A fines del siglo XVIII se produjo, básicamente en Francia e Inglaterra, el triunfo de la industria capitalista que desató una fiebre de invenciones, sueños y temores. Lo que fue inicialmente un cambio en Europa, se propagó rápidamente por todo el mundo. Nunca en la historia se habían producido sistemáticamente tantos bienes y servicios ni había existido tanta riqueza.
La máquina de vapor alteró la vida de la gente que estaba acostumbrada a un trabajo estacional. El artefacto se movía por igual en verano o en invierno y obligaba a un ritmo de labor permanente, al que nadie estaba acostumbrado. Los cambios producen temor y muchos creyeron que las fábricas dejarían en el desempleo a los artesanos. El maquinismo los reemplazaría por trabajadores menos calificados que cobrarían salarios más bajos.
La gente estaba poco informada. Al inicio de las guerras napoleónicas pasaron por los correos ingleses, los más grandes del mundo, veinte millones de cartas. Para la mayor parte de los habitantes del mundo las cartas eran algo extraordinario. Tampoco podían leer o viajar sino por excepción. No había periódicos, salvo para pocos lectores de clase media y alta, y la mayoría no sabía leer. Las noticias se difundían en boca de viajeros, mercaderes, buhoneros, frailes mendicantes, contrabandistas, bandoleros, salteadores, gitanos, titiriteros, soldados que se movilizaban en tiempo de guerra y labriegos sometidos a la migración de la siega o la vendimia.
El temor que provocó el industrialismo tomó en algunos casos un tono apocalíptico. La máquina de vapor fue vista como un síntoma del fin de los tiempos que fue anunciado por los irvingitas para 1835; por William Miller, fundador de los Adventistas del Séptimo Día para 1843. Surgieron quáqueros, shakers, y otras sectas que decían que el ferrocarril era un demonio descrito en el Apocalipsis. Todavía en 1910 el obispo de Loja Bialet y Misela se felicitaba de que su diócesis sea tan agreste como para que el satánico artefacto no pueda llegar. El temor a la industrialización fue tan brutal que todavía existen menonitas Y amish que viven en comunidades que se formaron por el susto que produjeron las máquinas que se movían solas.
Los mitos dieron origen al movimiento ludita, integrado por trabajadores que creían que las máquinas destruirían el mundo y también el empleo. El movimiento recibió su nombre de Ned Ludd, un joven que rompió telares y que pasó a ser un símbolo para los destructores de máquinas. Los luditas cometieron atentados destruyendo fabricas y hundiendo buques que transportaban máquinas de vapor.
Para enfrentar los desafíos es indispensable que la población tenga acceso a computadoras baratas e internet.
En medio de esos problemas económicos y sociales se produjo la Gran Hambruna en Irlanda provocada por el escarabajo de la patata o dorífora que devoraba el tubérculo. Entre 1845 y 1849 murió cerca de un millón de irlandeses y un millón más se fue de su país. La población de la isla cayó entre un 20% y un 25%. Al poco tiempo la peste se extendió por toda Europa y se produjo la emigración más grande de la historia. Millones de europeos salieron de sus países y se instalaron en Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Argentina.
En esos mismos días, Carlos Marx, un intelectual poco conocido, publicó el Manifiesto Comunista anunciando que el capitalismo conduciría a la pauperización de los trabajadores y daría paso a la revolución comunista. Sus ideas tuvieron poca difusión hasta que Lenin encabezó la revolución soviética setenta años después y las convirtió en la Biblia del comunismo durante lo que Hobsbawm llamó el siglo corto, que empezó una revolución de octubre y terminó con la caída del Muro de Berlín. Pocas décadas después de esto se desató una revolución tecnológica tan grande como la industrial, que está cambiando incluso la esencia de los homo sapiens.
El avance tecnológico. A partir del desarrollo de las computadoras y la aparición de internet la tecnología avanza a una velocidad tan vertiginosa que, según Friedman, los seres humanos ni siquiera podemos registrar. La gente común vive el cambio todas las semanas, adquiere nuevos artefactos, descarga nueva Apps, la transformación le es algo natural. Muchos empresarios incorporan al manejo de sus industrias los progresos tecnológicos y algunos empresarios argentinos se están posicionando entre los primeros del mundo de esta nueva era. Empresas como Mercado Libre se han desarrollado y dan trabajo indirecto a cientos de miles de personas que comercializan por su intermedio productos de todo tipo. Es uno de los modelos de desarrollo del futuro que está entre nosotros. Algunos políticos y líderes arcaicos solo ven en estas empresas posibles víctimas para su rapiña. Quisieran ponerles impuestos o cazar a sus trabajadores para integrarlos a redes de esclavitud que engrosen su fortuna.
