COLUMNISTAS
el gobierno tiene la iniciativa y pone en aprietos a la oposicion

La mejor semana de Cristina

La oposición está en problemas. Va a tener que revisar toda su estrategia de crítica, control y propuestas alternativas para no ir siempre detrás de la agenda que fija el Gobierno.

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La oposición está en problemas. Va a tener que revisar toda su estrategia de crítica, control y propuestas alternativas para no ir siempre detrás de la agenda que fija el Gobierno. Es abismal la diferencia de contundencia y variedad de recursos que tienen los Kirchner a la hora de utilizar el Estado para construir escenarios propicios y la fragilidad que evidencian los líderes que se proponen reemplazarlos en 2011. El matrimonio presidencial logró mantener la iniciativa y profundizar su proyecto, salvo en las primeras horas posteriores a la paliza electoral del 28 de junio que los había dejado tambaleantes y contra las cuerdas.

El Talón de Aquiles de los patagónicos no parece estar ubicado en el campo de la política ni en lo social. La forma en que le arrebataron y llevaron a la práctica dos banderas opositoras como la reforma electoral y la asignación a la niñez demuestra que no se puede subestimar a quienes hace 20 años que están en el poder trabajando para seguir estando otros 20 años más.
Las distintas vertientes opositoras expresaron sus cuestionamientos y en muchos casos con argumentos muy respetables. Pero resultó patética cierta actitud llorona poniendo el eje en detalles o cuestiones menores, casi caprichosas. “Yo lo dije primero. Me copiaron. Falta mucho todavía”, se escuchaba como lamento detrás de las noticias. El mejor opositor es el que puede reconocer lo bueno del Gobierno. Eso le da más autoridad moral para criticar lo malo. Y en este caso, muchos fueron muy duros con el árbol pero no supieron digerir el bosque. Ser dirigente político, entre otras cosas, es fijar prioridades. O separar lo esencial de lo accesorio. La realidad es que el Gobierno anunció un proyecto para que las elecciones sean más participativas y transparentes y una transferencia de recursos hacia los sectores más pobres de casi 10 mil millones de pesos. Eso es claramente positivo. O progresista. O peronista, si se prefiere. Los partidos políticos que pelean contra el Gobierno no pudieron evitar que se vaya instalando lentamente la peligrosa idea de que los Kirchner son los únicos que pueden gobernar. La ineficacia, la fragmentación y el divismo de los “buenos” se ha convertido en la principal fortaleza de los “malos”. Un peronista que hace poco abandonó a los Kirchner lo resumió con un juego de palabras imperdible: “Si los Kirchner no fueran tan malas personas serían muy buenos gobernantes”.

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Este es el gran desafío que se viene. Porque otra vez aparece esa democracia minusválida que, como en la época de Carlos Menem, decía : “Roban pero hacen”. A los Kirchner se les podría agregar: “Persiguen pero hacen”. Tal vez en estas dos conceptos paridos por el ciudadano de a pie haya alguna pista que indique por cuáles caminos debería tomar la oposición para poner las cosas en su lugar, para desnudar al Gobierno en sus actitudes más destructivas y para darse tiempo en esa lucha de construirse seriamente con una propuesta sensata y realizable ante cada crítica. “Roban pero hacen y persiguen pero hacen” está marcando que la percepción de la mayoria social (que puede verificarse en las encuestas) indica que éste es el Gobierno más disciplinado y concentrado en la corrupción desde el retorno de la democracia y el que más castiga la libertad de expresión y de acción de periodistas y opositores. Tal vez éste sea el rumbo que la oposición debe tomar. Tal vez algo ya están diseñando cuando plantean volver a las comisiones parlamentarias para investigar los bolsones más oscuros de la obra pública o de los subsidios, y reformular la Comisión de Seguimiento de las Tareas de Inteligencia que envenenan la convivencia civilizada cada vez con mayor despliegue tecnológico y ánimo de venganza.

