Cuando Alberto Fernández llamó en Francia a Ian Sielecki, el flaco que le preguntó por la responsabilidad del peronismo en las crisis argentinas, ¿sabía exactamente a quién estaba llamando? Cuando Carlos “Calilo” Sielecki lo saludó más tarde en el vuelo de regreso de Air France al terminar la gira oficial, ¿sabía también quién era ese hombre que le hablaba hasta con calidez y se presentó apenas como el papá de Ian? Si estaba al tanto, el gesto antigrieta del Presidente es nivel Dios. Si no, acá un resumen: estaba tendiendo puentes nada más y nada menos que con una de las mayores fortunas del país, con lazos íntimos con Mauricio Macri y con una familia de un antiperonismo tal que los llevó directamente a dejar de hablarle al fallecido Héctor Timerman, casado con Anabel Sielecki y tío de Ian, cuando fue designado canciller de Cristina Kirchner en 2010.
Manuel Sielecki llegó a la Argentina desde Polonia en la década del 20 y a partir de la importación de penicilina y de vacunas para la poliomielitis construyó un imperio de negocios que condujo hasta su muerte, en 1998. Su viuda, Lila “Lily” Neumann de Sielecki, heredó un holding junto a sus cuatro hijos Marcelo, Daniel y los mencionados Calilo y Anabel. Hoy la nave insignia es el laboratorio Elea, donde son socios de Hugo Sigman, por ejemplo, en la provisión de vacunas al Estado, tienen inversiones en energía, con partes de Transportadora de Gas del Sur y Petroquímica Cuyo, en alianza con YPF, y también son fuertes en inmuebles: lo último, se quedaron con parte de los terrenos del Tiro Federal por US$ 151 millones en sociedad con la familia Werthein. En 2018, la revista Forbes calculó que tenían activos por más de mil palos verdes.
Lo loco es que Calilo además es un habitual compañero de aventuras del ex presidente Macri en sus escapadas a Villa La Angostura, a quien alojó alguna vez en su megahotel Las Balsas sobre la Bahía de San Patricio, y a quien le suele prestar también su lancha Riva cada vez que van a descansar junto a Juliana Awada. Juliana, de hecho, pegó onda siempre con la mujer de Calilo y mamá de Ian, Nathalie. De hecho, Nathalie le suele tirar un colchón a la ex primera dama para que pare en su departamento del Barrio Latino de París, cada vez que sale de mochilera por Europa, así se ahorra el Airbnb.
Que Ian, a quien todos señalan como un chabón muy educado y hasta cálido con su tío Héctor mientras la familia le hacía el vacío por kuka, haya preguntado por el rol del peronismo no es solo una curiosidad académica totalmente atendible y válida. También es la manifestación de una historia familiar de un rechazo a ese espacio que tuvo su punto cúlmine durante la dictadura, cuando el patriarca Sielecki jugó tan cerca de los milicos que llegó a oponerse al casamiento de Anabel con Héctor, en 1981. Por entonces, el apellido Timerman se había convertido en sinónimo de denuncia de violaciones a los derechos humanos. Ese año se acababa de publicar el tremendo libro Preso sin nombre, celda sin número, con el que Jacobo, fundador del diario La Opinión y padre de Héctor, le gritaba al mundo lo que pasaba en el país y era best seller en Estados Unidos.
Shakira. Igual, si Alberto F hubiera sabido todo esto seguramente nada habría sido distinto, porque si un sello tiene esta gestión que mañana cumple dos meses es la apuesta por la cintura como método para (intentar) hacer combinaciones que a priori pueden parecer inverosímiles o contradictorias y esperar que funcionen, algo que en realidad es la marca de agua del espacio que lo llevó al poder, el Frente de Todos.
Lo de esta semana ya fue cintura nivel Shakira. Con apenas kilómetros y minutos de diferencia, el Gobierno cosechaba un respaldo público del papa Francisco en la renegociación de la deuda nunca visto, en un seminario que parecía llamarse “Dale aflojá Kristalina” con la jefa del Fondo Monetario Internacional sonriendo codo a codo con el ministro de Economía Martín Guzmán, y al mismo tiempo el jefe de Estado confirmaba en una exposición detallada por qué mandará la despenalización del aborto al Congreso, lo que motivaría horas después un llamado de la Iglesia a movilizarse en su contra el 8 de marzo.
También merecen estar en los highlights de un gambeteador los permanentes enganches con los actores de la discusión por la deuda. Uno. Alberto no había terminado de salir de Europa con la promesa de aguante de Alemania, Italia, Francia y España en el directorio del Fondo, y Guzmán ya interpelaba a sus ministros públicamente por la tasa de interés que se paga en el acuerdo con el Club de París que ellos mismos integran, a propósito de un vencimiento de casi US$ 2 mil millones de mayo. Dos. Mientras se impuso un cronograma ultraexigente de reestructuración antes de la lluvia de vencimientos de abril en adelante, Guzmán avisó en el seminario del crucifijo que los acreedores no solo deberán arreglar, también deberán ser “reeducados” esta vez porque siempre se equivocan.
Tres. La dureza que intenta mostrar el Gobierno de “ojo que no te garpo” choca con la decisión de no ir al default por los costos que tendría que mostró Axel Kicillof tras pagar cash el vencimiento que quiso postergar y no pudo. “¿Por qué no agarró la oferta de pagar en cuotas y la presentó como una victoria diciendo que consiguió aire? ¿No era mejor que ponerla toda de una vez? Salvo que fuera mentira que tenía el apoyo del resto de los acreedores, no se entiende. Hasta le hubiera quedado plata para pagarles el plus salarial a los docentes en fecha”, reflexiona un referente de la banca internacional. Otro, del palo local, cuenta que participó de la vaquita en el mercado local que instrumentó el Banco Provincia para que no hubiera default: “Yo puse 50 palos a través de fondos de inversión, para figurar”.
Ahora, lo que da para que lo inviten a Alberto a mover las caderas con Jennifer López en otro entretiempo de un Super Bowl es que cuando él termina 15 días de visita a Israel, viaje a Europa y presentación del embajador de Estados Unidos con Donald Trump, tratando de alinear a los carniceros que creían que él era vegano, aparece Cristina Kirchner y se presenta en la Fiesta Nacional del Espárrago: viaja a Cuba a ver a la hija y participa (como tiene todo derecho a hacerlo, obvio) de la Feria del Libro en La Habana.
Nadie puede negar lo que Fernández está estirando las piruetas para tratar de sostener la cohesión interna y cosechar respaldo externo, intentando juntar en el baile a los que te prestaron los votos con los que te prestan guita, que es juntar a los que demandan más presupuesto con los que piden equilibrio fiscal, a los que piden recomponer salarios y jubilaciones con los que quieren antes desinflación y estabilización. Ojalá que le salga.