Sin modificar en lo más mínimo el escenario base de transición a 2011 surfeando, moverse para 2010 sería posicionarse para una recuperación intermedia del nivel de actividad: ni otro año de recesión a la 2009 ni una reactivación vigorosa como la de los previos. La normalización a medias de los dos factores que desencadenaron la recesión 2009, la debacle de la exportación y dos años de fuerte dolarización de portafolios, son los protagonistas. La exportación recuperaría la mitad de lo perdido en 2009 y la dolarización de portafolios, variable muy difícil de pronosticar, bajaría al menos a la mitad de lo que fue en 2008 y 2009. Así, el PBI podría crecer el año que viene lo mismo que cae este: “más o menos” 3%, sujeto a la situación política y social local y fundamentalmente a las condiciones internacionales. Una recuperación intermedia traería aparejado tres consecuencias, una a favor y dos en contra. La primera a favor es esquivar dos años seguidos de caída del PBI. Esto es muy importante para eludir el síndrome 1999–2000 de recesión larga. Dos años seguidos de contracción fueron demasiado deterioro acumulado y terminaron siendo el germen de la crisis de 2001–2002. Una recuperación, aunque fuera a medias, aleja el escenario de callejón sin salida. Para esta macro de transición hacia un nuevo Presidente es un cero a cero de visitante. La segunda consecuencia ligada a lo anterior, es que se trata de una economía a media máquina. No va a arrastrar con mucha fuerza ni al empleo ni a la inversión ni a la recaudación tributaria, tres variables clave en cualquier salida. Por más que se dé un rebote del nivel de actividad, estas tres variables se moverán con rezagos, casi como si la economía siguiera en recesión por más tiempo. De todos modos la clave, aún a media máquina es que con cabeza argentina se aleja un fantasma de crisis tradicional con corridas. El empleo es una de las variables que más demora en recuperarse después de una recesión. Demora incluso cuando lo que sigue es una reactivación vigorosa. Si además se sale de la recesión con costos salariales en dólares altos como sucede hoy, el repunte del empleo demora más. El mejor escenario en 2010 sería que el mismo dejara de caer. El desempleo termina este año en 10% contra el 8,5% de fines de 2008 y el año que viene podría subir a 11%.
La inversión también es lenta y reacia a normalizarse después de una recesión. Requiere que se regenere la confianza y que se mueva otra vez la rueda del consumo interno. El mejor escenario para la inversión 2010 sería que dejara de caer o a lo sumo que ya empiece a verse un cero en tasa de variación. Por último, una recuperación a medias no es reaseguro de que la recaudación tributaria, aunque va a subir, vuelva a crecer a un ritmo importante. Lo más probable será que en 2010 el aporte de la recuperación de la recaudación será todavía bajo, ni que hablar mirando contra el gasto. Pero allí se trata más de un problema de gasto. Los ingresos fiscales, igual van a subir más que en 2009 porque la cosecha de soja será más alta, la inflación seguirá ayudando y entrarán algunos fondos extra por la moratoria de este año. En un contexto de eventual recuperación a medias del nivel de actividad, el problema fiscal de la política económica de haberse consumido por completo en 2009 el superávit fiscal primario seguirá totalmente vigente. Habrá que “pasar más la gorra” y recurrir al Banco Central, al pozo de activos de la ANSES y al sistema bancario para financiar los pagos de la deuda y también el déficit primario. La tercera consecuencia de recuperar en 2010 sólo lo que se cayó en 2009 es que dejará sensaciones ambivalentes entre la gente. Va a primar la insatisfacción sobre el alivio. Es obviamente mejor a otro -3%, pero va a primar el estancamiento del bienio-cero, con sabor a poco. En 2010, el PBI per cápita será equivalente al de 2007. Al final del tercer año de gobierno de C. Fernández, el PBI per cápita será igual al que heredó de N. Kirchner. Visto así, se habrán perdido tres años. Los principales desafíos de la política macroeconómica serán: I) manejar la situación fiscal sin superávit primario y con dificultades para acceder a financiamiento fluido y a costo razonable; II) ligado a lo anterior, evitar caer en el modelo del impuesto inflacionario para financiar al fisco; III) ligado a los dos anteriores, evitar que el tipo de cambio se atrase si la inflación sube; IV) ligado a los tres anteriores, lidiar con la presión salarial si sube la inflación y el tipo de cambio. Por lo tanto, aún en el escenario de no continuidad de la recesión, los desafíos fiscales y monetarios impuestos por la realidad y por el deterioro acumulado por el programa, requerirán un fino manejo de la política monetaria del BCRA y de la política fiscal del gobierno. ¡¡Ah, están también la política y el mundo!!
*Director de M&S Consultores.