En marzo de 1992 César Aira publicó El llanto, en Beatriz Viterbo. La leí el domingo 12 de agosto de un tirón. Un hombre describe que le ha sucedido lo que más temía. Que su mujer lo abandone. Entonces irrumpe el llanto masculino. Aira tiene con su texto una relación de desapego. Es decir, que no lo obliga a seguir un plan previo sino que va siguiendo la deriva de la narración. Utiliza líneas argumentales sacadas de la vida diaria para narrar. Por ejemplo, cuando comienza el relato, el narrador cuenta que se gana una beca en Polonia y que tiene que pasar en ese país un largo período en medio de una pobreza letal porque nadie lo va a buscar cuando llega. Lo mismo le pasó a Witold Gobrowicz pero al revés. Vino a la Argentina con una beca y la guerra interrumpió su vuelta y quedó en la pobreza y la incertidumbre. Cuando el narrador consigue regresar, Laura, su mujer, lo abandona porque está enamorada de un japonés que es un terrorista. Tienen un perro, Rin-Tin-Tin, al que deciden seguir criando juntos. Algo parecido a la mediática separación entre Susana Giménez y Huberto Roviralta, peleando por el dinero y por la tenencia del perro Jazmín. El narrador dice que la separación es una pesadilla y que lo terrible de la pesadilla es que es real. El llanto parece decirnos que para que una separación sea verdadera y sana tiene que pasar por un período de belicosidad y destrucción. Para Aira, no existen las separaciones progres donde los ex cónyuges siguen siendo amigos y se comprenden y ayudan. Eso no es una separación.