COLUMNISTAS

La nueva trinidad

Mientras en Buenos Aires la gente mira el porvenir con desconfianza, la visita anual al acogedor Festival de cine de Viena nos permite huir por diez días de las preocupaciones inmediatas. Claro que aquí, donde un treinta por ciento del electorado vota por la ultraderecha, los ciudadanos sensibles tienen sus temores, aunque los visitantes veamos esas aberraciones de la democracia como una de las costumbres exóticas de los nativos de un modo similar al que un extranjero ilustrado podría ver a nuestro gobierno.

Quintin150
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Mientras en Buenos Aires la gente mira el porvenir con desconfianza, la visita anual al acogedor Festival de cine de Viena nos permite huir por diez días de las preocupaciones inmediatas. Claro que aquí, donde un treinta por ciento del electorado vota por la ultraderecha, los ciudadanos sensibles tienen sus temores, aunque los visitantes veamos esas aberraciones de la democracia como una de las costumbres exóticas de los nativos de un modo similar al que un extranjero ilustrado podría ver a nuestro gobierno.
Como hemos pasado diez días en la burbuja cinematográfica internacional, es bueno que demos cuenta de las novedades antes de que ella también se derrumbe contagiada por los mercados financieros. O por razones intrínsecas, que tampoco faltan. Hoy en día es difícil que las películas independientes circulen por el mundo, los sistemas de financiación y coproducción tienen aristas que favorecen la corrupción y la censura artística. Por su parte, tanto la crítica como los festivales dan la impresión de haber perdido un poco el rumbo. Esa desorientación desemboca en la creciente dificultad para distinguir el rigor de la prolijidad, la iluminación creativa de los fuegos de artificio y a los autores de los simuladores.
Entre quienes reconocen el problema pero están dispuestos a enfrentarlo figura un señor llamado Olivier Père, que hasta mayo del año próximo se desempeñará como responsable de la Quincena de los Realizadores del Festival de Cannes y en 2010 asumirá como director de Locarno. En sus tres años de gestión, Père ha logrado hacer de su sección la más interesante de Cannes, a pesar de la abrumadora diferencia de recursos a favor de la sección oficial, que tiene además la posibilidad de elegir primero. El éxito de Père no obedece sólo a una cuestión de inteligencia y buen gusto, sino a que su programa es renovador y radical. Para lograr ese resultado –contaba Père en Viena frente a una muestra de la producción cervecera local– hay que salir de la trampa en la que el cine se ha encerrado a sí mismo, que es la fabricación de películas cuya referencia principal son otras películas a las que imitan, copian y saquean de modos diversos, hasta hacer de esa cultura de segundo grado el código genético de una forma artística empobrecida.
En su gestión al frente de la Quincena, Père ha identificado a tres jóvenes realizadores cuyas películas seleccionó y que a su juicio permiten pensar en una verdadera refundación del cine por la vía de devolverle las condiciones que fueron el motor de su vertiginoso –y ahora detenido– crecimiento como arte. Ellos son el portugués Miguel Gomes, que ha recuperado un esplendor auténtico para la invención y la puesta en escena; el argentino Lisandro Alonso, cuyas ficciones redescubren la posibilidad de un contacto íntimo con lo real, y el catalán Albert Serra, que a caballo de esos dos estilos incorpora elementos mitológicos y religiosos genuinos. Las últimas películas de la trinidad se exhibieron en Viena y pasaron o pasarán también por los festivales argentinos. Aquel querido mes de agosto, de Gomes, se verá en el Bafici 2009, mientras que Liverpool, de Alonso, estuvo allí este año (y se estrena ahora en Buenos Aires). El canto de los pájaros, de Serra, se presentará en el inminente Festival de Mar del Plata.
¿Y la crítica? Una pregunta pertinente, porque el renacimiento del cine requiere de exégetas e intérpretes que lo acompañen. Según Père, la crítica debe recuperar para ello la capacidad que alguna vez tuvo de identificar con precisión la creación artística en su sentido más radical, incluso frente a la habilidad y el talento. En ese camino no deberá plegarse al consenso ni a la confrontación. Como alguna vez se atrevió a diferenciar a Ozu de Kurosawa, en la Argentina de hoy, por ejemplo, debería ser capaz de distinguir entre Alonso por un lado y ... por el otro. El que se anime, que llene los puntos suspensivos.