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La memoria

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Recordar hasta cuándo? ¿Olvidar hasta dónde? El soporte técnico, un tipo de voz engolada como Víctor Hugo, te tira: “Estás lento, te queda poca memoria”. ¡Qué decís, gil!, gritás, y le hacés un repaso: mirá, recuerdo a Néstor diciendo que Menem es el mejor presidente de la historia, a Parrilli, el secretario general del gobierno de Cristina festejando a los abrazos la votación cuando se privatizó YPF en los 90, y lo tengo de nuevo ahora festejando la estatización, y la tengo a Cristina casi al borde del llanto recordando que “él” siempre quiso “recuperar” YPF después de que, como gobernador de Santa Cruz, apoyó la liquidación y embolsó unos 700 millones de dólares, guita de la que nunca más se supo. ¡Relatame ésta, Vitorhugo!: recuerdo a Axel acusando de “tarados” a los que creían que le íbamos a pagar a Repsol por la expropiación, y lo tengo ahora explicando por qué le garpamos por las acciones más de lo que valían en su momento.

“Tenés que comprar otra memoria”, aconseja el engolado. ¿Otra? ¿Te parece? Mirá que de la dictadura para acá te puedo contar hasta lo que no está en internet, ¿eh? La censura y la persecución de revistas como La Semana y Humor, el coraje del Buenos Aires Herald, también los diarios “paramilicos”, como el de la marina, Convicción o La Tarde, que dirigía el hoy canciller Héctor Timerman. Sé quién miente sobre su pasado y quién no, quién laburó para “la corpo” y quién no, qué servicio de inteligencia montonero y qué sindicalista ahora “amigos” del Gobierno fueron cómplices de los milicos, quiénes le hicieron una entrevista a Pérez Esquivel para una revista deportiva el día que le dieron el Nobel en 1980, cuando los milicos habían prohibido nombrarlo, a quiénes amenazaron y tuvimos que exiliarnos y quiénes colaboraron con el almirante Lacoste.

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Puedo recordarte eso y todo lo que sucedió en los treinta años de democracia. “Ta, pero no entendés”, insiste el engolado. “Así no podés seguir, o comprás o tirás la mitad de todo eso.” Vos me estás jodiendo, ¿no, Vítor? El pavo real se ofende, amaga irse. “Me voy a escuchar a Wolfgang”. ¿Mozart? “Sí, ¿lo tenés? Y, sí, le digo, lo tengo en CD. El engolado me mira con aire extrañado: “No pensé que un tipo como vos podría conocer a Mozart”. Perdoname, Vítor, por no ser sordo. Aparte, creo que el pibe murió ya. “Sí, sí, claro, el que viene a casa es Wilson, un empleado al que le tiro una propina para que toque el piano y me anime la cena. A mis invitados les voy a contar que Wolfgang Amadeus Mozart, cuyo nombre completo era Johannes Chrysostomus Wolfgangus Theophilus Mozart, nació en Salzburgo el 27 de enero de 756 y murió en Viena a la edad de...”.
Pará, Vítor, ya sé que usás Wikipedia, pero vos tenés memoria sólo para algunas cosas. “Sí –se complace el engolado–, porque la mía es reversible”. ¿Cómo es eso? “Reversible... para lluvia, para sol, para algunas cosas sí, para otras no, sirve para acá, para Uruguay, la puedo borrar, volver a escribir”. Pero ésa... ¿se vende? “Se compra y se vende, si querés te consigo”. ¿Cómo... “te consigo”? ¿Qué es, falopa? El engolado baja la voz, se agacha más: “No, no, todo legal, oficial. Ahora, desde que asumió Capitanich, hay una versión nueva, actualizada”.

Sospecho. Le digo no, gracias, dejame con la mía, es una memoria hinchapelotas pero es la que tengo desde chiquito y no la voy a andar cambiando a esta altura. “Vas a seguir lento”, advierte. Sí, y boludo, agrego; más te diría, soy de los millones que últimamente se volvieron “medio pelotudos”, pero contento y orgulloso porque puedo competir y ganarle a cualquiera en la revisión de archivos. “En fin, si no querés comprar, entonces tratá de olvidar, pensá en el futuro”. Te agradezco el consejo, pero ése es mi límite. Ni olvido ni perdón, ley, juicio y castigo para los criminales y los chorros. Le robaron la vida a mucha gente, mataron a muchos pibes. Cromañón, Once, Formosa, Chaco... Menos futuro voy a tener si olvido.
“Bueno, nada, chau”. Bueno, todo, chau.

* Periodista, Coordinador de los Medios Públicos de la Ciudad.