Sobre todo Elisa Carrió, pero también su partido madre, el radicalismo, son reconocidos por su rol de fiscales anticorrupción y por su defensa de las libertades publicas. La honradez y transparencia es parte del activo de Carrió, y del brazo con Gerardo Morales deberían consolidar ese lugar. Hay decenas de casos de coimas escandalosas, enriquecimientos ilícitos y extorsiones con subsidios, que merecen que sean iluminados con información cierta y con pruebas para que desde el Congreso se pueda ayudar a la Justicia a condenar a los que apovechan el Gobierno para robar. Lo mismo en el tema violencia e intimidación. El procesamiento de Luis D’Elía por el copamiento de la comisaría de la Boca es un ejemplo de que en los Tribunales hay menos miedo y más decisión. Las graves denuncias que viene realizando Graciela Ocaña deberían apuntalarse con toda la infraestructura del Parlamento. Las amenazas de muerte y la invasión a la intimidad de Ocaña confirman hasta qué punto son capaces de odiar los Kirchner. No se dignaron a pronunciar una sola palabra de solidaridad con la víctima de esa persecución a quien hasta hace poco exhibían y usaban como una joya anticorrupción en su gabinete. Ni siquiera expresaron formalmente aquello de que “vamos a investigar hasta las últimas consencuencias”. Nada. Para varios portales de noticias cómplices del Gobierno y para Télam, las denuncias de Ocaña tampoco fueron noticia: no publicaron una línea. Hay celos, resentimientos y viejas facturas que la oposición debe superar rápidamente a riesgo de cometer los mismos pecados de ninguneo que el Gobierno. Estuvo bien Elisa Carrió en respaldar a Ocaña. Faltó que el resto del espectro opositor también pusiera el grito en el cielo.

Cristina Kirchner tuvo su mejor semana desde que llegó al poder. Supo escuchar las demandas de sus adversarios y de esa manera corregir el pecado de soberbia de negar lo evidente. Por ejemplo, la necesidad de reglas más transparentes para el juego electoral o la urgencia de asistir a los hijos de los excluidos. Eso habla bien de ella. La muestra fuera del encierro dogmático y paralizante en el que la había sumido la hiperpresencia de su marido y mariscal de la derrota. Hasta simbólicamente, Néstor Kirchner empezó a figurar menos o sólo en afiches que lo proclaman para 2011, y las veces que apareció volvió al personaje que proclama ondas de amor y paz. Nadie cree que los Kirchner hayan cambiado definitivamente ni por convicción. Pero es claro que registraron los motivos de sus peores mediciones en las encuestas y su alta imagen negativa y empezaron a modificar los aspectos que más rechazo producen.
Nada garantiza que ello les permita reconstruir la relación con amplios sectores de la población. Diseminaron demasiado odio y enfrentamiento y se ganaron, tal vez para siempre, el repudio de los sectores medios urbanos y rurales.

Hay muchos aspectos que la oposición deberá pelear en el Congreso (en este o en el que viene) para mejorar los proyectos kirchneristas. En el caso de la reforma política hay uno que es clave: la boleta única. En su discurso, Cristina realizó un operativo de distracción hablando de boletas más divertidas y de colores y se manifestó en contra el papel de diario (marche un sicólogo a la izquierda) y hasta merodeó la broma escatológica diciendo que si no fuera presidenta hubiera encontrado otro papel como ejemplo, sugiriendo que se trataba del papel higiénico (otro sicólogo más). Esa frivolidad no debería correr el eje. Hay múltiples razones por las que la Argentina no se puede dar el lujo de no tener boleta única en 2011.
El Estado la confecciona y la reparte y eso iguala las oportunidades para los que no tienen dinero ni aparato para reponerlas cada vez que los delincuentes partidarios se las roban del cuarto oscuro. Y además agiliza el conteo de votos y es claramente más barato. Córdoba ya lo tiene, al igual que casi toda América Latina. Es el principal agujero negro de la reforma política que el Congreso debería reparar. Y también fomentar un profundo debate acerca de cuál debe ser el nivel de exigencia en los requisitos para encontrar el equilibrio que permita el surgimiento de nuevos líderes que renueven el panorama pero que no fomenten la existencia de un archipiélago de sellos de goma que muchas veces son negocios familiares.

