COLUMNISTAS
CIUDADANOS DESCREIDOS

Las poco claras coordenadas de la política actual

En los tiempos –no tan lejanos– en que los ciudadanos definían sus opciones políticas orientándose por los partidos antes que por los dirigentes, la política aparecía como un orden de cosas relativamente claro y anticipable.

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En los tiempos –no tan lejanos– en que los ciudadanos definían sus opciones políticas orientándose por los partidos antes que por los dirigentes, la política aparecía como un orden de cosas relativamente claro y anticipable. Las percepciones de los ciudadanos sobre la organización del espacio político no divergían mucho entre sí; tendían a coincidir, además, con las percepciones de los dirigentes. Es cierto que los partidos constituían organizaciones muchas veces controladas a través de procedimientos poco transparentes; pero, en general, los mismos partidos generaban los mecanismos correctivos. Ese era un papel importante que desempeñaban las líneas internas, las cuales, además, eran una de las principales fuentes de emergencia de liderazgos políticos.

Las cosas fueron cambiando en casi todo el mundo, en algunos lugares más profundamente que en otros. El analista Martin Wattenberg identifica un quiebre en la política norteamericana durante la década de los 60, cuando se acelera un pasaje gradual de un sistema político centrado en los partidos a uno centrado en los dirigentes. En la Argentina hay un dato contundente: en 1984, un 75% de los ciudadanos se sentían cerca de un partido político –afiliados o simpatizantes–; en 2008 esa proporción se ha reducido a la cuarta parte.

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Esos ciudadanos que ahora carecen de partido, que no simpatizan y no se sienten expresados por ninguno, ¿cómo se orientan? Buscan candidatos en la televisión, del mismo modo que buscan marcas de fideos o de yogur en las góndolas del supermercado.

Hay países donde el sistema se quebró antes que en la Argentina, Venezuela por caso. Hay países donde los partidos continúan siendo relevantes para los votantes, como Chile o Uruguay. El ciudadano en esos países también se siente mucho más independiente del partido que antes y también juzga a los candidatos en mayor medida que al partido; pero aun así el partido pesa, es una estructura que condiciona lo que ocurre y marca la cancha, el “mapa” que la gente percibe. Uruguay vive, ahora mismo, una situación ilustrativa: de los dos postulantes que compiten por la candidatura del oficialismo, Astori da mejor en las encuestas entre las personas afines al Frente Amplio, pero Mujica ganó la nominación en la convención de su partido y eso le ha dado una fuerza que puede contrarrestar a la opinión pública.

En la Argentina de hoy, a los ojos de la mayor parte de la población, el espacio político se ve caótico. Es como un territorio con caminos poco delineados, sin mapas orientativos, donde nadie identifica los puntos cardinales. Ejemplo: ¿dónde está la oposición al Gobierno nacional? Hace un año, las encuestas nacionales revelaban que un 54% de la población era incapaz de registrar alguna oposición; entre los opositores identificados existía una gran dispersión, en la que sobresalía Carrió, seguida de Macri; los demás muy por debajo. Pero a mediados de año apareció en la escena un jugador imprevisto, “el campo”, llevándose la mayor pluralidad de menciones. Si un grupo social indefinido puede ser la mejor opción opositora para una gran parte de los argentinos, hay que concluir que los dirigentes políticos y sus organizaciones están ante un problema: no sintonizan con la gente.

No sorprende que cuando algún posible presidenciable emerge en los medios de prensa –como es el caso ahora de Carlos Reutemann–, lo primero que los otros dirigentes le piden es que se defina: “¿estás con el Gobierno o contra el Gobierno?”. Parece bastante evidente que estar en contra es políticamente tan poco redituable como estar a favor, pero los dirigentes que juegan en una cancha marcada por ellos –no por los ciudadanos– creen que esa definición de dudosa conveniencia es irrenunciable. A muchísima gente, no estar en esta vereda o en la de enfrente le parece lo mejor; el voto no positivo del vicepresidente no le cayó mal a la opinión pública, pero cayó mal a muchos dirigentes que hubieran preferido un voto negativo a secas.

¿Qué perciben entonces los ciudadanos que no ven lo mismo que los dirigentes? Hablando en términos de generalizaciones, la política la organizan en tres principales campos. Registran un campo que es el Gobierno, sus principales referentes, cuya imagen está devaluada –con la excepción del todoterreno Daniel Scioli–. Otro campo es lo que a falta de un buen nombre podemos llamar el conjunto de los dirigentes políticos bien conocidos que no están con el Gobierno, donde confluye una amplia diversidad de dirigentes de todos los colores políticos –hasta Eduardo Duhalde, a quien la opinión pública había condenado al ostracismo, es aceptado hoy, como parte de esa clase indiferenciada de los que no están con el Gobierno y son conocidos–. Un tercer campo percibido es el de los políticos poco conocidos que no están con el Gobierno, dirigentes como Margarita Stolbizer y Hermes Binner.

¿Afinidades ideológicas? ¿Trayectorias partidarias? Nada que ver. Las coordenadas que utilizamos los analistas, o las que utilizan los dirigentes, no están en la mente del común de los argentinos.


*Sociólogo.