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La lengua de los cocodrilos

Se acaba de realizar en Fráncfort el Congreso de esperanto. No es un notición, ya lo sé. Pero en vez de exigir el alto el fuego en Gaza o contar los muertos en las rutas (ambas actividades razonables) prefiero perderme en reflexiones que –tal vez– vengan también al caso.

Rafaelspregelburd150
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Se acaba de realizar en Fráncfort el Congreso de esperanto. No es un notición, ya lo sé. Pero en vez de exigir el alto el fuego en Gaza o contar los muertos en las rutas (ambas actividades razonables) prefiero perderme en reflexiones que –tal vez– vengan también al caso.
Y el caso es que el esperanto es uno de los proyectos humanistas que mejor me caen. Mientras todo rastro humano tiende a borrarse, esta lengua artificial creada por Ludwig Zamenhof en 1887 no se impone –como todo el mundo cree– como una lengua universal. No engendra las pomposas taxonomías para apropiarse de las cosas (como en las lenguas filosóficas medievales), ni supone la chata practicidad del código binario (que hace a la informática). El esperanto jamás buscó ser la lengua universal, sino una modestísima “segunda” lengua regalada a la humanidad en su conjunto. Zamenhof quería proteger los dialectos pequeños: los habitantes de aldeas cercanas que deseaban hablarse debían usar el ruso del imperio, la artimaña del opresor. Si iraquíes y venezolanos charlan sobre zapatos voladores o reyes de España, lo harán en inglés: la lengua de Bush.
Ludwig olvidaba que la comunicación ocurre no sólo en lo denotado, sino sobre todo en lo connotado. ¿Lo sabrán los cincuenta niños censados en Fráncfort que hablan esperanto como lengua materna? Cada año, un número intenso de personas (cien mil tipos) que tienen otras cosas mejores que hacer pero que además creen en esto, comparan “krokodilajxoj”. La palabra es rara pero útil: “cosas de cocodrilos”. Designa a lo que cada pueblo regala a la lengua, producto del aporte literal de frases locales. Fráncfort habrá discutido, por ejemplo, si “Kapabligu bieron, sovagxbesto!” se acepta como “habilitá una birra, fiera”, o si su oscuridad será barrera para entrar al vortaro (diccionario).
El diálogo en esperanto es siempre sencillo y fluido, ya que supone a dos interlocutores que ya comparten un proyecto humanitario. Que israelíes y palestinos dialoguen –en ninguna lengua– es más difícil. Cuando el lenguaje se retira tanto, parece quedar sólo la lengua del fuego y de las piedras. Lo saben los niños palestinos que morirán en estos días.