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Lavezzi y Suárez, víctimas del matriarcado y el racismo

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Mucho se ha hablado y discutido sobre si el Mundial es o no una cortina de humo para tapar otros temas económicos, políticos y sociales que, supuestamente, serían más importantes para el país que la Copa del Mundo. Yo mismo he participado en algunas discusiones al respecto. No muchas, debo ser sincero: es que por estos días hubo muchos partidos y no tuve mucho tiempo. Pero creo que esto no es más que una cortina de humo. O, si prefieren, una metacortina de humo.

El Mundial es una cortina de una cortina de humo. Y quiero denunciarlo: el buen juego visto hasta ahora es algo que se agradece, pero también sirve para tapar otros temas importantes. Como son la violencia de género y la discriminación. Es decir, quienes acusan al Mundial de silenciar temas supuestamente “importantes” (Boudou-Ciccone; Griesa-fondos buitre; Campagnoli; inflación) no son más que cómplices de tapar temas acaso más profundos, que pueden llevar a la muerte de personas por cuestiones de género, credo o religión.

Se está viendo un buen Mundial, hay que admitirlo. Hay estrellas rutilantes que están confirmando por qué tenían esa chapa: Messi, Robben, Neymar. Hay sorpresas increíbles, como Costa Rica y, en menor medida, Argelia. Hay partidos con muchos goles, hay equipos que juegan y dejan jugar, hay vocación ofensiva. Y aunque todo eso es muy lindo, también hay que decir que están sucediendo cosas alarmantes, que el buen juego y los goles no deberían tapar.

La condena a Luis Suárez es una de ellas. ¿Qué es lo que se sanciona allí? ¿El vampirismo? ¿La antropofagia? Hay en la expulsión a Suárez un etnocentrismo europeísta que no tolera otras prácticas gastronómico-sexuales que no sean las pautadas por la civilización occidental y cristiana promovida por la FIFA. La decisión de la selección celeste de reemplazar la garra charrúa por el colmillo charrúa debería formar parte del ámbito privado, como lo son las elecciones sexuales, culturales o religiosas.

Más grave aún resulta el bullying femenino que está sufriendo por estas horas Ezequiel Lavezzi. Si una mujer sufriera semejante acoso ya habría condenas en todo el mundo. Pero como se trata de un hombre, nadie dice nada. ¿O sea que decirle un piropo a una mujer está mal y decirle un piropo a un hombre está bien? ¿Por qué nos indignamos cuando se cosifica a una modelo, pero callamos cuando se cosifica a un futbolista?

El caso de Suárez abre las puertas a la xenofobia y el racismo. El caso de Lavezzi no es más que la antesala de una escalada violenta que puede terminar en masculicidio. Esperemos no tener que lamentar víctimas. Y esperemos, sobre todas las cosas, que los goles de Messi no sean la venda que nos tape los ojos y nos impida ver esta triste y angustiante realidad.