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Las concesiones de Milei y Massa

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Casos. LLA ya no habla de “Juntos por el Cargo”, Massa, disconforme con Rossi. | cedoc

En los metros finales de la campaña presidencial quedan expuestas concesiones evidentes, y no tanto, de los candidatos para quedarse con el premio que anhelan.

No necesariamente ceder en algo es síntoma de debilidad, en la vida en general. Muchas veces puede ser una señal de sabiduría o de conveniencia, entre otras alternativas. El meollo está en la dosis, sobre todo en política, porque encima despierta interrogantes hacia los probables comportamientos futuros.

El repliegue más patente es el de Javier Milei, está claro. Desde su segundo puesto en las generales del 22 de octubre y en especial a partir del acuerdo con Mauricio Macri, luce casi como si fuera otro.

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Esas diferencias se expresan en las formas y en el fondo. El envase es más sosegado, abandonó el tono irascible, se observa su esfuerzo por analizar cada cosa que va a decir y en las recorridas incluso dejó de lado la motosierra, su fetiche proselitista.

Acaso en este cambio de actitud haya tenido que ver el propio Macri, a quien se le adjudica haberle aconsejado que no puede aparecer siempre como un loco. Fuentes macristas aseguran que se reforzó ese pedido para el debate de este domingo 12.

La entrega del líder libertario se amplió a propuestas de fondo. Ahora evita insistir en su plan dolarizador y jura que se mantendrán la salud y la educación públicas, por señalar un par de botones de muestra entre muchos otros.

Hasta en un eje narrativo central de su campaña tuvo que virar Milei. Quemó su novedoso relato de que va contra la casta (lo que incluía a “Juntos por el Cargo”) para mutar al poco original antikirchnerismo, con la excusa del cambio.

Éstas y otras capitulaciones, como la incorporación a los equipos de campaña y de un eventual gobierno de una nutrida dirigencia macrista, desataron un temblor que se mantiene en La Libertad Avanza. Enojos, quiebres y alejamientos insólitos para una fuerza que se enorgullece de sostener que es distinta al resto. No tanto.

Convendría igual resistir a la tentación de dejarse llevar por este tipo de rupturas internas en tono apocalíptico. La experiencia indica que cuando el candidato gana la alineación es instantánea. Y si hay derrota, la disgregación legislativa abrirá óptimas chances de negociaciones muy ventajosas.

Ceder no siempre es síntoma de debilidad. A veces puede ser una señal de sabiduría o de conveniencia

A ese escenario apuesta Sergio Massa, mientras sigue trajinando kilómetros de recorridas y horas de conversaciones con dirigentes nacionales de la UCR y del peronismo cordobés para obtener su apoyo implícito al menos. La semana pasada fue Gerardo Morales el que se volvió a subir al tren anti-Milei y el candidato oficialista apura a otras dos figuras de renombre del radicalismo para que abandonen la prescindencia.

Con todo, Massa ha tenido que bajar ciertas banderas también. A su alrededor se evaluó negativamente la performance de Agustín Rossi en el debate con Victoria Villarruel (que insiste en reivindicar a la dictadura y apenas se reprime para gritar que quiere indultar a militares condenados por delitos de lesa humanidad).

Nada que sorprendiera mucho del vice que postula UxP: casualmente Massa hizo coincidir a esa hora por otra señal de noticias (C5N) la transmisión en directo de un acto en el teatro Gran Rex sobre sus objetivos de gestión.

Transigió Massa en que Rossi fuera su segundo en pos de conseguir ser el presidenciable de la unidad del oficialismo. Hubiera preferido una mujer y que expresara amplitud territorial. Su idea era la diputada cordobesa Natalia de la Sota, que ahora lo respaldará. En la afiebrada negociación entre Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner terminó siendo impuesto Rossi, quien se mantiene virgen de victorias en su propia provincia, Santa Fe.

Se muerde los labios el ministro-candidato ante la postura del Gobierno respecto a la guerra entre Israel y la organización palestina Hamás, a la que prometió incluir en la lista de grupos terroristas. Reposteó un mensaje del senador tucumano Pablo Yedlin, crítico con un comunicado de la Cancillería. Y fue el único de los dos candidatos que asistió a un encuentro en la DAIA. Preferiría decir abiertamente lo que piensa.

También intenta mantenerse al margen de un nuevo caso de escuchas ilegales, con presuntas terminales en los oficialistas Fabián ‘Conu’ Rodríguez (de la AFIP) y el diputado Rodolfo Tailhade. El espionaje clandestino, que se repite en todos los gobiernos y tiene un abanico multicolor de víctimas, se conecta con el intento de juicio político a la Corte Suprema de Justicia.

Más allá de que Tailhade, quien fue funcionario de la AFI durante la gestión de CFK, es el principal impulsor del juicio a la Corte, la investigación judicial de este tema se originó en intentos de espiar a los miembros del máximo tribunal del país.

Massa consiguió días atrás que el Presidente extendiera las sesiones ordinarias del Congreso, lo que posterga el dictamen de la Comisión de Juicio Político para después del balotaje. La previsión es que será aprobado, aunque luego en el recinto vaya a ser presumiblemente rechazado.

La actitud de Massa de patear esta cuestión (como tantas otras) intenta disimular su oposición a que avance la posible destitución de los cortesanos. Al menos es el mensaje que les hizo llegar a algunos de ellos, corroborado por el pronunciamiento de su admirado y cercano Roberto Lavagna esta semana.

Sin embargo, prefiere no pronunciarse en público sobre su postura opuesta a ir contra la Corte. Para qué desafiar al extremo a Cristina, si ella demostró también su capacidad para tragarse sapos. Nadie se salva.