La foto que Mauricio Macri subió a sus redes, sonriendo junto a Donald Trump en Palm Beach, simboliza mucho más que la foto de dos ex presidentes.
En principio, la foto fue subida a Twitter por el argentino, ya que el estadounidense tiene su cuenta suspendida desde que la red consideró que incitaba a la violencia cuando sus seguidores tomaron el Capitolio. Que es lo que consideró la mayoría cuando Trump conmocionó al mundo desconociendo en términos violentos su derrota electoral.
Macri arribó a la cita después del estresante Mundial de Bridge y tras participar hasta sus instancias finales (obtuvo el 12° puesto). Lo que le impidió llegar a tiempo a otro compromiso internacional relevante, el sorteo del Mundial de Fútbol en Qatar.
Populismo. Trump y Macri son exponentes de las respectivas grietas de sus países: hombres que una parte de la sociedad fue a buscar por fuera de la política tradicional para vencer el orden establecido.
En la oposición aparecen dos corrientes cada vez más enfrentadas. Las divide Milei, el modelo económico y la grieta
Llegaron al poder compartiendo el mismo relato populista de que los problemas serían sencillos de resolver si no fuera por el viejo establishment político.
Pero el primero representó el malestar del electorado conservador de su país ante las consecuencias económicas y culturales de la globalización. Mientras que el segundo llegó al poder impulsado por el hastío de amplios sectores frente a doce años de kirchnerismo y a un modelo de país que, por el contrario, parecía cerrarse frente a la globalización.
Cuatro años después, en ambos casos, una mayoría se opuso a que fueran reelectos. Aunque en el boletín económico de calificaciones, a Trump le fue mejor: durante sus tres primeros años, los Estados Unidos crecieron a un promedio anual de 2,5% del PBI, mientras que en el pandémico 2020, cayó un 3,5%. La gestión macrista dejó una caída de más de 4 puntos en el Producto Bruto.
Provenientes los dos del mundo empresario, Trump se regocijó siempre de su antiintelectualidad, en cambio Macri intentó esconderla eligiendo con esmero a sus funcionarios en cargos asociados y leyendo a Harari.
Durante la pandemia, uno y otro subestimaron los efectos del covid, diciendo –al igual que otro exponente de la grieta como Bolsonaro– que se trataba de una “gripecita”. En plena guerra de Ucrania, Trump y Bolsonaro siguen simpatizando con Putin; Macri, no.
Tras su controvertida presidencia y su escandaloso final, no tantos elegirían hoy sacarse una foto con Trump y promocionarla en sus redes. Quizá Putin y Bolsonaro. O su otro admirador argentino, Javier Milei. Pero no muchos más.
Que Macri haya considerado que Trump lo prestigia y lo posiciona políticamente aquí y en el exterior, indicaría que, o él tiene una imagen distorsionada de su ex colega, o es un adelantado que piensa que el mundo y la Argentina pronto volverán a girar hacia ese tipo de liderazgos.
Cómo despeinar a Larreta. Esto último es lo que, precisamente, los expertos comunicacionales que lo guiaron al poder en 2015, le están susurrando a la interna del PRO.
Todavía no se trata de estudios de campo, sino del feeling de estos consultores que siguen con atención algunos fenómenos regionales y, en particular, a Milei.
Están convencidos de que, si los candidatos de Juntos por el Cambio y del Frente para Todos no se “actualizan”, tendrán problemas para derrotar al anarcocapitalista. Creen que su crecimiento se relaciona con factores de época relacionados con la sociedad del espectáculo y, también, con el hartazgo frente al fracaso de los políticos tradicionales.
Más interesados en sus históricos clientes que en la suerte del oficialismo, ejemplifican: “Horacio (Larreta) necesita algo así como ponerse pelo y despeinarse”. Miden su imagen de “buen administrador, súper trabajador y serio”, pero le piden competir con Milei en el terreno de la política-espectáculo.
¿Será esta recomendación la que lleva a Macri a pensar que él sí tiene una nueva oportunidad?
