A Horacio Rodríguez Larreta podría arruinarle la vida una mujer. Por supuesto, la referencia no apunta a su reciente separación de Bárbara Diez –que lo obliga a tener una vida menos metódica, con horarios diferentes a los familiares–, tampoco a una inesperada aparición romántica. El fantasma femenino es María Eugenia Vidal, con quien compuso un proyecto de dominación partidaria que ahora se sacude por la inminencia electoral. Sea por el venidero éxito o la frustración. Con ellos va colado Diego Santilli en la provincia de Buenos Aires, cada uno con un rol determinado en el pizarrón del director técnico 2023: HRL presidente, MEV jefe de la Ciudad, DS gobernador. Esa es la quimera, consolidada a partir del golpe de Estado contra el fundador del PRO, Mauricio Macri, quien de repente empezó no solo a parecerse a su padre, Franco, en lo físico: también revela turbulencias con sus herederos en la última etapa de su vida. Una historia a repetir, quizá.
Ve su proyecto porteño inviolable, ni por López Murphy, los K o Milei
Aunque el ex presidente regresa hacia el 10 de este mes, se supone que utilizará su mejor cara de póquer para hacer campaña a favor del diseño que urdieron sus rivales internos, quienes no solo lo desalojaron a él: también apartaron a Miguel Picheto, a Patricia Bullrich, a Jorge Macri (aunque siempre hay indemnizaciones en estos procedimientos). Está forzado a apoyar al ex presidente, va gente en las listas a la que debe defender por razones personales (el caso de su secretario, Nieto). Por lo tanto, se puso en pausa, ahora en Italia. Mastica, eso sí, los caldeados encuentros que tuvo con Horacio y María Eugenia, por separado, en que los contertulios se distanciaron con agravios contenidos. Es público que el racinguista ahora censura al boquense y viceversa. Duramente. Con ella, en cambio, el trato ha sido menos conflictivo: no olvidar las jerarquías, ella fue secretaria en el club de fútbol cuando el ingeniero lo presidía (a propósito, un detalle de humor: a Boca Juniors lo asemejan al gobierno de los Fernández: manda el vicepresidente Riquelme y su séquito de ex jugadores, como Cristina y La Cámpora).
También las reuniones fueron diferentes. Con el alcalde hubo crispación, mientras a la ex gobernadora Macri intentó disuadirla para que se presentara en la Provincia, no en la Capital, como ya había trascendido. Incluso, dicen que ese planteo contó con la silenciosa anuencia de la pareja de Vidal, el periodista Enrique Sacco, más que discreto en la influencia política. Fue infructuoso el reclamo: según revelo ella, la decisión de dejar el distrito bonaerense ya la había tomado años atrás, cuando enamorada del llamado plan B creyó que podía ser mejor candidata que Macri para enfrentar a los Fernández en la pugna presidencial. Igual pensamiento al de Rodríguez Larreta.
Ambos fracasaron entonces con esa propuesta. Por otra parte, en ese diálogo, María Eugenia le recordó al ex mandatario otro dato imprescindible: todos, el PRO íntegro, debemos proteger a la Ciudad, nuestra ciudadela y santuario. Y Horacio, confesó, en ese rumbo me eligió porque entiende que soy la mejor considerada para blindar el distrito, sostener el rating, la que menos disturbios provoca. Obvia alusión a la descartada Patricia Bullrich.
Debe acabar con Manes, de imprevisible futuro si gana las PASO
Rodríguez Larreta estima que su proyecto porteño sera inviolable, sea por López Murphy en la interna, el kirchnerismo o Milei en noviembre. Aunque a él, claro, no le alcanza decir: ganamos por un voto. En su caso, con Vidal, requieren obtener una abultada diferencia o la supremacía será discutida en 2023 por Martín Lousteau. Otro empeño superior, en cambio, muestra el alcalde en la Provincia: debe acabar con Facundo Manes, de imprevisible futuro si gana las PASO y luego ofrece batalla o vence al cristinismo bonaerense: salió de la lámpara de Aladino. Se entiende que es un postulante artificial y que, además, no cuenta con la totalidad de radicales en su apoyo (como se sabe, en el partido se decidió que cada afiliado vote al aspirante que más le guste, una forma de acomodarse a las circunstancias si uno cree en el vago significado de esa palabra). Pero Manes se ha vuelto un enigma, tanto que ayer estaba prevista una reunión suya con Santilli ante la eventualidad de que el juez electoral Ramos Padilla bloquease la precandidatura del Colo por incumplimiento de las normas sobre el domicilio bonaerense. A ver si se pierde una cabeza de lista por decisión judicial. Lindo tema para ocupar los programas de la tele con abogados y magistrados. También, se supone, el encuentro podría disminuir la combustión originada por una frase lapidaria de Manes esta semana pasada: a ver si los porteños, con sus impuestos, le pagan la campaña a Santilli. Doble puñal: al contendiente y al jefe supremo, Rodríguez Larreta, de generosa billetera según sus adversarios, con quien el médico sueña competir en 2023. Carrió, todo servicio, le respondió a Manes con la misma brocha de alquitrán que utiliza hace treinta años, como si Manes fuera “kerchnerista”. Es que cada cual defiende lo suyo en el erario capitalino: uno para ingresar, la otra para proteger sus coberturas.
En ocasiones, nervioso, Rodríguez Larreta promete romperle el porcelanato a Manes, sin dudas.
Una forma de advertirle al círculo rojo que él es la única alternativa política desde que desplazó a Macri. Aunque en política los liderazgos siempre son precarios. Y efímeros en ocasiones.