COLUMNISTAS
DESPOTISMO TECNOLOGICO-SANITARIO

La Gran Transformación

20200913_diocleciano_cedoc_g
Diocleciano. | cedoc

He recopilado estos textos escritos durante los meses del estado de excepción debido a la emergencia sanitaria. Se trata de intervenciones concretas, en ocasiones muy breves, que buscan reflexionar sobre las consecuencias éticas y políticas de la así llamada pandemia y, a la vez, definir la transformación de los paradigmas políticos que las medidas de excepción iban delineando. 

Transcurridos más de cuatro meses desde el inicio de la emergencia, en efecto es momento de considerar a partir de una perspectiva histórica de mayor amplitud los acontecimientos de los cuales hemos sido testigos. Si los poderes que gobiernan el mundo han decidido echar mano del pretexto de una pandemia –a esta altura no importa si verdadera o simulada– para transformar de arriba abajo los paradigmas de su gobierno de los seres humanos y de las cosas, eso significa que esos modelos se encontraban, para esos mismos poderes, en una progresiva e inexorable decadencia y que ya no se adecuaban a las nuevas exigencias. 

Así como ante la crisis que convulsionó al Imperio en el siglo III, Diocleciano y luego Constantino emprendieron reformas radicales de las estructuras administrativas, militares y económicas que culminaron en la autocracia bizantina, de igual modo los poderes dominantes han decidido abandonar sin remordimientos los paradigmas de las democracias burguesas, con sus derechos, sus Parlamentos y sus Constituciones, para reemplazarlos por nuevos dispositivos cuyo propósito apenas podemos entrever, probablemente todavía no del todo claramente ni siquiera para aquellos que están trazando sus líneas rectoras. 

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Sin embargo, lo que define la Gran Transformación que esos poderes intentan imponer es que el instrumento que la ha vuelto formalmente posible no es un nuevo canon legislativo, sino el estado de excepción, esto es, la mera suspensión de las garantías constitucionales. En esto la transformación presenta puntos de contacto con lo que sucedió en Alemania en 1933, cuando el neocanciller Adolf Hitler, sin abolir de modo formal la Constitución de Weimar, declaró un estado de excepción que se prolongó durante doce años y que de hecho anuló las normas constitucionales que en apariencia seguían vigentes. 

Mientras que en la Alemania nazi fue necesario a tal fin desplegar un aparato ideológico explícitamente totalitario, la transformación de la cual somos testigos opera a través de la instauración de un mero terror sanitario y de una suerte de religión de la salud. Aquello que en la tradición de las democracias burguesas era un derecho ciudadano a la salud se invierte, sin que las personas parezcan darse cuenta de ello, para volverse una obligación jurídico-religiosa que ha de ser cumplida a cualquier precio. De cuán alto pueda ser ese precio hemos podido tomar medida ampliamente, y con toda probabilidad continuaremos haciéndolo cada vez que el Gobierno lo considere necesario. 

Podemos llamar “bioseguridad” al dispositivo de gobierno que resulta de la conjunción entre la nueva religión de la salud y el poder estatal con su estado de excepción. Es probable que la bioseguridad sea el dispositivo más eficaz de todos los que hasta ahora ha conocido la historia de Occidente. La experiencia ha demostrado, en efecto, que cuando lo que está en cuestión es una amenaza a la salud, los seres humanos parecen estar dispuestos a aceptar limitaciones de la libertad que no habían soñado que podrían tolerar, ni durante las dos guerras mundiales ni bajo las dictaduras totalitarias. 

El estado de excepción, que se ha extendido hasta el hasta el 31 de enero de 2021, será recordado como la más larga suspensión de la legalidad en la historia del país, implementada sin que los ciudadanos, y sobre todo sin que las instituciones parlamentarias, hayan tenido nada que objetar. Tras el ejemplo chino, precisamente Italia ha sido para Occidente el laboratorio donde la nueva técnica de gobierno ha sido experimentada en su forma más extrema. Y es probable que cuando los futuros historiadores esclarezcan qué estaba realmente en juego en la pandemia, este período aparezca como uno de los momentos más vergonzosos de la historia italiana y aquellos que lo han conducido y gobernado, como irresponsables sin el menor escrúpulo ético… ¿Durante cuánto tiempo más y de acuerdo con qué modalidades podrá ser prolongado este actual estado de excepción? Lo cierto es que harán falta nuevas formas de resistencia, en las cuales deberán comprometerse sin reservas aquellos que no renuncian a pensar una política por venir, que no tendrá la forma obsoleta de las democracias burguesas ni la del despotismo tecnológico-sanitario que las está sustituyendo. 

*Filósofo. 

Fragmento de ¿En qué punto estamos? La epidemia como política (Adriana Hidalgo, 2020).

Esta columna fue publicada el 16 de Agosto.