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final de la copa libertadores

La hinchada de Boca convirtió las playas de Río en una Bombonera a cielo abierto

Llegaron tantas personas desde Argentina que no hay precisiones sobre la cantidad exacta: son 50, 70 y hasta 100 mil xeneizes que coparon la Cidade Maravilhosa y sufrieron la represión policial y las emboscadas de barras de Fluminense. Ayer hubo un banderazo y llegó buena parte de La 12, que se ubica en la zona norte. Como paradoja de este fervor popular, queda el recuerdo del inicio de la Copa, cuando por primera vez en mucho tiempo, desde las tribunas de la Bombonera se insultó al equipo. Ahora todo cambió. Y hoy, eso puede derivar en la obtención de la séptima Libertadores de la historia.

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La alegría no es solo brasilera. Copacabana e Ipanema fueron el lugar de encuentro de los miles de bosteros que llegaron a Río. | télam

Nadie podía imaginarse que los insultos en el partido contra Deportivo Pereira, el martes 18 de abril, por la segunda fecha del Grupo F, iban a derivar en esta final en el Maracaná con 50, 70 o 100 mil hinchas de Boca en Río de Janeiro, banderazo carioca, fervor bostero en la Cidade Maravilhosa. Aquel clima de hostilidad, que se traducía en canciones contra los jugadores por primera vez en 25 años en la Bombonera, fue apagado por un oportuno golazo de Advíncula, acaso el punto de partida de esta peregrinación hacia Brasil. Boca no es local en Río, porque su rival es nacido y criado en esa ciudad, pero tampoco es visitante. Así espera el día glorioso que le permita transformarse en Rey de Copas. 

Es una peregrinación tan pagana como real. Lo saben Brian Suárez y Fabricio Lugo, que pedalearon 2.600 kilómetros desde San Justo hasta Copacabana. Tardaron nueve días. No tienen entradas, pero tampoco les importa mucho. “Esta fiesta de Boca es inolvidable, valió la pena cada pedaleada”, aseguraron a la agencia estatal Télam. También lo saben Juan José Gómez, Hugo Amarilla y Ezequiel Almada, de la Peña del Fin del Mundo de Ushuaia, que viajaron en colectivo desde su ciudad a Río Gallegos, de allí se tomaron un avión a Buenos Aires y desde la capital argentina partieron a Río de Janeiro.

No fueron días comunes en Río. A medida que transcurrió la semana y que los hinchas de Boca iban poblando las playas, subió la tensión. Hubo represión policial, redadas de barras del Fluminense y todo tipo de desmadres en playas y calles. El jueves por la noche probablemente haya sido el peor momento, tras una emboscada de parte de la hinchada organizada Young Flu y la represión de la policía militarizada de Río de Janeiro.

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Ayer, para colmo, llegó buena parte de La 12, que se ubica en el otro punto de la ciudad, en la zona norte. Paran en un bar en el barrio de Sao Januario, en las inmediaciones de la hinchada del Vasco da Gama, el segundo club más popular de Río detrás del Flamengo. Hay confraternidad entre las dos barras. 

En buena medida, la popularidad de Boca contrasta con la del Fluminense, de origen elitista, pero que con las décadas fue aumentando su masividad dentro y fuera de Río, aunque sigue lejos del Flamengo y del Vasco. Eso es algo que también se menciona como un factor de la beligerancia que se vive en las playas: hagamos sentir el rigor de la localía. “Como club, el Fluminense sigue estando socialmente restringido, atendiendo a los residentes de la elitista zona de Laranjeiras. En cuanto a sus hinchas, ya no es posible definir esa marca exclusivamente elitista. El Fluminense tiene hinchas de todas las clases sociales, y acaba de lanzar una camiseta en honor de Cartola, un famoso cantante de samba brasileño que era un fanático del club”, le dijo al periodista Roberto Parrottino el historiador Leonardo Affonso de Miranda Pereira, autor de Footballmania: uma história social do futebol no Rio de Janeiro, 1905-1938.

Alrededor de 50 mil hinchas de Fluminense de otros puntos del país llegarán en las próximas horas a la Cidade Maravilhosa. Ahí está la locura de Boca: a Río arribarán más hinchas desde Argentina que desde todo Brasil, el país más poblado de la región y el séptimo del mundo.