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AMERICA LATINA

Las pujas abiertas

Habrá elecciones en ocho países y puede cambiar el escenario. La grieta regional y sus candidatos.

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DERECHAS ADQUIRIDAS Sebastián Piñera | DIBUJO: PABLO TEMES

América Latina ha entrado en uno de los mayores superciclos  electorales de las últimas décadas: en apenas poco más de un año (11/17 a 12/18), habrán de ir a las urnas ocho países de la región. Ese número se incrementa hasta 14 (sobre 18 totales) si se extiende el plazo hasta 2019.


Surgirá de este modo un nuevo equilibrio de poder en una región de profundos contrastes, con la peor distribución del ingreso del planeta, enormes problemas de seguridad ciudadana, pero una riqueza potencial notable en recursos naturales y una población joven que tiene ahora mejor acceso a educación y salud básica.

La maratón se inició el mes pasado en Honduras de manera poco auspiciosa. Ganó el oficialismo por un margen muy estrecho y se han comprobado diversas irregularidades; la oposición continúa bregando por la anulación de los comicios. Hubo serios cuestionamientos por parte de la OEA, que reconoció su incapacidad para resolver el rompecabezas y pidió que los candidatos llegaran a un acuerdo.

Brasil y México, que juntos representan más de la mitad de la población de la región, eligen nuevo presidente en simultáneo, algo que ocurre una vez cada doce años. En función del resultado, la crisis política en nuestro principal socio comercial podría profundizarse. Y lo mismo podría ocurrir en México, que encima debe lidiar con la incertidumbre que implica el fenómeno Trump (en noviembre habrá también renovación del Congreso en EE.UU.).


En marzo asumirá su cargo Sebastián Piñera, reelecto presidente chileno, y en mayo Colombia elegirá su primer jefe de Estado desde el acuerdo de paz con las FARC. En el ínterin, Cuba tendrá nuevas autoridades por la anunciada dimisión de Raúl Castro, pero obviamente no se esperan grandes cambios en uno de los regímenes totalitarios más estables del planeta.


Costa Rica y Paraguay también irán a las urnas para elegir nuevo presidente. En el Partido Colorado hubo una revuelta contra el actual mandatario, Horacio Cartés: ganó la primaria el candidato que lo desafiaba, Mario Abdo. Es casi inevitable que la crisis humanitaria en Venezuela se profundice en el contexto de la hiperinflación, el desabastecimiento, los saqueos, el default y los crecientes desvaríos de Maduro, el resquebrajado jefe de la narcodictadura chavista.


Habrá seis elecciones presidenciales en 2019: Bolivia, Argentina, Uruguay, El Salvador, Panamá y Guatemala. Es decir, la cuestión de la puja por el poder influirá en prácticamente toda la región y sobredeterminará todos los aspectos en cuanto a las decisiones estratégicas en el diseño e implementación de la política pública.


Esto es particularmente relevante pues cuando se analiza el estado actual de la opinión pública, se advierte el predominio de una creciente frustración. La clase política se ve salpicada por escándalos de corrupción cada vez más resonantes. Las demandas de la sociedad aumentan pari passu la caída en la popularidad de los líderes. Según datos del Proyecto de Opinión Pública de América Latina (Lapop), el apoyo a la democracia disminuyó en la región del 67% que ostentaba en 2014 al 56% que exhibe en este 2017. Esto está en sintonía con un bajo nivel de confianza en las elecciones y en las instituciones de la democracia representativa, particularmente los partidos políticos.


Grieta regional. A esto se debe sumar que nuestras sociedades están cada vez más polarizadas: predominan fuertes divisiones y dificultades para lograr acuerdos perdurables sobre objetivos estratégicos para el desarrollo económico y político. Por el contrario, ciertos pactos generan fuertes sospechas, como acaba de ocurrir en Perú, uno de los pocos países que no tenía elecciones. Así, PPK protagonizó una polémica decisión al otorgarle un indulto humanitario a Alberto Fujimori luego de haber sobrevivido por escaso margen a un intento de remoción por parte de un Parlamento con mayoría fujimorista. Algunos auguran un final de mandato sumamente complejo.  


La grieta, en efecto, está lejos de ser un fenómeno argentino. El último estudio del World Values Survey (2010-2014) muestra que en los países de América Latina la polarización de los votantes es de 52,5%, contra 44,8% de las 13 economías más avanzadas. Un círculo vicioso que se realimenta de manera continua: la experiencia empírica sugiere que la pobreza, el hambre, la inseguridad y las divisiones políticas tienden a producir más polarización. 


Esto alimenta un caldo de cultivo ideal para que avancen políticos outsiders o anti-establishment, y para que se expanda aún más el populismo (casi un invento latinoamericano), independientemente que sea de derecha o de izquierda. En Brasil, por ejemplo, comenzó a subir en las encuestas Jair Bolsonaro, un ex oficial del Ejército de extrema derecha. Sigue liderando los sondeos Lula, que amenaza con revertir las reformas pro mercado de Temer, pero nadie sabe si podrá finalmente ser candidato. En México reina una notable incertidumbre: el populista Andrés Manuel López Obrador (Morena) sigue siendo la opción más probable, aunque tanto el PRI (José Antonio Meade) como la alianza entre el PAN-PRD (Ricardo Anaya) tienen ahora candidatos competitivos. Predominan un número récord de candidatos independientes, evidencia de la crisis de representación del viejo y fragmentado sistema partidario. 


Desde el punto de vista económico, el ciclo electoral se llevará a cabo en contexto de un crecimiento poco alentador. El FMI estima que estaremos en torno del 1,7 y 1,9% en 2017 y 2018, respectivamente. En función del resultado de esta maratón electoral, la región podrá avanzar hacia políticas de desarrollo económico sustentables, o regresar a las aventuras cortoplacistas de corte populista. El colapso venezolano debería desalentar esta última alternativa, pero las tensiones latentes son muy fuertes y el avance del neoproteccionismo global (impulsado por EE.UU. y la propia UE) no contribuye a que predomine una visión favorable al libre comercio.


¿Podrá América Latina evitar una recaída populista y coordinar estrategias efectivas para encarar una inserción inteligente en este mundo tan complejo? En el Cono Sur podría estar gestándose el germen de un vínculo novedoso para potenciar el mercado asiático.


En efecto, la sintonía entre Piñera y Macri, sumado al pragmatismo uruguayo y a una cuota interesante de bienes primarios que puede aportar Paraguay, puede promover una cooperación hasta ahora inexplorada y de interesante proyección.