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El día después

La peste entre nosotros

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En su  formidable autobiografía Arthur Miller escribió: “lo mejor que me enseñaron mis padres es que siempre, en todos los sentidos, hay que estar preparado para lo imprevisible”. Su padre sabía por qué lo decía.  Había sido enviado desde el sur de Polonia, con ocho años, sólo, con un cartel colgado del cuello donde mencionaba el barco que debía llevarlo, desde Hamburgo a “América”. En sus ojos-- escribe Miller--- mostraba su desamparo.

Todo, lo más inaudito, caprichoso e imposible puede caer sobre nosotros. Nadie es infalible. Superman o Superwomen son meras fantasías. La cuestión, como humanos, es aprender a sobrevivir en todas las condiciones posibles.  Las omnipotencias se derrumban.  

Los filósofos han escrito muy interesantes obras sobre el tema, vinculado al mal como al bien.  Las religiones también se ocupan de ello. “Y líbranos del mal” aporta el rezo entre los creyentes.

En La Peste, Albert Camus, el único existencialista enemigo del stalinismo, planteó que la pandemia es producto del egoísmo o la irracionalidad colectiva. No daba chances de cambio.

En el mal que estamos viviendo, sin embargo, se advierten muy disímiles comportamientos. Están los que creen que en la cuarentena, en este salvavidas, nos salvamos todos. Por otro lado están los egoístas extremos. Los otros no cuentan.

Argentina no podía escapar del ciclón de una pandemia mundial que se presenta como arrasadora si no se toman los recaudos. Su aparición y desarrollo en Europa y en Estados Unidos dejan algunas enseñanzas. La principal gira en torno de un cuestionamiento a las políticas públicas.

El Partido Republicano y sus representantes, como es el caso del irresponsable Trump redujeron al mínimo las prestaciones de salud y les importa  muy poco la extrema desigualdad que impone el sistema económico que manipulan. Barack Obama intentó reducirla, con reconocida sensibilidad. La superestructura no se lo permitió.

 Los distintos gobiernos de Italia y España abandonaron a sus poblaciones después de la crisis financiera y económica del 2007/2008 y dispusieron ínfimos casi nulos fondos a la salud. No solucionaron nada, no le otorgaron importancia. La infraestructura de salvataje que crearon, a ciegas, fue nula. Ahora esos dirigentes políticos están paralizados y sin rumbo mientras crece el número de muertos.

China, donde se originó la “peste”, en cambio, aplicó un procedimiento drástico e inmediato; aislamiento, cuarentena obligatoria, ampliando considerablemente las sedes y los recursos  hospitalarios. Fue, según los expertos, el mejor procedimiento conocido hasta ahora.

¿Qué tipos de cambios se esperan cuando nos despertemos de la pesadilla? No faltan quienes creen y creerán que el Estado abusó de nuestras libertades, de la capacidad de movimiento, de la necesidad de desplazamiento. Se los encuentra en las redes sociales. Frente a ellos fue un Estado que argumentó, sin embargo y por sobre todo, que su acción moral  tuvo que ver con la conservación de la vida colectiva en la nación.

¿Qué  tipo de Estado regirá nuestras vidas? ¿Cuál será el nuevo sistema económico  ¿ Qué tipo de espacios públicos nos esperan? ¿Qué carácter tendrán las tecnologías y el amplio saber colectivo que  nos esperan, si llegamos a conocerlos ?. ¿Podremos ver el derrumbe de algunas profesiones liberales o de los que trabajan por su cuenta ? ¿Se entenderá, sin tapujos, que algunos  son privilegiados y tienen techo, espacio, y otros viven en promiscuidad  sin servicios públicos esenciales y todo es una herida abierta? ¿Se mantendrá la sensibilidad, la consideración y el respeto ante los otros?  

Por último:  ¿ Cómo se extirpará el localismo, el nacionalismo, el racismo, los prejuicios, la discriminación salvaje que trae la peste ?. ¿De qué dependerá?

 

*Historiador y escritor.