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canal financiero o dolar competitivo

La reinserción en la economía mundial

El país, o se inserta a través del canal financiero externo, ajustando las demás piezas en consecuencia, o lo hace por la vía comercial externa, apoyándose en el tipo de cambio competitivo, disciplinando de modo acorde los otros aspectos.

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Aspectos debatidos en recientes cónclaves de economistas –reunión de AEDA y jornadas del Banco Central– dan pábulo para ratificar un criterio que sostenemos desde hace tiempo. El que, en buena medida, se vincula con la mejora que atisba a nivel mundial, en paralelo con cierta distensión doméstica, factores que alientan la consideración de la inserción o reinserción de nuestra economía en el plano internacional.

Lo que decimos es que, a modo de grandes opciones sobre aquel tópico, existen dos enfoques fundamentales, cada un asociado a un eje particular, en cuyo derredor se alinean las demás variables. Así, el país, o se inserta a través del canal financiero externo, ajustando las demás piezas en consecuencia, o lo hace por la vía comercial externa, apoyándose en el tipo de cambio competitivo, disciplinando de modo acorde los otros aspectos.

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Sólo una aguda miopía, lamentablemente extendida, puede creer que se trata de piezas sueltas. Aduciendo torpemente que se está hablando de una “única” variable: el tipo de cambio en un caso, la palanca financiera en el otro. Por supuesto que éstas no son las “únicas” variables; lo que sí, y esto es irrefragable bajo una consideración atinada, es que tales variables son los resortes ordenadores de las estrategias u opciones básicas, reguladoras de los demás factores. Luego, si enfatizamos el canal financiero externo, probablemente remataremos en un “bis noventista”; y si enfatizamos el cambio competitivo, se tenderá a reciclar el modelo productivo de 2003(22)-2007.

Por cierto, siempre hay margen para los “refritos”, es decir, para las formulaciones sincréticas que buscan mezclar todo inorgánicamente, pero el horizonte de las mismas no luce halagüeño. Vale, entonces, examinar algo de las implicancias rigurosas que se desprenden de cada opción específica.

Supongamos que optamos por la recurrencia al canal financiero asociado a los mercados mundiales. Por supuesto, hay condiciones de acceso. También cabe considerar esa recurrencia, sensatamente, como un expediente meramente circunstancial o simplemente contributivo al crecimiento de la economía. Si así fuera, habría que especificar en qué consiste la estrategia de crecimiento a la que se contribuye. Pero, en ese caso, ¿no se debería revalidar la estrategia de tipo de cambio competitivo?

Si, por el contrario, por convicción o por necesidad, la financiación externa se perfilara como eje estratégico, en consonancia con el planteo del saber convencional de que el ahorro externo es la variable central del crecimiento, las implicancias que se irán descargando serán severas.

Por de pronto, la apreciación cambiaria arraigará, penalizando la competitividad, resintiendo el andar de los sectores de transables –en especial la industria–, afectando el despliegue de la inversión y el crecimiento sustentable y dificultando la creación de empleo (en una economía que ya viene reflejando bemoles en este ámbito).

No faltan ilusos que vuelven a creer, como en los 90, que la apreciación cambiaria no es dañina porque tallarán poderosas políticas pro producción específicas, tanto industriales como de otro tipo. Pero ésta es una manifestación de confianza pueril porque, a medida que se normalice la economía mundial, los grados de libertad al respecto se irán acotando. Y una apreciación cambiaria severa, por su incidencia, exige justamente una enorme munición para ser compensada siquiera medianamente.

La Argentina es una nación subdesarrollada, aun con la gran expansión de 2003/7, pero lo peor es que el grado de elaboración del pensamiento económico es aun más subdesarrollado. Una gruesa expresión al respecto es la propensión a encarar las opciones económicas como un conglomerado asistemático de piezas sueltas, mezcladas entre sí. Otra similar es aquella que busca minimizar artificialmente las variables relevantes, como si ello bastara para ceñir su peso tangible. Pero “la verdad es la única realidad”, y si se adoptan ciertas premisas esenciales, de modo consciente o no, difícilmente se sortearán las implicancias de rigor de las mismas.

 

*Economista.