COLUMNISTAS
REPORTAJE a Graciela Ocaa

“La marcha me recordó las manifestaciones del fin de la dictadura”

La diputada analiza el 18F y asegura que la grave situación institucional provocada el casoNisman, se suman a los problemas económicos que atraviesa el país.

Critica a CFK. “Aquí hay una sola víctima, que no es ni el Gobierno ni Cristina Kirchner, es el doctor Alberto Nisman y, fundamentalmente, su familia, que ha perdido un hijo, un padre.... La President
| Enrique Manuel Abbate

Las últimas horas no han dado respiro ni a los políticos ni a los funcionarios, y, por supuesto, tampoco a la prensa. Por eso acudimos al sereno pensamiento de Graciela Ocaña, ex ministra de Salud y actualmente diputada por Confianza Pública en nuestra ciudad de Buenos Aires.

— Obviamente, aún permanecemos todos bajo la emoción y el impacto que ha significado la marcha del miércoles 18 –recuerda Ocaña–. Ha sido histórica, me ha recordado las manifestaciones del fin de la dictadura y el comienzo de la democracia. La sociedad argentina dio una enorme muestra de madurez y de necesidad de cambio. El unánime y contundente grito de “justicia” fue el único sonido que interrumpió el silencio que medio millón de personas (sólo en Capital Federal) respetaron a rajatabla, manifestándose en paz bajo la lluvia. Los argentinos reclamaron “nunca más” a la impunidad, y los dirigentes tenemos la responsabilidad de escucharlos y construir una alternativa que canalice esa demanda.

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— Estamos en 2015, y creo que es un año que ha comenzado con graves consecuencias institucionales a partir de la denuncia que hizo el fiscal Nisman contra la presidenta de la Nación, el canciller y otros funcionarios del gobierno nacional por encubrimiento. A partir de esta denuncia se produce, como sabemos, la muerte de Nisman un día antes de que acudiera al Congreso para presentar las pruebas que sostienen esta denuncia. Creo que esto ha cambiado todo el mapa político en un año electoral como este 2015. Me parece que justamente puso en contexto de discusión el tema de la justicia, de la institucionalidad en la Argentina y el de la seguridad jurídica en el país. Veo que éste es un año complejo, porque a los problemas económicos que hoy presenta Argentina (falta de divisas, los conflictos que subsisten en distintos sectores productivos, la pérdida de puestos de trabajo, la inflación…) parece que ahora se les agrega este tema de suma gravedad institucional, que pone en contexto (no sólo por la dirigencia política para los candidatos a presidente o a cargos ejecutivos en el 2015) sino que, fundamentalmente la sociedad está en la encrucijada de un año en el que tendrá que tomar decisiones. Por ejemplo, cuando vota.

—Un cuadro muy difícil, en el que (creo que por primera vez) aparece muerto un fiscal de la Nación horas antes de declarar ante el Congreso.

—Sí. Creo que es la primera vez, y es un hecho de tanta gravedad institucional que no recuerdo otro desde el comienzo de la democracia. Tiene la misma gravedad que tuvieron, en su momento, el alzamiento carapintada contra la democracia o los atentados contra la AMIA y la Embajada de Israel. Son temas que tienen un impacto altísimo y que en nuestra historia argentina pueden compararse con la muerte de Bordabehere (secretario de Lisandro de la Torre) en el Congreso de la Nación. Son hechos que cambian y afectan la realidad. Por ejemplo, en esta muerte, de Nisman, a un mes de ocurrida aún no sabemos qué le sucedió al fiscal. Es un hecho conmocionante para la ciudadanía. Yo estuve en la primera marcha que se formó espontáneamente el día en que apareció el cuerpo de Nisman (el lunes 19 de enero) y la verdad es que la sensación que se experimentaba en la Plaza de Mayo era de mucha indefensión. La pregunta general era: si esto le ocurre a un fiscal de la República, ¿qué puede pasarle a un simple ciudadano? La sensación general era de miedo e indefensión. Y creo que aún no ha sido superada. Al contrario: diría que la sensación de miedo ha ido en aumento, pues parece (como en muchos otros casos en Argentina) que el poder encubre a los criminales, encubre lo que ocurrió.

—Ya que menciona el poder, llama la atención la falta de alguna expresión de condolencia, de pena, hacia la familia Nisman, considerando que la presidenta de la Nación ha usado un par de veces la cadena oficial sin mencionar palabras de pésame.

—En esta crisis institucional hay un rol presidencial (porque también es en las crisis cuando se advierte la calidad de los dirigentes) que me parece erróneo. Comenzando por el hecho de que su primera reacción (a las 12 horas) fue querer imponer el suicidio como hipótesis de la muerte del Dr. Nisman. Algo bastante lamentable, que incluye no sólo a la Presidenta sino también a Berni y a los diputados, y después su desaparición, su comunicación a través de Facebook incluso haciendo acusaciones. Y no es el rol de una presidenta comportarse como Sherlock Holmes sino, en cambio, como una líder. Y en ese sentido, la Presidenta tiene que entender que debe dar una respuesta a la sociedad porque tiene una responsabilidad política, ya que Nisman estaba custodiado por fuerzas federales que están a cargo del jefe de Estado. También como ser humano debe acompañar a esta familia. Aquí hay una sola víctima, que no es ni el Gobierno ni Cristina Kirchner, es el doctor Alberto Nisman, y fundamentalmente su familia, que ha perdido un hijo, un padre… La Presidenta no dijo nada de esto, sino que enfatizó que se quedaba con “la alegría, el canto y el baile”. No ha entendido que la sociedad argentina está llorando la muerte de un fiscal porque cree que, con la muerte de Nisman, se juegan muchas cosas: el rol de la Justicia, el de las instituciones. Se juega el rol de la democracia, y yo estoy convencida (y lo dije hace algunos días en el Senado) de que cómo se resuelva el crimen de Nisman y su denuncia habrán de determinar ¡en qué Argentina vamos a vivir! La Argentina de las instituciones, del respeto de la ley, o una Argentina en la que la democracia va a constituir simplemente el hecho de votar a alguien que ejerza todo el poder, que haga lo que quiera aun traicionando el compromiso contraído con sus votantes. ¿Tendremos una democracia participativa o delegativa? Creo que esto va a depender de cómo se resuelvan estos últimos hechos. Por eso creo que todos (los medios de comunicación, las dirigencias políticas y fundamentalmente la Justicia y el Gobierno) tienen una enorme responsabilidad en esto. Aquí la Presidenta debe rendir cuentas de su responsabilidad política, más allá de los hechos penales que puedan surgir por la investigación judicial.

