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milani y el modelo I

La vuelta del fantasma militar

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Como una paradoja de la Argentina esquizofrénica, las primeras declaraciones sobre política interior del nuevo jefe del Ejército, César Milani, fueron publicadas el pasado jueves 19 por la revista ¡Ni un paso atrás! de las Madres de Plaza de Mayo. El reportaje realizado por Hebe de Bonafini fue transmitido posteriormente por la Televisión Pública, propiedad del Estado pero de uso exclusivo del gobierno nacional y sus amigos. El video está al alcance de cualquiera en Youtube. Merece la pena tomarse unos minutos para verlo. Lo que allí se dice marca un antes y un después en la politización de los militares argentinos, un fantasma que la democracia había logrado esquivar durante treinta años.

La presidenta de Madres, curiosamente despojada de su clásico pañuelo blanco, le va indicando al uniformado Milani cómo debe actuar de ahora en más. Sería muy bueno, sugiere Hebe, que el Ejército se dedique a “ir a las villas”. El general asiente y se entusiasma: “Si me dicen: ‘te damos una villa, ¡urbanizala!’, sería espectacular”.

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Cual dos jóvenes adolescentes, el responsable de conducir el brazo armado de la Nación y la mítica dirigente se tratan de vos y no ahorran elogios el uno para con el otro. Hablan un novedoso lenguaje común.

Bonafini da por sentada la inocencia del general en las acusaciones que se le imputan, entre otras, la desaparición del conscripto riojano Alberto Ledo, el 20 de mayo de 1976. No hace falta que se pronuncie la Justicia, Hebe lo absuelve de cargo y culpa. Incluso le dedica una cálida y piadosa pregunta: “¿Qué dijeron tus hijos cuando salieron todas esas cosas sobre vos? Y él, con lágrimas contenidas, comenta el calvario al que lo sometieron “los medios”. En ningún momento se hace referencia a Nora Cortiñas, al CELS o al Premio Nóbel Adolfo Pérez Esquivel, algunos de los “detractores” del militar ascendido.
Pero lo más sustancioso del encuentro llega un poco después:
-¿Ustedes no pueden hacer política, no? consulta la señora como si desconociera la expresa prohibición que establecen las leyes nacionales y la Constitución Nacional.

-No podemos estar en política, devuelve el general que juró respetar esas leyes, pero eso no quita que uno pueda dar apoyo a un Proyecto.
En tono imperativo, la entrevistadora vuelve a la carga: “Tenemos que estar muy cerca de Cristina” para que no regresen “los seguidores de la dictadura”. Y dispara uns enormidad: “No son diferente de los Macri, de los que entraron a la Catedral (en referencia al grupo de fanáticos que interrumpió una misa en homenaje a La Noche de los Cristales hace un mes), de los Barrionuevo… No son diferentes, son los mismo”.
Lejos de cualquier sutileza, el general consiente y remata: “Gracias a Dios Cristina tiene más del cincuenta por ciento de imagen positiva.”

En tres décadas ningún militar importante se había atrevido a tanto. El 25 de abril de 1995 Martín Balza, el jefe del Ejército de entonces, sorprendió al país con un discurso que parecía ponerle fin a la larga historia de prepotencia castrense: “Delinque quien vulnera la Constitución Nacional. Delinque quien imparte órdenes inmorales. Delinque quien para cumplir un fin que cree justo emplea medios injustos e inmorales”. Fue la primera autocrítica seria que las Fuerzas Armadas hicieron por su plan criminal en los años de plomo. El hombre que derrotó la última sublevación carapintada en 1990 tenía la fuerza y la autoridad necesaria para cerrar el nefasto ciclo que se había iniciado con el golpe de Estado de 1930. La democracia, que no pudo dotarse de una política coherente de Defensa Nacional, lograba al menos neutralizar a uno de sus factores de riesgo. Las bayonetas estaban bien guardadas.

Hoy, en un inesperado giro en su discurso demonizador hacia los uniformados, Cristina Fernández le tiende la mano a un oficial de Inteligencia que, no solo tiene una foja de servicio cuestionable por su actuación en el pasado, sino que jura lealtad a un proyecto político y está denunciado por realizar tareas de espionaje interno. El general Balza se debe estar preguntando por qué el gobierno, al que representa como embajador en Costa Rica, acaba de dar el paso más peligroso de la historia democrática reciente: devolver a las Fuerzas Armadas al lugar del que tanto costó apartarlas.

*Periodista y editor. Miembro del Club Político Argentino