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La última autocelebración de Alberto Fernández y Cristina Kirchner

Análisis de las últimas recorridas comunicacionales del presidente y la vicepresidenta salientes a tres días del traspaso de mando.

Alberto Fernández
Alberto Fernández | Télam

Si algo de decoro político se podía esperar del Gobierno para cerrar cuatro años de muy mala gestión era una despedida en silencio. O, a lo sumo, expresar alguna autocrítica con pedido de disculpas incluido. Sin embargo, Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner decidieron mantenerse fieles a sus diferentes estilos, esos que los hicieron tan pero tan “exitosos”. Las comillas indican sarcasmo, por las dudas.

Con la verborragia contenida durante toda la extensa campaña electoral, Alberto Fernández se desquitó de la abstinencia oral con varias apariciones mediáticas.

En ellas apeló a las muletillas de siempre para justificarse. Que no tuvo suerte. Que la tríada diabólica de la pandemia, la guerra y la sequía. Que la herencia recibida de Mauricio Macri. Que el FMI…

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Estos argumentos exculpatorios, más los supuestos logros alcanzados (alguno tiene, claro), volverán a ser expuestos en los próximos días. Alberto F prepara un discurso de despedida como balance final. Se intuye gran expectativa en la población.

Eso ocurrirá con todos sus petates de regreso en el departamento de Puerto Madero que le presta su amigo Enrique ‘Pepe’ Albistur y antes de oscilar entre Madrid (donde ya se instaló Fabiola Yáñez con su pequeño hijo Francisco) y Buenos Aires. Auguran que dará charlas en Italia, ¿visita al Papa? y clases en universidades españolas. A veces el mundo puede ser generoso.

El mandatario saliente dejó algunas perlitas en su reciente recorrida comunicacional. Como las presuntas amenazas de atentados contra su vida por los láser que apuntaban al helicóptero presidencial. Algún experto con horas de vuelo explicó que podrían ser los mismos con los que los hinchas le apuntan al arquero rival en cualquier cancha argentina.

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Menos simpática y más insultante fue su aseveración de que es imposible que haya tanta pobreza como dice el Indec, cuyo índice supera el 40% en el primer semestre de este año, porque el país estaría estallado.

Ha sido usual que en estos cuatro años Fernández abusara de su lengua. Siempre se vio en el espejo como un hábil declarante. Pero sembrar dudas sobre el número de pobres suena a provocación innecesaria.

Sobre todo porque lo hace sin tomar en cuenta que el próximo indicador, el de este segundo semestre, dará muy por encima debido a la disparada inflacionaria y a la caída del nivel de ingresos. Un síntoma lo brindó el informe de esta semana del Observatorio Social de la UCA, que a septiembre arrojó 45% de pobreza: 21 millones de personas. Ese índice trepa al 63% entre menores de 17 años. Muy pertinente lo de Alberto. Otra vez.

También se dedicó a pasarle facturas a su vice y a enorgullecerse de haber evitado ser su títere. Insiste así en abrazar esa lógica de obediencia versus rebeldía que marcó su administración y explica buena parte del fracaso del experimento que fue el Frente de Todos. Hasta de nombre debió cambiar.

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Cristina esquivó, por ahora, recoger el guante. Apenas pareció dedicarle una indirecta cuando, en el adiós al personal del Senado, sostuvo que ella se quedaba acá (al revés de su ex compañero de dupla). Por cierto, cada vez que pretenda salir al exterior deberá pedir autorización judicial, por las causas en las que está procesada y/o condenada aunque sin fallo firme.

CFK tampoco se eximió de sus latiguillos. Que merecemos vivir mejor, por caso. O el increíble gag que armó por redes sociales el día de la asamblea legislativa que proclamó la fórmula Javier Milei – Victoria Villarruel. Allí buscó exponer que ella había anticipado que el peor escenario sería la estanflación (recesión más aumentos acelerados de precios), que es lo que adelantó Milei que puede sobrevenir en los próximos meses para evitar la híper.

Entre ese rol, mezcla de pitonisa que ve el futuro y maestra sabelotodo, y la realidad paralela que exhibe (Maradona en el Museo Malvinas) acaso exhiban sus limitaciones para volver a partir hacia el llano, por segunda vez en dos décadas.

También expresa cierta negación para asumir responsabilidades en el fracaso. Sí, algún atisbo amagó en la campaña con un pedido de disculpas a la militancia –por elegir a Alberto, obvio- y que ella hizo todo lo que pudo.

Tal vez ambos lo hicieron. Pero resultó más que insuficiente, dicho con diplomacia. Aunque Alberto y Cristina se esfuercen en soslayarlo. Hasta el último día.

 

NT CP