Lo que uno espera casi nunca está donde se lo busca. La semana pasada, mientras en el marco de la Fiesta Internacional de la Literatura de Barcelona los gurúes del periodismo ciudadano Dan Gillmor y Francis Pisani desgranaban lugares comunes como si fueran verdades reveladas, en la otra punta de la ciudad, en un ciclo organizado por la Fundación La Caixa sobre edición, cultura y globalización, el periodista francés Pierre Assouline narraba con gracia las revelaciones de su experiencia como blogger cultural luego de diez años de dirigir la prestigiosa revista Lire. Assouline, nacido en Casablanca en 1953 y de quien se escuchó hablar en la Argentina por el juicio que le entablara María Kodama, comenzó la charla con una confesión: hace cinco años no sabía lo que era mandar un mail ni había hecho una sola búsqueda en Google. Hoy, luego de dejarse seducir por las nuevas tecnologías –y habiendo soportado un primer tiempo de zozobra, hasta acostumbrarse a la extraña sinergia de los ataques y las injurias de los lectores–, le dedica cinco horas diarias a su blog “La république des livres”, en el que suma unas 400 mil páginas vistas diarias.
“Fue como volver a tener doce años, aprendí todo a medida que lo iba utilizando”, contó Assouline, que luego de publicar biografías sobre Simenon, Gallimard y Cartier-Bresson descubrió, a partir de una propuesta de la página web del diario Le Monde, el potencial que tenía al alcance de la mano, con tan sólo una computadora y una conexión a Internet. En un principio publicaba textos larguísimos, sin ilustraciones ni hipervínculos. Pero las críticas de los lectores le fueron sugiriendo cambios, y en poco tiempo se convirtió en un blogger consumado. “El blog es el presente y el porvenir de la crítica literaria. Hace veinte años, los debates literarios se transmitían por televisión. Actualmente, mientras en la TV no ocurre nada, las cosas se dan en Internet, en blogs, foros y chats”. Pero el optimismo de Assouline tiene un límite: “Con el paso del tiempo, los blogs no soportarán el trabajo de los aficionados. Hoy existen millones, pero de a poco la oferta se reducirá y sólo quedarán los más profesionales”.
Muchos editores, críticos, libreros y distribuidores se preguntan de qué manera influirán estos cambios sobre la industria editorial, ahora que las obras circulan en Internet y aparecen cada vez más sofisticados dispositivos de lectura que, se cree, reemplazarán al libro en pocos años. Assouline reveló que en Canadá, por ejemplo, mucha gente compra lo que quiere leer a través de las sugerencias hechas por los blogs literarios, “e incluso por los comentarios publicados en esos mismos espacios” y no por las de la prensa tradicional. Y si bien no cree que el soporte papel desaparezca (“Siempre habrá libros en papel. Pero va a haber dos tipos de lectura, la normal y la de descarga”), contó que en Francia los libreros están discutiendo la idea de instalar consolas en sus negocios para que la gente llegue con su libro electrónico y pueda descargarse las obras en pocos segundos. “Se podrán llevar cientos de volúmenes en el bolsillo, agrandar la tipografía a gusto, leer en un ambiente sin luz”, dice Assouline entusiasmado. Y agrega: “Internet es una revolución más importante que la de la imprenta, porque hizo lo que Gutenberg no pudo: disociar el contenido del libro de su soporte”.
*Desde Barcelona.