El problema en su caso es que, después de 20 años en política y de haber sido presidente, ya es parte de esa política tradicional. Con el agravante de que su paso por el gobierno nacional no dejó los mejores resultados.
Dos corrientes. Macri también puede suponer que, aunque no sea él, la oposición debe a-ggiornarse si quiere regresar al poder.
En ese sentido, la foto junto a Trump podría ser un intento por capturar una parte de su extravagancia conceptual y su violencia discursiva, que hoy es marca registrada del libertario en ascenso.
La duda adicional es qué pasará con el votante opositor si los dirigentes de esa alianza, en pos de convencer al electorado más agrietado, se “mileinizan”.
De hecho, ya hubo palabras de mutua seducción entre Patricia Bullrich y Milei y entre éste y Macri. Parece haber quedado en el olvido que Milei usó definiciones no tan técnicas para referirse a Larreta (“zurdo de mierda, sorete, gusano arrastrado, pelado asqueroso de mierda”) y a Macri (“delincuente, mentiroso y pelotudo”).
En la oposición empiezan a definirse dos corrientes, cada vez más enfrentadas.
Una, postula que el objetivo principal es volver a sacar al peronismo del poder y para eso están dispuestos a aliarse con Milei o, si eso no fuera posible, a copiarlo para “robarle una parte del electorado más de derecha que antes él nos robó a nosotros”.
La otra corriente sostiene que las ideas y la violencia de Milei no pasan el filtro de sus convicciones y, lo que sería peor, “los votos que nos sumaría por derecha nos los sacaría por el centro”. En este grupo está el presidente del radicalismo, Gerardo Morales, quien repudió la foto con Trump. Tampoco le gusta Milei quien, en su reparto de retórica, al jujeño le asignó “parásito de mierda, la c. de tu madre, chorro h.d.p.”
El jefe radical criticó la foto tras una cena en la que participaron opositores antigrieta. Fue un asado en la casa de Juan Urtubey. Estuvieron el gobernador Schiaretti; los ex jefes de Gabinete Randazzo y Frigerio; el vicepresidente de la UCR, Ángel Rozas; el intendente de Rosario, Pablo Javkin; Emilio Monzó y Graciela Camaño.
La foto con Trump es tomada como la continuidad de un acercamiento al electorado más extremo
Morales identifica a Trump como “los Putin que andan dando vueltas por la vida”. En un reportaje con Radio PERFIL cuestionó el corrimiento a la “derecha” de Macri, “reivindicando el neoliberalismo de los 90, reivindica más a Milei que a los que somos socios de JxC. Es un pensamiento retrógrado y populista”.
El miedo a rebelarse. El posicionamiento del fundador del PRO también interpela al resto de la oposición.
Carrió ya advirtió que ese giro no la representa y critica cada vez más fuerte a Milei, para que sus dichos sean escuchados por los Macri y Bullrich de la oposición que bregan por un acercamiento con él.
Pero el mayor dilema se plantea en la interna macrista. Porque lo que Rodríguez Larreta viene sosteniendo es lo contrario a las posiciones extremas que simbolizan Trump y Milei. Su declamado objetivo es, precisamente, gobernar con una alianza que exprese a más del 60% de la población y deje atrás la grieta.
El desafío del larretismo, el radicalismo, el carrioismo y el peronismo de JxC, es cómo posicionar su moderación frente al espectáculo de la confrontación. Cómo pararse frente al electorado que agradece los gritos y, en especial, cómo enfrentar a los comunicadores que premian la grieta y castigan el diálogo.
Es entendible el miedo a rebelarse frente al duro aparato político y comunicacional de la polarización, tan bien aceitado durante años por los extremos de uno y otro lado.
Podrían alegar que, en política, los cobardes solo son aquellos a los que el instinto de supervivencia les funciona adecuadamente.
Sin embargo, la pregunta que debieran hacerse es sobrevivir para qué. ¿Para esperar el momento adecuado en el que arriesgarse no signifique perder? ¿O para, otra vez, volver al poder de la forma que sea?
Eso sí sería riesgoso.