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Las transformaciones en el mundo árabe

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Resulta difícil trazar perspectivas sobre las consecuencias a corto y mediano plazo de la muerte de Osama bin Laden. Sin embargo, algunas reflexiones son posibles. La primera es que esta trágica circunstancia ayuda al presidente Barack Obama en su campaña para ser reelegido en un segundo período. También será útil al Partido Demócrata para impulsar la legislación que considera necesaria para gobernar y, posiblemente, le acercará la simpatía de amplios sectores independientes del electorado norteamericano.
En el ámbito internacional, el éxito obtenido podría contribuir a restaurar el prestigio de los EE.UU. aunque, los interrogantes sobre los detalles de la ejecución del operativo empiecen a aparecer desde el fondo mismo de la sociedad norteamericana, demandante siempre de legitimidad y transparencia. Analizando la situación desde otro ángulo, es claro que se ha puesto fin a uno de los actores que alimentaban el terrorismo, que constituye un crimen contra la paz y la seguridad internacionales, además de “injustificable, cualesquiera sean sus motivaciones, formas y manifestaciones”, tal como reiteradamente ha dispuesto el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Sobre esto no debería caber duda alguna. De allí el respaldo generalizado que el operativo y su resultado han generado en todo el mundo.

Esto no significa que el terrorismo vaya a desaparecer a corto plazo. Extremistas hay en todas partes y en todos los sectores. Pero, deseablemente, pasará a ser un factor intelectualmente cada vez mas desacreditado por la visión sectaria que conlleva y, en consecuencia, menos relevante como instrumento del accionar político. Las transformaciones que están teniendo lugar en el mundo árabe nada tienen que ver con el uso indiscriminado de la fuerza. Más bien se respaldan en la búsqueda de mayor diálogo y mejor democracia. Los gobiernos árabes que han caído o que se sienten ahora amenazados son, en realidad, uno de los últimos remanentes de la confrontación Este-Oeste. Occidente y el comunismo buscaron en estos gobiernos el mal menor para sus respectivos intereses durante el largo período de la Guerra Fría. Subsistieron veinte años a la caída del Muro de Berlín. Es tiempo suficiente para que evolucionen rápidamente.

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Frente a este nuevo escenario, Occidente debería leer correctamente las señales y aprovechar el momento a fin de impulsar un diálogo realmente multilateral para encaminar el problema de Medio Oriente apoyándose en el nuevo entendimiento entre los sectores palestinos. Argentina, tal vez el país de America latina con mayor experiencia en la región, no debería marginarse de un posible renovado esfuerzo diplomático. Es casi seguro que de este tema se ha conversado durante la reciente visita del canciller Timerman a Israel. Pero el impulso que sugiere la hora no debe quedar sólo en esto. Podría ser momento para repensar Afganistán y desenfatizar Guantánamo, sin poner en peligro la seguridad.
Los gobiernos autocráticos no son inherentes al pensamiento musulmán. Los nuevos vientos los harán parte de un sistema internacional más democrático pero también más justo y menos excluyente. De ser así, la muerte de Bin Laden y las nefastas expresiones de su vida política habrán terminado sirviendo a la humanidad. Creo sinceramente que estamos frente a un momento para alimentar un prudente optimismo.

*Embajador.