La estrategia del Gobierno para hacer frente al caso Nisman es clara: al fallecido fiscal hay que atacarlo todos los días. Es como si todos los días lo mataran otra vez, algo de lo que viene hablando el filósofo Santiago Kovadloff.
La cantidad de datos que se han filtrado en estas semanas referidos a los manejos poco claros de los fondos de la Unidad Fiscal Investigativa AMIA y a la vida privada del fiscal muerto –de homosexual, como insinuó la Presidenta, pasó a ser un mujeriego desenfrenado– tiene la intención de desviar del centro de la atención de la opinión pública la investigación de la muerte de Nisman.
A ese respecto cabe una pregunta: ¿recién después de fallecido se anoticiaron de todas estas conductas –algunas moralmente desdorosas y otras legalmente reprochables– de Nisman? ¿Es creíble que un gobierno que dedicó y dedica grandes esfuerzos a espiar la vida y la obra de políticos, empresarios, periodistas y cuanto adversario se le cruza por el camino diga que nunca supo nada de esos comportamientos?
En verdad, la actitud del kirchnerismo demuestra hasta qué punto le pesan tanto la muerte como la denuncia del fiscal. Ello explica no sólo la pertinaz campaña infamatoria contra Nisman, sino también contra los colegas del fiscal que sostuvieron su denuncia por supuesto encubrimiento del atentado contra la AMIA, hecho que está en el origen de su muerte. El primero que la sufrió fue el fiscal Gerardo Pollicita. En las últimas dos semanas fue el turno del fiscal de Cámara Germán Moldes. Moldes no se arredró y, luego de superado el planteo de recusación realizado por la defensa de Andrés Larroque, la Cámara Federal deberá decidir si acepta o rechaza su pedido de investigar la denuncia hecha por Nisman. Nadie está en condiciones de predecir con exactitud qué determinará este cuerpo integrado por los doctores Jorge Ballestero, Eduardo Freiler y Eduardo Farah. Si el fallo fuera favorable a la petición de los fiscales, se abriría un proceso de gran interés referido a las 47 medidas de prueba solicitadas a fin de corroborar o no la denuncia. Ello permitiría conocer aspectos desconocidos de la negociación del memorándum entre la Argentina e Irán y la participación y el increíble protagonismo de personajes periféricos de nuestra vida política.
Eso es algo que incomoda al Gobierno, tanto como lo ha incomodado la publicación por parte de Noticias de la nómina de algunos de los nuevos integrantes de la Agencia Federal de Investigaciones (AFI). He ahí un escándalo. El perfil de la nueva secretaría se asemeja más al de una agencia de colocaciones que al de una de investigaciones. Hay en esa nómina personas sin ninguna clase de experiencia y sin otro aval más que el de su militancia.
Son un ejemplo más del copamiento de distintas áreas del Estado que el kirchnerismo desarrolla a fin de asegurarse alguna supervivencia una vez que Cristina Fernández de Kirchner haya completado su mandato. Esa avanzada permanente de La Cámpora sigue creando un creciente malestar en las filas del Frente para la Victoria. Uno de los que suelen quejarse de eso es Florencio Randazzo. Otro que hace lo mismo es Daniel Scioli. Todo en estricto off the record, por supuesto. “Son muchachos que no saben hacer nada y a los que les gusta mucho la plata” es una frase que se escucha en las cercanías de los dos precandidatos.
El acuerdo entre el radicalismo y el PRO alteró los ánimos tanto en el oficialismo como en el Frente Renovador. “A nosotros nos perjudicó seriamente”, reconoció una de las figuras clave en el armado que lidera Sergio Massa, donde se está viviendo una situación de incertidumbre que va en aumento. La pérdida de Carlos Reutemann y el regreso de algunos legisladores provinciales y de intendentes a las filas del oficialismo, sumados a las muchas versiones que circularon en la semana sobre un posible desistimiento del ex intendente de Tigre de su candidatura presidencial generaron inquietud. De eso y de otras cosas se habló en la reunión del viernes, de cuatro horas, que Massa tuvo con un grupo importante de intendentes que lo acompañan.
Allí, el líder del Frente Renovador expresó claramente que no baja su candidatura, que se volverá a una campaña de menos TV y mayor contacto con la gente, y que se dará pleno apoyo a las dos figuras que están mejor perfiladas en las encuestas para competir por la gobernación de Buenos Aires: Francisco de Narváez y Felipe Solá. A De Narváez, una encuesta de Poliarquía lo muestra como al precandidato más votado para esa elección.
El triunfo de Ernesto Sanz abrió no sólo las puertas a la alianza de la UCR con el PRO, sino que también marcó el fin de UNEN y de las aspiraciones presidenciales de Julio Cobos. Las encuestas serias indican que esto ha terminado de consolidar las chances de Mauricio Macri como candidato presidencial al darle una estructura nacional de la que el PRO carecía. Resta, empero, un laborioso trabajo a realizar en pos de lograr una integración entre ambas fuerzas, que hoy dista de ser plena. Las declaraciones de estos días lo han dejado claramente expuesto.
Son poco entendibles los esfuerzos por diferenciarse entre unos y otros que han hecho las principales figuras de cada uno de los dos partidos. Si la oposición no se une, las posibilidades de vencer al kirchnerismo son nulas. Es lo que ocurrió en 2011, cuando una oposición atomizada hizo todo muy fácil para Cristina.
Pero una alianza con capacidad de gobernar es algo muy distinto a un rejuntado. Un rejuntado puede ganar una elección, pero lo que no puede hacer es gobernar. ¿Se darán cuenta Macri, Sanz y Carrió de esto? ¿Habrán aprendido la triste y dramática lección que dejó la Alianza? ¿Comprenderán que, en caso de que gane la oposición, el kirchnerismo les dejará un verdadero campo minado que exigirá cohesión, convicción y gran eficacia en la gestión?
Producción periodística: Guido Baistrocchi.