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La lapicera es de Alberto y la tinta es de Cristina

Alberto Fernández
Alberto Fernández | Cedoc

Con la designación oficial de su gabinete, Alberto Fernández atravesará su primera prueba de fuego como presidente, pese a que le resten unos días para asumir, porque mostrará qué tipo de liderazgo pretende ejercer.

Amén de que hasta su candidatura siempre fue copiloto y no conductor, Fernández encabeza un proceso político que no registra antecedentes. Quien le dio el volante es su vice, Cristina Kirchner, con limitaciones para unir al peronismo y derrotar al macrismo. Alberto lo hizo, en primera vuelta y con casi la mitad de los votos de todo el país.

Ese examen electoral fue aprobado con creces. Pero empezó el armado del gobierno y aparecieron las primeras tensiones, que nunca fueron públicas. Ya hemos dicho aquí que AF deja pasar 40 días entre que ganó el comicio y nombrará al funcionariado que lo acompañará no para evitar escarnios, según expresó, sino para esquivar los ruidos de la ardua negociación dentro del Frente de Todos.

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Es obvio que la principal conversación de AF es con CFK. Por eso las tres horas de reunión en la casa de la vice, junto al hijo Máximo y al futuro ministro Wado, donde varios de los nombres en danza pasaron a modo freezer. Ante el planteo de por qué el presidente electo permitió el 3 contra 1, un albertista de la primera hora justifica que hay un 4-0: “No hay guerra, sino construcción de acuerdos”. Vuelve el peronismo, con eufemismos distintos a los que nos quiso acostumbrar Marcos Peña (insistente hasta el hartazgo en recientes entrevistas buena onda).

La tensión de Alberto F con el kirchnerismo no es solo por la tropa propia a la que le gustaría dar protagonismo. Sobre todo es por los lugares destinados a “pagar políticamente” los apoyos de Sergio Massa, de gobernadores, de sindicalistas y de intendentes. También de grupos económicos. No hay lugar para todos y todas.

Como diría el fundador del movimiento, una de las tareas de Alberto es la de estructurar esta coalición peronista “armoniosamente”. No es el único: “Hablen con Máximo” es una de las frases repetidas de CFK a la hora de reconducir conflictos pre 10D. Kirchner Jr. está en línea abierta tanto con Alberto F como con Massa, uno de los posibles “heridos” en el reparto de cargos.

Más allá de lo que digan o escriban agrietados e interesados, cuesta pensar seriamente que con los problemas acuciantes que tiene la Argentina, Alberto y Cristina apuesten de alguna manera contra ellos mismos: sea por convencimiento o necesidad, tienen chances de sobrevivir si acuerdan, no si rompen. Acaso, si él es el dueño de la lapicera presidencial, ella tiene la tinta.