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la mirada DE ROBerto garcia

La vuelta del Negro

<p>Si vuelve Michael Schumacher, ¿por qué no puede volver el Negro? Así explicaban algunos bonaerenses conspicuos, con cierto humor, la última determinación de Eduardo Duhalde para postularse a la Presidencia. Quedaba, claro, un interrogante: su repentina decisión –más allá de que amagara con esa eventualidad desde hace meses–, casi precipitada antes de concluir el año, ¿a qué causa obedeció?</p>

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Si vuelve Michael Schumacher, ¿por qué no puede volver el Negro? Así explicaban algunos bonaerenses conspicuos, con cierto humor, la última determinación de Eduardo Duhalde para postularse a la Presidencia. Quedaba, claro, un interrogante: su repentina decisión –más allá de que amagara con esa eventualidad desde hace meses–, casi precipitada antes de concluir el año, ¿a qué causa obedeció? Si justo unos días antes, su propia esposa, Hilda o Chiche, se dedicó a atizar a Carlos Reutemann para que se lanzara por el justicialismo, presión declaratoria que provocó una respuesta casi enojada del ex automovilista, quien replicó destemplado con un “si quiere un candidato, que se mande su marido”. Lenguaje infrecuente del santafesino, afirmado en su dulce espera y en que nadie le va a controlar sus tiempos políticos. Si se quiere, en ese juego verbal, había un juego político repetido, unos acelerando, el otro frenando.
Ocurrió sin embargo que, pocas horas después de ese diálogo, el que amenazaba reiterarse durante el verano, a Duhalde le acercaron una primicia, casi una privilegiada información que no se sabe si responde a la inteligencia: Reutemann –le aseguraron, le aportaron pruebas– no sólo se iba a presentar como aspirante a la Presidencia hacia abril o mayo, sino que además había cerrado filas con Francisco de Narváez, quien aceptaría ir como su segundo en la fórmula, haciéndose cargo de la campaña electoral.

Dato económico que, en este caso, constituye una clave para el ex automovilista por dos razones: l) su tradicional apego al ahorro o al bolsillo contraído –algunos lo califican de otro modo– le evitaría empeños que él no está dispuesto a solventar, y 2) aliarse con De Narváez –el último ganador en el distrito bonaerense– le significa ingresar a la provincia por una avenida de cuatro manos, asfaltada y sin pozos, no depender quizás de una transacción con Duhalde, tema que siempre a Reutemann le produjo urticaria y que, según cuentan, hasta le volteaba la voluntad cuando tuvo a su merced la posibilidad de ocupar la Casa Rosada en el pasado.
Un baldazo de agua fría para Duhalde fue esa noticia que le susurraron al oído, tan de buena fuente que hasta en el propio kirchnerismo, al parecer, revoloteaba inquietante esa misma información.
No tardó ni dudó el bonaerense y, observando que su futuro se cerraba por el obvio ninguneo a su persona –especialmente en la provincia de la cual alguna vez fue dueño y espera volver a escriturar ante la debilidad del matrimonio presidencial–, salió casi improvisadamente antes de la Nochebuena con el anticipo de su candidatura, sin protocolos, marcos o escenografía, en una conferencia de prensa que a la prensa le resultó sorpresiva.
No imaginaban la rueda convocada, menos el anuncio.

Anticipo en Los Caudillos
Si extrañó ese movimiento, más debió extrañar el sugestivo sueño –y no por onírico– del periodismo ante acontecimientos previsibles y ya verificados: un día antes de su pronunciamiento, en el campo Los Caudillos de Hugo Toledo, este escribano amigo y ex funcionario del Negro junto a representantes del “Momo” Venegas y de Luis Barrionuevo por el lado sindical, más otras agrupaciones políticas afines y ante más de 300 delegados o posibles punteros (todos con una cartilla de proyectos que el duhaldismo ha empezado a repartir en el distrito), no sólo se comió asado y habló el anfitrión: allí luego expuso Duhalde, más enjundioso que en sus alocuciones frente al Movimiento Productivo, anunciando que no sólo iba por la titularidad del Partido Justicialista en la provincia sino también por la Presidencia de la Nación.
Alguna cámara propia captó el momento, pero sus imágenes nunca fueron distribuidas; no hubo titulares en los diarios, ningún especialista recogió el dato, tampoco apareció un espontáneo cronista con la revelación de algún asistente: pasaron más de 24 horas de esa novedad y nadie de la prensa se enteró para registrar el episodio.
Más desidia que la Policía para encontrar los restos de la familia Pomar.
Hubo entonces que esperar a que el propio Duhalde se calzara el traje y él mismo se invistiera de aspirante para conocimiento de la gente.
Tamaño vacío informativo se habrá producido debido a los efluvios del alcohol en las fiestas antes de Navidad que entretuvieron en la somnolencia a los distraídos de esta profesión o sucedió, como a veces ocurre, que en sumisa bandada, los cuerpos periodísticos ingirieran una carga inusual y masiva del adormecedor Valium.
Justo cuando partía De Narváez al sur hasta después de Reyes, confiando sus planes: “No olvido la provincia pero sigo con intenciones de candidatearme como presidente”. Frase que también consentía, de paso, otra realidad: sus relaciones con Reutemann eran cálidas, promisorias. Hasta allí.
Tampoco se podía indagar a Reutemann, su cabeza parece impenetrable hasta para el más avezado cirujano, quizás ni el propio De Narváez, en su aproximación al santafesino, podía resolver el enigma que éste manifestaba y manifiesta sobre su futuro.
Duhalde, suspicaz, comenzó a desconfiar de la ambigüedad declarativa, de la información insuficiente, tal vez distractiva: él se ha convencido de que el dúo Reutemann-De Narváez ya está consagrado y que si se llegara a convertir en una avalancha dentro del justicialismo, ésta no sólo va contra el ex presidente Néstor Kirchner, también afectará a sus propios intereses territoriales (nadie ignora que las relaciones entre el Negro y el Colorado se conservan tensas desde la etapa previa a las últimas elecciones legislativas).
Entonces, sin esperar, enarboló su emblema presidencial para motivar un veloz armado político, prever deserciones, señalando “acá estoy yo para competir”.
O, en todo caso, si los hados luego no lo favorecen, para recordar: “No me dejen afuera”. Pues dispondrá de un paquete armado y, en todo caso, en la provincia, todavía tiene algo para decir.

¿Con Urtubey?
Viene, ya empezó, el turno de los análisis. ¿Tentará Duhalde a Juan Urtubey, gobernador de Salta, para que lo acompañe en la fórmula?
Ese es su deseo.
Si se confirma lo que él cree, el pacto Reutemann-De Narváez, ¿lidiará con ellos dentro del peronismo en la interna, fraccionando el núcleo opositor a los Kirchner y, tal vez, favoreciendo al matrimonio sureño al convertir en tres tercios importantes el núcleo partidario?
Serán las encuestas, seguramente, las que van a determinar las consistencias de sus aspiraciones, también la de los otros, aunque él vive como un soponcio la posibilidad de que Reutemann y De Narváez vayan juntos: nunca como ahora se había dispuesto para pelear por el primer cargo (recordar que en su campaña presidencial afirmaba que él no soñaba con instalarse en Olivos, tanto que luego –cuando fue mandatario por emergencia– en los primeros tiempos ni siquiera ocupaba la residencia).
Sea porque hoy se siente más seguro de sus aptitudes, porque imagina menos complicado el acceso al gobierno por el declive de los santacruceños o debido a que se reserva el rol histórico de desalojarlos luego de haberles alquilado la vivienda.