín. Algo hicimos mal. Vamos a tener que cambiar”.

Sobre varios escritorios de la Casa Rosada están los borradores de algunas iniciativas que, sin autoría, muestran las inquietudes de buena parte del elenco gubernamental. Allí se habla de recuperar algún grado de realismo. Se menciona la urgente necesidad de regularizar al INDEK y de buscar, de alguna manera, una mejor relación con la prensa.

La situación de Daniel Scioli es igualmente difícil. Desde el peronismo no kirchnerista han salido a pegarle con todo. “El es el ayudante de campo del mariscal de la derrota” afirma un dirigente del justicialismo que no demoró un segundo en demoler con sus críticas al gobernador de la provincia de Buenos Aires. “Desoyó a los que le aconsejaron que no se subiera al tren del kirchnerismo; esta derrota no sólo es una complicación para su futuro político sino también para su gestión” expresa otra voz del PJ.

Además de difícil, la realidad de Scioli es cruel. Néstor Kirchner lo dejó a cargo de la presidencia del Partido Justicialista, en una conducción vaciada de poder. Y ese vacío se lo están haciendo sentir con dureza no tanto por parte de quienes no están dispuestos a dialogar ni a compartir nada con él sino, principalmente, por aquellos que ni siquiera le atienden el teléfono. A la cabeza de estos está nada menos que Carlos Reutemann, hoy el presidenciable indiscutible del peronismo que viene. El enojo del ex piloto de Fórmula 1 con el kirchnerismo es mayúsculo. Reutemann está convencido de que una derrota suya hubiera traído alegría a Néstor Kirchner.

Hablando del electo senador santafesino, su teléfono está lleno de mensajes de varios de los intendentes bonaerenses que hasta las 6 de la tarde del domingo pasado le juraban fidelidad a Kirchner. “No esperaron ni un minuto par despegarse de él” confiesa alguien cercano a Reutemann que confirma, que el Lole, se llamará ahora silencio. La presidencia que le interesa no es la del justicialismo sino la de la Nación”.

Las circunstancias le han devuelto protagonismo a Eduardo Duhalde. Su ausencia del país en el día de la elección tuvo mucho que ver con sus diferencias con De Narváez. “Ahora no lo podrá ignorar” reconoce alguien desde dentro del PJ. “Habrá acercamientos entre ambos” pronostica otra voz interna del peronismo quien aconseja no dejar de prestarle atención a Felipe Solá, a quien De Narváez quisiera como presidente de la Cámara de Diputados a partir del 10 de diciembre venidero.

En donde también hay revuelo es en la CGT. “El error que cometimos fue el de apostar todo a la relación personal entre Hugo Moyano y Néstor Kirchner. ¿Qué hacemos ahora que Néstor no está más en la escena política? Todos vamos a tener que replantearnos muchas cosas y Moyano va a tener que pagar por sus errores políticos. Aquí ya estamos mirando a un nuevo escenario político y no sólo en cuanto a personas sino también en cuanto a una forma de hacer política basada en el diálogo” explica un dirigente con responsabilidades de conducción que, con algo de ofuscación agrega “¡Qué ceguera política la de tratar de traidores a los intendentes que ganaron! ¡Qué manera errada de ver la realidad!”

Por el lado de Unión PRO no todo es un lecho de rosas. La performance del macrismo en Capital Federal distó de ser lo que Mauricio Macri pretendía. El 31% de Gabriela Michetti debe ser comparado no con el 61% de la segunda vuelta de la elección local de julio del 2007, sino con el 45% de la primera vuelta, en junio de ese mismo año. La caída del PRO ha sido entonces de 14 puntos. Es un retroceso significativo. Por lo bajo, desde el entorno de Macri le han atribuidos culpas a Michetti. Si ese fuera el pensamiento del jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, sería de una miopía política equiparable a la de los Kirchner.

