COLUMNISTAS
opinion

Qué Alberto viene: ¿Kirchner o Menem?

Alberto Fernández, en la inauguración de la segunda reunión del Grupo de Puebla.
Alberto Fernández, en la inauguración de la segunda reunión del Grupo de Puebla. | Captura TV

“Me parece que este nos la pone”. No se anduvo con vueltas ni metáforas sutiles uno de los más experimentados caciques sindicales, de los muchos que había el viernes 8 en el histórico salón Felipe Vallese de la CGT, tras escuchar, aplaudir y saludar efusivamente al presidente electo.

En su discurso, Alberto Fernández había endulzado los oídos de los capos gremiales. Desde que van a formar parte del futuro gobierno hasta que no se tocarán los derechos laborales, pasando por el aún impreciso pacto social que no abarcará solo precios y salarios. La grieta sindical se esfumó durante esos largos minutos de alocución, en medio de sonrisas y aplausos.

No importaba que Moyano no llevara a su hijo Pablo (jefe de la infantería camionera) ni que Fernández fuera con mil y un soldados de su ejército político (gobernadores, intendentes y próximos funcionarios de peso), pero que brillara por su ausencia Claudio Moroni, su futuro ministro de Trabajo.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

La algarabía mutó a mueca enmascarada hacia el epílogo del acto en la sede de la central obrera, justo antes de que lo cerrara la entonación del Himno Nac… no, perdón, de la Marcha Peronista. En sus palabras finales, Alberto F planteó el desafío del futuro laboral por la incidencia tecnológica y cómo adaptarse a ese “cambio imparable”. Volvió a apelar al azúcar para proponer que la CGT generara un centro de capacitación, pero el planteo había quedado claro. Al menos para un par de jefes gremiales.

En medio del incendio socioeconómico que se expande en el país, pueden parecer lejanos los dichos del presidente electo. No lo son. Bastaba con observar a su alrededor. El taxista Viviani resiste a Uber. El bancario Palazzo pelea contra las app de pago (como la de Marcos Galperin) y de cambio. Fernández, de la UTA, se plantó ante la posible automatización de los subtes (choferes y boleteros). El metalúrgico Caló no sabe qué hacer ante la robotización en automotrices y ensambladoras. Apenas un puñado de ejemplos.

Hay casos de adaptación, claro. Como el del Smata en Toyota o el de los petroleros en Vaca Muerta, por citar algunos. Son excepciones.

Por eso, ante el desafío de Alberto, el autor de la frase inicial de este texto y algunos de sus compañeros gremialistas empezaron a inquietarse respecto a qué modelo laboral querrá abrazar el presidente electo. Porque en ese abanico de 180 grados están incluidos tanto Menem como Kirchner. Y Fernández.