—¿Cómo ve, en este 2015, la actitud de la oposición?

—Así como la Presidenta no ha estado a la altura de los acontecimientos, tampoco la oposición ha dado una respuesta adecuada. Por ejemplo, aquel 19 de enero vimos una cantidad de dirigentes políticos que le hablaban en forma separada a la gente, y en la Plaza la gente se preguntaba: “¿Por qué no se juntan?”. ¿Ni siquiera pueden hacerlo ante un hecho tan grave como la muerte de un fiscal que, al día siguiente, tenía que presentarse en el Senado para formalizar sus denuncias? En parte esto se está subsanando a partir de la demanda de la sociedad, y la oposición comprendió que debía unirse y así lo hizo para hacer frente, por ejemplo, a la embestida del Gobierno en esta ley de reforma de los servicios de inteligencia, que ante la crisis y ante instituciones cuestionadas le cambia el nombre ¡pero todo sigue igual! Por ejemplo, cuando yo hice la denuncia por la mafia de los medicamentos, la oficina de Administración de Programas Especiales cambió de nombre pero la metodología subsiste, y esto es lo que la Argentina tiene que discutir. Me refiero a una Ley de Inteligencia que pueda permitir y tener servicios de inteligencia que, por un lado, estén de acuerdo con las necesidades de Argentina y no del poder de un presidente o de un gobierno. La verdad es que en estos últimos treinta años de democracia hubo ciertos acuerdos. Uno fue la Ley de Defensa de la Democracia, que estableció un rol para las Fuerzas Armadas dejándolas excluidas de ejercer inteligencia interna. También en 2001 conseguimos lo que durante mucho tiempo deseábamos: control parlamentario de los servicios de inteligencia. A este fin se creó una comisión bicameral que tenía el rol de controlar y tenía acceso a todas las actividades y, por supuesto, al uso del presupuesto. Lamentablemente, esa ley (que es similar a las de otros países avanzados, como Francia), pese a los esfuerzos del Congreso, nunca pudo terminar de controlar a los servicios de inteligencia básicamente porque no había voluntad política como para hacerlo. Cuando Cristina era senadora reclamaba la puesta en funcionamiento de la comisión (y yo recuerdo algunos de sus discursos en 2002/2003), pero resulta que en los últimos años, durante su gobierno, esa comisión no tuvo actividad.

—Y lo que es más inexplicable es que la Presidenta (que se ha aferrado a la bandera de los derechos humanos) haya puesto al frente del Ejército Argentino a un hombre de Inteligencia que, además, está denunciado por la desaparición del conscripto Ledo durante la dictadura.

—¡Esto es algo inentendible! Se trata de un general que está acusado desde violar los derechos humanos hasta de enriquecimiento ilícito. La verdad es que el presupuesto asignado a Milani (evidentemente para hacer Inteligencia) creo que también es una respuesta que el Gobierno nos debe y que no incluyó en la discusión de la ley que pretende reformar los servicios de inteligencia en la Argentina. El Ejército y Milani no están incluidos, reitero, y me parece que la actitud de la oposición respecto de este tema (la audiencia pública en el Senado para discutir acerca de las circunstancias que rodean la muerte del Dr. Nisman, la intervención de la jueza Arroyo Salgado, su ex esposa y representante de sus hijas, etc.) ha sido muy importante para poder asumir un rol distintivo. La situación inicial de división ha sido subsanada (por suerte) por el reclamo de la sociedad, que desea, frente a estos temas, que la oposición no se mire el ombligo y sus propios intereses sino que defienda los intereses de toda la sociedad.

—Por eso, insistimos, fue tan importante la presencia de la familia Nisman en la marcha.

—Tan importante como una de las últimas declaraciones de la doctora Arroyo Salgado, que dejó en claro que la familia del Dr. Nisman no cree que él se haya suicidado. Esto es un elemento central. También la doctora pidió respeto (cosa que todos debemos entender y atender) sobre la investigación judicial. Sin embargo, muchos tememos que esta investigación termine como muchas otras. Es decir, en la impunidad. Me parece muy importante que los fiscales hayan decidido tomar la bandera de esta convocatoria a la marcha, pues esto le confiere una legitimidad muy importante. El Dr. Nisman murió haciendo lo que tenía que hacer. Cumpliendo su función. Y esto debe ser honrado en la Argentina, así como se debe honrar al bombero que muere socorriendo gente en un incendio o a los dirigentes que tienen un compromiso. Por eso insisto en que me parece una pena que la Presidenta no haya tenido la sensibilidad para decretar el duelo que correspondía en el día del entierro del Dr. Nisman. Hubiera sido el mínimo gesto que todos esperábamos por parte de la jefa de Estado. Sin embargo, este gesto que el Gobierno le ha negado al Dr. Nisman ha sido reemplazado por el espontáneo acompañamiento a la marcha convocada por los fiscales.