Cristina se quedará con los méritos de haber implementado el plan de asignación para todos los hijos de desocupados o de trabajadores en negro. Flexibilizó su postura que hasta hace muy poco era decir que “la única manera de combatir genuinamente la pobreza” era con trabajo digno y registrado. Recién en estos últimos días comprendió que una cosa no quita la otra. Que son propuestas complementarias. Que una atiende la emergencia y la otra debe ser una guía estratégica.
Es muy útil rescatar a los que hace años vienen batallando para instalar esta necesidad con un consenso social que no siempre tuvo. Es difícil reconocer quiénes fueron por día, mes y año los primeros. Pero sin dudas en la primera fila del mérito están el diputado Claudio Lozano, junto a la CTA de Víctor de Gennaro, la Pastoral Social de la Iglesia y las Elisas, Carca y Carrió, que presentaron un proyecto en 1996.
Estos tres sectores han tenido que reconocer que el anuncio de Cristina “corrige fuertes inequidades sociales” y que es un significativo avance en el buen sentido. Tanto Lozano como Carrió coincidieron en advertir que “no se trata de un plan universal” y que hubiera sido mucho mejor financiarlo gravando la renta financiera que con los bajos haberes jubilatorios.
Ahora deberían controlar la transparencia y que lleguen a quienes corresponda esos 10 mil millones que van a restañar muchas heridas y que se van a incorporar en su totalidad al consumo. Nadie le podrá sacar al ARI, la CTA o a la Iglesia la paternidad de la idea. Pero tampoco nadie le podrá negar a Cristina que fue ella la que la llevó a la práctica lo que se podría caracterizar como el hecho social más trascendente del gobierno de los Kirchner.

¿Será una bisagra que les permitirá cambiar en otros planos más conflictivos? Difícil saberlo. Por ahora, el peronismo No K está convencido de que Néstor ostenta un “liderazgo extorsivo”, como dijo Eduardo Duhalde en Mar del Plata. Duhalde después viajó a Harvard, donde supo que Roberto Lavagna le reconoce el carácter de “coordinador” de los esfuerzos de ese espacio y que se lo dijo en una reunión reservada y prolongada que tuvo con Felipe Solá en sus oficinas cercanas al Obelisco. Poco a poco los bultos se van acomodando en el viaje y Lavagna ya está trabajando como un hombre de consulta del bloque que articula Solá con unos 40 diputados. Con Duhalde como “gran timonel” y candidato a enfrentarse con Kirchner en las internas del PJ, Felipe en lo parlamentario y Lavagna aportando ideas en ambos planos, se va consolidando un triángulo que puede convertirse en un imán atractivo para los peronistas que no soportan más el maltrato autoritario de Néstor. Duhalde, Solá y Lavagna tienen otras fuertes coincidencias además de su espanto hacia Kirchner. Creen que ni Mauricio Macri ni Francisco De Narváez pueden ser candidatos a presidentes de ese acuerdo. Y elogian la tarea impecable de Jorge Sarghini, que cuando finalice su mandato como diputado se sumará a una suerte de “usina de ideas” que están edificando. La integrarán varios cuadros con experiencia de gestión, como Alberto Iribarne, Alberto Abad, Javier González Fraga y Eduardo Amadeo, entre otros. Esa acumulación de materia gris tendría como objetivo mostrar que no sólo el kirchnerismo puede gobernar. Que hay otro peronismo. Sería ideal para la consolidación definitiva del sistema republicano que la oposición no peronista, tal vez con Rodolfo Terragno como referente de matriz radical pero independiente a la cabeza, concretara algo similar. Exhibir capacidad de gestión le da responsabilidad y rigurosidad a cada toma de posición y amplía las bases de sustentación democrática.

Producto de estas noveades, muchas en ciernes, De Narváez salió a cruzar a Duhalde. Tal vez por eso no se produzca más una foto en la que aparezcan juntos Solá, Macri y De Narváez.
Si la oposición peronista se va a concentrar en derrotar dentro del partido al kirchnerismo y la oposición no peronista va a poner en el centro su combate contra la corrupción y la persecución de Estado, es probable que el rompecabezas se vaya armando. Para eso falta tiempo. Recién en marzo próximo estará trabajando a pleno la nueva correlación de fuerzas parlamentarias.
Hoy, el Gobierno se muestra erguido. Sorprende con la iniciativa. Avisa que vá por mas y por eso, la oposición está en problemas. Y ante un gran desafío.