Bien lo sabe el que ha viajado a Brasil con su pareja. Hetero u homosexual, todo varón ha registrado y a veces verificado hasta las últimas consecuencias, la atracción masculina que ejercen los negros sobre las mujeres y los varones que comparten las preferencias de las mujeres.
A unas y a “otras” se les escucha: ¡Qué piel! ¡Qué armonía! ¡Qué lomo! ¡Qué voz! ¡Qué tiernos! ¡Cómo caminan! ¡Cómo se visten! ¡Cómo calzan!
Y no es un mito: bien lo sabe quien frecuente los vestuarios de clubs y natatorios públicos de Río, o en París y Berlín, donde hay tanto tutsi y senegalés doctorándose: entre los lockers o bajo las duchas los afrohumanos se destacan y no sólo por sus aptitudes deportivas.
Y es bueno que así sea. Mientras sobreviva el capitalismo seguirá acentuándose la globalización, con ella las migraciones, comunicación entre culturas, regiones y sociedades dispares, con todo ello la asimilación del ideal de lo humano al modelo de consumidor ideal, y con éste, la victoria del ideal iluminista de la igualdad entre sexos, nacionalidades y fenotipos humanos. Lo que cabe esperar es una gradual mezcla de humanos, donde cada tipo “racial”, como se sigue diciendo indebidamente, aporte todas las virtudes y todos los inconvenientes de su diferencia genética. Espero que mis descendientes hereden lo mejor del tipo africano.
Tal vez el triunfo de Obama aporte a esta tendencia más que lo que en sus momentos brindaron la voz y el ejemplo moral de Paul Robeson y los goles de Pelé. De ser así, pronto dispondremos de indicadores experimentales: por una parte el aumento de los matrimonios mixtos, y, por el incentivo a la autoestima u orgullo “racial”, el aumento de la tasa de natalidad entre las parejas negras de Norteamérica. Apuesto a que esto se verificará aunque el nuevo presidente padezca un efecto Cristina de rápida evaporación de ilusiones e índices de popularidad. La economía seguirá en poder de las corporaciones y la(s) guerra(s) a cargo de las corporaciones, la burocracia del Pentágono y su red de contratistas y proveedores, pero el mensaje simbólico de un presidente negro ya fue emitido a su sociedad.
Aunque Chomsky lo califique de blanquito de Harvard que tomó sol en las playas hawaianas, el mensaje africano de Obama es irreversible y muy significativo y, hasta ahora, ni el genial lingüista del M.I.T. reparó en él: América, Africa y Europa siempre concibieron al mulato como resultado de la unión de un blanco y una negra y aquí está el flexible Barack para indicar otro camino para su sociedad y para tantas chicas rubias que siempre piden más y más.