Esta revolución no tiene como centro las fábricas, sino el conocimiento y la comunicación. Los nuevos millonarios no son dueños de plantas industriales sino del Facebook, Google y otras plataformas que valen mucho más que las instalaciones industriales. En algunos casos su presupuesto es mayor que el de muchos países.
Como en tiempos de la revolución industrial, se produce una migración masiva desde los países pobres que están al margen de nuevos desarrollos hacia los países en que toda esta transformación lleva a una nueva etapa de enorme prosperidad.
Nuestros líderes y el cambio. En las elecciones la mayoría de los candidatos ignoran esta problemática, discuten temas obsoletos, no analizan estas transformaciones que son inevitables y traerán muy pronto enormes consecuencias sobre la población en general y los trabajadores en particular. ¿Cuántos líderes latinoamericanos se dan cuenta de que este tema es el más importante del momento? Se está produciendo un cambio que no se puede detener, que se acelera todos los días y nuestros países están en una disyuntiva: derrumbarse hacia el pasado o participar activamente de la prosperidad de esta nueva etapa de la historia.
Para enfrentar estos desafíos es indispensable que la población tenga acceso a computadoras baratas, a internet, que puedan viajar, inventar, ampliar sus mentes. En la nueva sociedad no es posible que una pequeña elite monopolice los conocimientos y la riqueza. Nos incorporaremos al progreso solamente logrando la integración de la población dentro del país y la de éste en la comunidad internacional. Si no acabamos con la pobreza y ignorancia no podremos ser competitivos y ninguno de nosotros podrá vivir mejor. Necesitamos una gran revolución educativa en la que participe toda la sociedad y particularmente los maestros.
Un gobierno empieza a afrontar en verdad el problema cuando logra que millones de habitantes se conecten con internet, construye miles de kilómetros de vías, mejora los puertos y aeropuertos. Es mejorando las comunicaciones entre la gente como se puede caminar hacia el futuro, no haciendo piquetes que las impidan.
Tenemos que integrarnos al mundo globalizado en que ocurre esta transformación. Hay quienes creen que el G20 es algo pintoresco en el que cualquier dirigente habría hecho el mismo papel que Macri. La verdad es que un ministro del gobierno anterior cuando hizo un largo viaje para asistir a la reunión del G20, lo más importante que logró fue tomarse una selfie con Obama en un corredor de la reunión.
Cuando se aprueba un tratado de cooperación con la Unión Europea se da un enorme paso hacia el futuro, pero hay políticos aldeanos que no entienden lo que ocurre y creen, como Ned Ludd, que las máquinas y el progreso pueden hacer daño. Según el Banco Mundial, en 2015 Argentina fue el tercer país más aislado del mundo en el ranking que suma exportaciones e importaciones de bienes y servicios contra el PBI. Compartimos esa condición solo con Nigeria y Sudán, manteniendo acuerdos comerciales con el 10% del PBI mundial mientras Australia los tiene con el 50% del producto global y Chile con el 80%. Lo más importante en este momento es dar pasos sólidos que nos posicionen en el futuro.
Es un tema sobre el que hemos llamado la atención en esta columna desde hace años, pero tiene toda la urgencia que la velocidad en que avanza el desarrollo tecnológico lo demanda.
Cuando se aprueba un tratado de cooperación con la Unión Europea se da un enorme paso hacia el futuro.
Los cambios que experimentamos son enormes. Uber, la empresa de taxis más grande del mundo no tiene taxis, Amazon la mayor librería que existe no tiene libros, en California circulan automóviles que se manejan solos y también otros que han sido impresos en una impresora 3D, no armados en una planta industrial. En la próxima década desaparecerán al menos 14 profesiones en Estados Unidos y la industria emplea cada vez menos trabajadores aunque crece la producción gracias a la robotización.
China será pronto la economía más grande del planeta. Está en la punta del desarrollo tecnológico afrontando el desafío de que la desaparición de los empleos tradicionales no afecte a la población. Hace pocos meses Uber inició un servicio de camiones sin conductor en Arizona que permite hacer viajes más largos, sin descanso, reducir los accidentes y llegar a áreas más aisladas. Enfrenta la competencia de Nvidia, empresa china que vende estos camiones en Asia y está ingresando al mercado norteamericano. El desafío de innovarse y mantener el empleo es enorme. En China trabajan como camioneros treinta millones de personas y su número crece por el incremento de la producción que subió de 10.400 millones de toneladas a 36 mil millones en un año. ¿Cómo impulsar el desarrollo tecnológico sin afectar al empleo?
Hemos llamado la atención sobre estos temas en esta misma columna desde hace años. Desgraciadamente somos pocos los políticos que entienden su importancia, reflexiona sobre esto y busca soluciones para un tsunami que ya se inició y pronto arrasará con la vieja sociedad.
*Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.