Hasta hace unos días, la tajante definición del presidente electo respecto a que su vicepresidenta iba a tener "cero injerencia" en la designación del gabinete parecía acercarse a la realidad. Al menos así lo corroboraba la integración del equipo de transición y la danza de nombres de quienes podrían sumarse a la gestión.
Sin embargo, desde que Cristina Fernández de Kirchner volvió de Cuba, tras otra visita a su hija Florencia, empezaron a "pasar cosas" (parafraseando la poesía macrista).
No se trata de tomar en cuenta solo la reunión de tres horas que Alberto Fernández tuvo con CFK, en el departamento de ella de la calle Juncal, junto a Máximo Kirchner y Wado de Pedro. Sí lo que ocurrió a partir de allí. Acaso de pura casualidad.
Por caso, el kirchnerismo aceleró en su postura de controlar las jefaturas del Poder Legislativo. Cristina al frente del Senado, con el incondicional Oscar Parrilli como presidente provisional del cuerpo (como tal, segundo en la línea sucesoria del Gobierno) y el más K de los representantes de los peronismos provinciales, el formoseño José Mayans, al mando de un bloque unificado, como ella quería. Para ello, Alberto F “invitó” al díscolo cordobés Carlos Caserio a sumarse al Ejecutivo.
En Diputados, otro tanto. Nada de interbloque, uno solito con Máximo de jefe y Agustín Rossi, imprevistamente, también a un ministerio, Defensa, como para aflojar posibles tensiones con Sergio Massa (presidente de la Cámara) y su gente.
Los rumores de alzas y bajas pueden ser parte de la "rosca". O de la debilidad.
La divisoria de las áreas de influencia lucía nítida: Alberto F al Gobierno, Cristina al Poder… Legislativo. Peeero de repente empezaron a estallar dentro del propio Frente de Todos rumores furiosos en torno a alzas y bajas de apellidos que sonaban para el Ejecutivo, en especial en el gabinete económico.
Así cayeron en la volteada Guillermo Nielsen (Hacienda y Finanzas), Felipe Solá (Cancillería), María Eugenia Bielsa (Vivienda), Sergio Lanziani (Energía), Fernando Peirano (Ciencia) y Pablo Yedlin (Salud), por citar algunos ejemplos. O el agite de Carlos Zannini como Procurador del Tesoro.
Cierto es que el presidente electo no confirmó nunca quiénes lo acompañarían y en qué lugar. Siempre ha explicado que las designaciones las oficializaría poco antes de su asunción, con el débil argumento de que con ello evitaría el posible hostigamiento de los trolls de Marcos Peña (hoy en desbandada). Lo más probable es que la demora obedezca a poder muñequear ante los pedidos del kirchnerismo, el massismo, los gobernadores y sus propios deseos.
A esta altura, la estrategia puede servir a ese objetivo de plasmar una nueva construcción de poder. Aunque también podría desnudar vacilaciones. O, peor aún, debilidad ante CFK.
En uno de los círculos íntimos del mandatario electo (donde confluyen viejos amigos desde Enrique "Pepe" Albistur a Jorge "Corcho" Rodríguez) se descarta cualquier posibilidad de incertidumbre. Y repiten: hay que esperar.
Difícil en esta Argentina de mecha corta y problemas urgentes.