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La inflación, resuelta para siempre

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Técnicamente, no hay economista que no sepa y diga cómo se combate la inflación que oficialmente no existe en la Argentina. Por qué existe semejante dificultad para resolver el asunto cuando dicen que es tan fácil hacerlo, quizá dependa menos de variables como la expansión de la masa monetaria, el flujo de no sé qué o el costo no sé cuánto de la deuda externa, pero lo cierto es que siempre existe un vínculo entre la cantidad de dinero emitido y su depreciación, lo que resulta raro.

¿Por qué algo muchas veces emitido sería más barato que algo multiplicado infinitamente? Ese es un misterio que me desvela, el aumento del valor de un bien. Quizá se deba a un resto de pensamiento aristocrático, que vuelve precioso un metal feo como el oro, únicamente porque es escaso y lo pueden adquirir pocos. Eso no debería funcionar así, desde el inicio de los tiempos de la reproducción mecánica y, ahora, radiactiva.

En una noticia del 10 de enero en la que casi nadie reparó, se deja constancia de la doble aparición de peces afectados de gigantismo radiactivo, probablemente a consecuencia de la liberación incontrolada de esa energía luego del desastre de la central de Fukushima, en la costa californiana de Santa Mónica. El primero era un pez remo o ryugu no tsukai, que cruzó contaminado el océano y cuya extensión pareció excesiva a sus pescadores americanos, simplemente porque ignoraban que en las costas del Japón se han detectado serpientes de mar que llegan hasta los cincuenta metros. En este caso, amparémonos en el beneficio de la duda. Pero, ¿qué decir del calamar que recaló en las mismas playas midiendo 160 metros desde la punta de la cabeza hasta el extremo gelatinoso de su cola-tentáculo? La utilitaria Cynthia Beard,
directora de Parques Nacionales de Santa Mónica, lo mandó trozar y envió los pedazos al Instituto de Investigaciones Scripps, donde decretaron que se trataba de un caso de gigantismo radiactivo.

Lo propio de lo humano es la incursión bestial en las reglas de la naturaleza con fines de investigación o de renta económica salvaje. En esa intervención, a veces, como ocurre en las ciencias, una resultante no buscada como la catástrofe de la central nuclear japonesa puede abrir perspectivas insospechadas para nuestra especie. Ya se están estudiando las posibilidades de inducir gigantismo radiactivo a algunas especies acuáticas de carne tierna y nutritiva como el atún y el salmón, con el efecto de paliar el hambre a escala planetaria, ya se piensa en utilizar los peces globo para transporte aéreo sin consumo de petróleo y los peces fósforo para la provisión intercontinental de energía. Cuando las fuentes de subsistencia radiactivizadas se hayan multiplicado al infinito, el dinero no será necesario porque todas nuestras necesidades se habrán cubierto, y con él desaparecerá la inflación y, si no morimos todos antes por efectos de la contaminación, el tema se habrá, por fin, resuelto.