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Las vueltas de la vida

No es un tema prioritario para la Argentina, pero es un tema vital para la argentinidad: se viene el Mundial de fútbol.

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No es un tema prioritario para la Argentina, pero es un tema vital para la argentinidad: se viene el Mundial de fútbol. Ninguna realidad argentina se pone en juego en Sudáfrica: ni las reservas para el pago de la deuda ni las inversiones extranjeras ni las medidas contra la pobreza ni el mejor aprovechamiento de los recursos naturales. Ninguna realidad, pero sí, en cambio, y por eso mismo, toda la imaginación (¿somos buenos?, ¿los mejores?, ¿cómo somos?), toda la simbología (los colores, el Himno, el Escudo), pura representación (el fútbol, que de por sí no es nada, puede por eso representarlo todo).

En breve se dará la lista: la lista de jugadores que irán a jugar el Mundial. Queda claro que no es posible incluir sin excluir. Esta verdad, algo obvia y hasta trivial, no suele ser aceptada en los debates sobre cánones literarios en Argentina, sobre todo si involucran a aquellos cuyo trabajo es enseñar literatura argentina en las aulas de las universidades públicas. Pero tratándose de fútbol, y puestos de cara al Mundial, resulta por demás evidente: con el mismo criterio con que se incluya a unos, habrá que excluir a otros.

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Quien se ocupa de esa tarea no es otro que Maradona. Su compulsión casi fanática por convocar jugadores a la Selección argentina ha sido profusamente comentada. Se supone que podría ser incluso más fácil enumerar a los jugadores que no han jugado para la Selección argentina en este tiempo que hacerlo con los que sí han jugado. Pero ahora, en los días que vienen, y a propósito de un encuentro de importancia a jugarse en suelo alemán, se va acercando la hora de la decisión definitiva. Y entonces es posible advertir que, cuantos más convocados hubo, más serán los excluidos.

Maradona se va ocupando. Pero eso nos recuerda un pasado. Más o menos a esta altura, pero del año ’78, el técnico de la Selección argentina en ese entonces, que era César Luis Menotti, procedía a desafectar (prefiero desafectar a excluir: señala la pérdida de un afecto) a los últimos tres futbolistas, para dejar la lista final de los veintidós del plantel. Esos tres futbolistas eran: Humberto Bravo, Víctor Bottaniz y Diego Maradona. Esa herida tan temprana en la carrera de Maradona supuró por mucho tiempo, porque es uno de los flancos débiles que tiene en su disputa personal con Pelé. Por supuesto que Maradona encontró otros argumentos (“El Negro debutó con un pibe”), pero queda pese a todo la marca de no haber jugado cinco mundiales, sino cuatro; no haber ganado dos, sino uno; no haber sido campeón del mundo a los dieciocho años, como el otro.

La marcha militar que por entonces marcaba el ritmo de la competencia, declaraba con espíritu de censo: “Veinticinco millones de argentinos jugaremos el Mundial”. Decía así, pero en el plantel había solamente veintidós. Y hubo tres desafectados en el momento final. No sé qué fue de la vida de dos de ellos. El otro, del que sabemos todo, se dispone a desafectar en estos días.