Continuando con el intendente de Capital, esta semana tuvo dos derrapes notorios e inquietantes. El primero fue su enojo y su descalificación hacia el electorado que no lo apoyó; el otro fue la designación del comisario Jorge Palacios al frente de la futura Policía Metropolitana. Palacios está denunciado, ante el fiscal Alberto Nissman, por presunto incumplimiento de los deberes de funcionario público y por la supuesta destrucción de pruebas y omisión de actuar en la persecución y represión de delincuentes en el caso del aún impune atentado contra la AMIA. ¿Por qué Macri no pensó en alguien libre de sospechas y cuestionamientos para el cargo? La defensa que de esta designación ha hecho el ministro de Seguridad y Justicia de la ciudad, Guillermo Montenegro, ha sido endeble.

Por el lado del Acuerdo Cívico y Social las aguas también están revueltas. Hubo allí un ganador indiscutible: Julio Cobos. Será presidenciable. Hubo, asimismo, una derrotada indiscutible: Elisa Carrió. ¿Habrá diálogo entre ellos? Los reproches hacia la ahora diputada fueron y son muchos, motivados por su decisión de no encabezar la lista en Capital.

El vicepresidente no ha perdido tiempo. Entre los muchos diálogos que mantuvo en estos días, hay dos que se destacan: uno con el ex jefe de gabinete Alberto Fernández, con quién “intercambiaron pareceres”, según consigna alguien desde el entorno de Cobos, quien agrega que hubo también una conversación con Graciela Ocaña, con la que “quedaron en verse en las próximas semanas”.

En el medio de todo esto irrumpió la gripe A. Lo que ha pasado es impactante.

Hasta la semana pasada era un asunto que no había preocupado mayormente al matrimonio presidencial. Lo único que se escuchaba, pues, era la voz de la ex ministra de Salud, Graciela Ocaña quien, tarde tras tarde y en completa soledad, informaba de la evolución del brote epidémico en nuestro país. Desde las cercanías de la licenciada Ocaña se ha hecho saber que, en las pocas veces en las que tenía comunicación con el centro del poder, le pedían que minimizara todos los números de la epidemia, ante el temor de que el asunto pudiera generar algún contratiempo electoral. Se conoce también, que preocupada con todo esto, la ex ministra llegó a pedir la postergación de los comicios del domingo pasado. Nadie le llevó el apunte. Su renuncia estaba ya lista el jueves 25. Su último servicio al Gobierno fue posponerla para el 29.

El lunes, de repente, el asunto mereció la atención de la Presidenta y de la primera plana de su Gobierno. La asunción del nuevo ministro de Salud demoró tres días. Cuando tomó posesión de su cargo, el Dr. Juan Manzur, habló de 100 mil casos. Esto lo reflejaron Página 12, Crítica de la Argentina, La Nación y Telam.

El viernes revivió una situación patética. Ocurrió durante la visita de la Presidenta al hospital Abate, en el partido de Malvinas Argentinas. Dijo allí el ministro de Salud:

“Desde comienzo del año fueron notificados como ETI (Enfermedad Tipo Influenza) aproximadamente 320 pacientes. Desde que empezó a circular el virus de la gripa A en el país, hay aproximadamente 100 mil enfermos ETI: lo que hoy está circulando es el virus H1N1, como antes lo hacían otros”.

Entonces, la Presidenta, que aprobaba lo que decía el ministro, súbitamente, tomó el micrófono y señaló:

“Es muy importante el ejercicio de la responsabilidad y prudencia. Esta mañana, por (el viernes), veíamos en algún titular 100 mil infectados. En realidad, esto provoca pánico y tiene el efecto exactamente contrario a lograr algo beneficioso para la sociedad, porque se pueden sobresaturar los centros de atención”.

El Gobierno ha cometido un error garrafal en la forma de enfocar el manejo de este brote epidémico de gripe A. Primero buscó minimizarlo para luego atenderlo en su real y potencial dimensión. Al hacerlo así, ha perdido liderazgo y credibilidad. La consecuencia es que hoy todo el mundo duda de todo y casi nadie cree en nada.

Es una vez más, la fuerza de la realidad que, como diría Perogrullo, es la que es. Esto es lo que al matrimonio Kirchner todavía le cuesta entender.

 

Producción periodística: Guido Baistrocchi