El 12 de abril se reunieron en Hainan, sur de China, Hu Jintao, presidente de la República Popular
y secretario general del Partido Comunista Chino (PCCh), y Vincent Siew, vicepresidente electo de
Taiwán e integrante de la conducción del Kuomintang (KMT). Fue el primer encuentro de las
autoridades de las dos partes de la guerra civil china desde que concluyó, en 1949, con el triunfo
del PCCh –liderado Mao Tse Tung– y el refugio de los cuadros políticos y militares del
KMT –encabezados por Chang Kai-shek– en la isla de Formosa (Taiwán). “China
continental y Taiwán enfrentan una oportunidad histórica para profundizar su cooperación y
multiplicar sus intercambios económicos y comerciales”, señaló Hu Jintao.
El vicepresidente Vincent Siew afirmó que “las economías del continente y de Taiwán
están profundamente integradas y el desarrollo de las relaciones económicas y comerciales
contribuirá a mantener la estabilidad en ambos lados del estrecho”. Agregó que “la
integración es consecuencia de 20 años de esfuerzos y los vínculos económicos constituyen el factor
más vigoroso de integración”.
El comercio bilateral entre China y Taiwán ascendió a 125.000 millones de dólares en 2007, un
aumento de 15,4% con respecto al año anterior. China importó 101.000 millones de dólares y exportó
a la isla 24.000 millones de dólares, lo que dejó a Taiwán un superávit de 77.000 millones de
dólares. Taiwán (23 millones de habitantes), en su condición de 13ª potencia comercial del mundo,
exportó 246.000 millones de dólares en 2007, más de un 70% en bienes de equipo y de capital de alta
tecnología. Y exportó a China 41% del total de sus ventas al exterior.
Según el Banco Central de Taipei, las firmas taiwanesas han invertido 45.100 millones de
dólares (74.327 proyectos) en China continental. De acuerdo con estimaciones extraoficiales de Hong
Kong, las inversiones taiwanesas en China, realizadas en forma directa y a través de terceros
países, ascienden a 300.000 millones de dólares, acumulados a lo largo de 17 años.
De los 23 millones de taiwaneses, dos millones viven en China continental, sobre todo en
Shanghai y en el valle del río Yangtsé. Son la expresión demográfica del traslado masivo a la
República Popular de la industria trabajo-intensiva de Taiwán que ha tenido lugar en los últimos
tres lustros; y también, en los últimos 10 años, consecuencia de la mudanza en gran escala de más
del 70% de la industria electrónica de alta tecnología, grande, mediana, e incluso pequeña.
Taiwán es, por eso, el principal “inversor extranjero directo” en la República
Popular. También las empresas taiwanesas de alta tecnología son las mayores exportadoras de China
continental (las 4 primeras entre las primeras 100). Taiwán y China son las dos economías más
integradas del mundo actual, más que EE.UU y Canadá.
El triunfo del KMT en las elecciones presidenciales del 22 de marzo en Taiwán es, quizás, el
punto de partida de un giro histórico en la relación entre los dos contendientes de la guerra civil
china. Ambas partes (PCCh y KMT) se formaron en la misma escuela dialéctica que sabe que el camino
es siempre más importante que el fin o resultado. El objetivo estratégico de la nueva relación
Taiwán/República Popular es la conversión de la isla en el centro de servicios de alta tecnología
–ante todo financieros y logísticos– de la “gran China” (República Popular
+ Hong Kong + Singapur + diáspora china del Asia-Pacífico). Este es el núcleo estructural de la
reunificación histórica que se ha puesto en marcha el 22 de marzo. Taiwán es como Hong Kong, pero a
la enésima potencia. Es uno de los tres centros de alta tecnología del mundo actual (los otros dos
son Sillicon Valley e Israel), y sus empresas industriales están a la cabeza del sector exportador
de la tercera potencia comercial del planeta, este año la segunda.
El PCCh y el KMT establecieron el “consenso de 1992”, por el que ambas partes
reconocen el principio de “una sola China”. Ahora Taiwán será gobernada por el KMT, que
ratifica el acuerdo del ’92, aunque sujeto a la interpretación de cada una de las partes.
“Una sola China” es una “gran China”. Las formas políticas e
institucionales que tendrá este proceso histórico de reunificación están en el futuro, y sólo a él
pertenecen. Pero el camino ya ha comenzado, en forma irreversible.
“Cuando China se despierte, hará temblar al mundo”, se afirmó en el siglo XIX;
cuando la “gran China” se constituya –lo que ya comenzó a ocurrir–, habrá
en el mundo sólo otro centro de poder: la civilización americana (EE.UU). Nixon le dijo a Mao
(1972) que era necesario resolver la cuestión de Taiwán. Mao lo interrumpió, cordialmente, y le
dijo: “Ustedes son amigos de Chang Kai-shek desde hace 20 años. El y nosotros nos conocemos,
muy intensamente, desde hace más de 40. No se preocupe: ya vamos a encontrar la forma de
arreglarnos”.