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RELACIONES INTERNACIONALES

Las fuerzas profundas

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| Cedoc

A pesar de los caudales de agua que han pasado por debajo de los puentes teóricos de nuestra historia de las relaciones internacionales, estos aún se encuentran con una capacidad explicativa moderada.    

En la visión de Celestino del Arenal, la historia de las relaciones interestatales es concebida como “la ciencia de la sociedad internacional” que aún sigue ligada a un formalismo tratadista y a un factualismo irreflexivo. En muchas obras de nuestra historia de la política exterior, este apego a los tratados internacionales y a los “hechos”, se impone como la explicación a dimensiones profundamente más complejas.  

La centralidad de la estatalidad anárquica y conflictiva se desvanece y el vaticinio de Alfred Zimmern -que entendía que la sociedad internacional transitaba de relaciones basadas en los estados a relaciones entre los pueblos- parece cobrar vigencia. Cada vez más se hace necesario que nuestra historia de lugar a la dimensión social y su relación con la inserción internacional.

La historia de las relaciones internacionales moderna se inicia con el estudio del Tratado de Westfalia de 1648. Esta historiografía aún hoy ha dejado su huella en nuestra historia diplomática donde la “fetichización de los tratados” continua impregnando la descripción lineal de los hechos.

La superación de esta visión se desarrolla con una historia documentada en la Escuela Alemana con historiadores como von Ranke y Mommsen en el siglo XIX, pero tiene una excesiva concentración en el estado y sus líderes.   

Tenemos que esperar a la Primera Guerra Mundial en la Escuela de los Anales con las figuras de Fernand Braudel, Marc Bloch y Lucien Febvre que realizan una profunda reflexión en torno a dos presupuestos para interpretar la realidad internacional. Por un lado, la dimensión socio-económica de los procesos como explicación matricial de los acontecimientos diplomáticos. Por otro lado, las “razones complejas” que para Febvre deben superar el “querer hipnotizar al lector con estos móviles de los gobernantes que no son más que anécdotas” y esconden “las causas universales” de los procesos.

Ambos aspectos, la dimensión económico-social y las corrientes profundas, deberán guiar los estudios de la historia de nuestra política exterior para clarificar su complejidad, su interconexión y su dialéctica explicativa.

Parados sobre los hombros de la revista Annales d´Histoire Économique et Social, los fundadores de la Historia de las Relaciones Internacionales como disciplina científica, Jean Baptiste Duroselle y Henri Renouvin profundizaron esos conceptos. En este sentido, descristalizan los hechos para ponerlo en “movimiento”.

Estos autores plantearon una serie de postulados aplicables a la historización de nuestra política exterior. En primer lugar, la confirmación de continuidades y regularidades como ciclos más allá de la cronología lineal. En segundo lugar, la aspiración a una “historia total” que englobe de manera multidisciplinaria a las dimensiones que sustentan los acontecimientos de la superficie visible. En tercer lugar y como consecuencia de lo anterior, la búsqueda de las causas de las “fuerzas profundas” – materiales y psicológicas–, entendidas como movimientos colectivos que otorgan “durabilidad” a los procesos históricos.  Estos tres elementos dan un paso teórico y metodológico de una historia episódica a una historia de matriz estructural de características dinámicas.  

Para consumar esta perspectiva, Eric Hobsbawm en Historia del Siglo XX,  nos ilustra definitivamente el carácter unificado de la economía mundial para comprender las relaciones internacionales, la integración definitiva de todos sus sistemas y una desigualdad estructural universal como desafío a resolver.   

*Politólogo y Doctor en Ciencias Sociales. Profesor e Investigador de la Universidad de Buenos Aires.